sábado. 20.04.2024

Los juegos de la alcaldesa

“No sé qué tienen contra construir un hotel de alto standing”, dice la alcaldesa mientras mira a la Corporación...

“No sé qué tienen contra construir un hotel de alto standing”, dice la alcaldesa mientras mira a la Corporación, absorta de que no la comprendan. Se trata de Canalejas, un edificio que ha vaciado de todo su valor histórico para limitarse a mantener una fachada, por cierto, muy cerca de la Puerta del Sol, donde lleva tiempo empeñada en que haya cafeterías con terraza como en San Marcos (Venecia). Por eso no le encajan las manifestaciones con el agua de Vichy.

La alcaldesa está jugando a las casitas con los juguetes de Pin y Pon. Los edificios de Madrid son Pin o Pon, los pone y los quita donde le gusta, o donde los cree más rentable para ciertos intereses en los que más vale no hurgar. Y se llena la boca hablando luego de la protección del patrimonio con objeto de tratar de impedir manifestaciones contrarias a su secta ideológica, pero sólo lo recuerda por exclusión, para evitar lo que considera un mal peor, confundiendo la prioridad de los objetos sobre la de las personas y olvidando lo que es un derecho fundamental.

Le gusta jugar, quizá, porque cree que exhibir alegremente su familiaridad, juguetear, le coloca en buen puesto de salida electoral. Por eso su tono en el hemiciclo es el de quien habla a niños pequeños que no ven más allá de lo que ella les está planteando: “Les estoy hablando de un hotel de lujo”, podría ser una de sus aclaraciones habituales, como un mantra que ni ella misma se cree.

Los madrileños, entretanto, afrontamos desahucios y tráfico de drogas, absentismo, chabolismo y penurias. Lo dicen los vecinos que viven en La Cañada; lo dicen quienes cada día se enfrentan a una amenaza de la Empresa Municipal de la Vivienda, en Villaverde,  Vallecas, Vicálvaro y Centro. También lo dice Cáritas y, como no gusta, incluso es amenaza por ello.

La alcaldesa prefiere su juego: el de hoy coloco a Pin y Pon en Cibeles, hoy les llevo a los jardines de Cecilio Rodríguez, hoy me llego hasta la ermita del Santo. En su juego no hay trastienda, no hay calles entre las casas, no hay urbanismo, no hay paisaje ni mucho menos vecinos.

Su juego es un juego sin complicaciones para ella y su mayoría absoluta perversa, en el que ni siquiera se trata de ahorrar, como ella insiste en decir, sino en jugar a las casitas. La casita de Barceló, donde se construye un mercado provisional cuyo coste de desmontaje no se tiene previsto y ahora duda si debe desmontarlo. A las casitas, donde cada material del nuevo mercado hay que traerlo de Alemania, cada vez que se rompe, que con frecuencia es a diario, donde se hace una biblioteca estrecha y sin luz.

El juego de Ana Botella sigue siendo el de dejar a los arquitectos que terminen o construyan proyectos para edificios existentes, proyectos en sí mismos, proyectos que pueden venir de otro lado y ser adaptados porque en Madrid cabe todo, porque qué más da si lo que ve ella es cada casita, su negocio, con su bañera o ducha con mampara, su mármol, su grifería.

Antes de un año, alguien debería sacarle de su error y explicarle que no está jugando con sus nietos sino con los madrileños y que el alcalde es el responsable de solucionar los problemas que afectan a las condiciones de vida de los vecinos, que no tienen grifería porque no tienen agua, ni alumbrado, ni asfaltado en algunas calles de esta ciudad.

Decirle a la alcaldes que su problema, nuestros problemas, los de todos los madrileños son el desconcierto municipal, el chabolismo, los desahucios, el desempleo, la atención sanitaria universal e igualitaria –también en los centros de salud- para todos cuantos vivimos en Madrid, la educación igualitaria para todos, la cultura al alcance de todos y la libertad de expresión. Y que ella, la alcaldesa, no puede olvidar que es responsable de que en la ciudad que representa los problemas crezcan sin aportar nada para que disminuyan.

Ya puede soltar a Pin y Pon y recorrer la totalidad de Madrid sin saltos ni trampas, sin trucos, porque todos cuantos vivimos en esta ciudad sabemos que la necesidad es superior a la satisfacción y que la misión de un alcalde es atender a los necesitados, no alimentar a sus amigos, los satisfechos.

Los juegos de la alcaldesa