sábado. 20.04.2024

En Torra, Casado, Rivera e Inda no está el futuro de España

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Torra es un irresponsable mesiánico pero no es tonto y considera que en el agravamiento del problema está su baza y que en el elevar la temperatura o bajarla a conveniencia está su supervivencia temporal

Tomas Moro en la “República perfecta”, que situó en la isla imaginaria de Utopía, planteaba al hablar de los magistrados, los líderes, que el Senado nunca trata una proposición el mismo día. Explicaba su porque, “para que nadie manifieste confusa y desordenadamente lo primero que se le ocurra y tenga después que buscar razones para su defensa no muy apropiadas al interés público, impulsado por su vergüenza perversa y fuera de tono, que le lleve a halagar antes a su amor propio que el interés de la nación…”. El preclaro filosofo inglés, hoy sería politólogo, no pudo aventurar que llegaría un momento en que el debate político se cifraría en un dialogo entre magistrados mediante cortes televisivos de 30 segundos y  twists que nadie lee, cumpliendo la misión de ser divulgados por los medios y repicados por foros de incondicionales, terminando en un hilo de alegatos a favor y en contra plagados de insultos e improperios. Es la negación del debate.

Nos encontramos finalmente en una suerte de argumentos subidos de tono que, se quiera o no, crean, en parte de la ciudadanía, una progresiva conversión en populacho, más dotado para la recepción de consignas y soflamas que de pensamientos sosegados y reflexivos.

Un máximo responsable institucional, cuando se sube a una tarima alentando a la revuelta callejera, se hace responsable directo de cortes de carreteras, intentos de asalto a Parlamentos y cualquier acto vandálico que pueda suceder. Cuando se cuentan los éxitos logrados por “la desobediencia civil” nadie suele dar cuenta de los muertos dejados en el camino y las fracturas sociales que se produjeron. Tampoco que los objetivos logrados fueron consecuencia de otras cuestiones e intereses. La agitación institucional al vandalismo no puede ser gratuita.

Es loable la apuesta del Gobierno de España, intentando dar una vuelta a la democracia desde la democracia. ¡Fácil parece que no va a ser! Hay muchos intereses cruzados, no todos democráticamente asumibles y casi ninguno pasa por que el gobierno se pueda apuntar tantos en su consecución. Y sobre todo sobre un paraguas fatídico: exigir o amenazar con una convocatoria electoral que a casi ninguno parece convenir. 

Encontrar cauces a los problemas, que se antoja como necesario, no parece estar en muchas agendas. Para ello se debe hacer un ejercicio de racionalidad democrática; eso sólo es posible cuando las reglas del juego limpio democrático se respeten por todos por igual. Solo así caben propuestas y alternativas.

España no es el caso en este momento. La política queda sepultada por un furor comunicacional. Ocupar todo el espacio de la comunicación intentando poner la razón de tu parte. No va de fundamentar razones argumentadas y comunicarlas buscando la comprensión y aceptación por la sociedad. Es trabajar el estómago, las vísceras ciudadanas facilonas, lo de llegar al cerebro sería de nota.   

Torra sabe que su viaje no tiene estación de llegada ni con relación a España, ni a Europa, ni a Cataluña, ni siquiera a su bloque político cada vez más fraccionado y frustrado. Ante esto, mantener la imagen de patriota republicano catalán y que los opresores y traidores sean otros. En esta estrategia vale todo, la cuestión es que el tiempo pase, que se hable de la bronca, que se presione a otros. Amenazar, chantajear, debilitar…¡ruido, ruido, tiempo, tiempo…! Unas nuevas elecciones es un riesgo compartido con muchas incertidumbres en el horizonte.

Parece asumir la más dura posibilidad de la vuelta de la derecha, ahora investida del aznarismo más cavernícola, que no tiene reparos en recordar la intervención militar del 34 porque es muy significativo por la extraordinaria similitud de las situaciones…, donde se pide un 155 ampliado, sabedores que no es solución de nada y ello contando con la alianza de un Rivera echado al monte. Torra es un irresponsable mesiánico pero no es tonto y considera que en el agravamiento del problema está su baza y que en el elevar la temperatura o bajarla a conveniencia está su supervivencia temporal. La salida política no pasa por la autodeterminación. Aceptar una reforma estatutaria es pactar una derrota, aunque sea buena para el pueblo catalán. El plan es que el tren sin destino siga su marcha, hasta que lleguen otros que animen a los hoy ingenuos viajeros a que se bajen.  

El Gobierno, al haber puesto su objetivo en perdurar, el guion es recordar que ahí está él y apretando su muchachada. Esa es la estrategia independentista, aunque no independiente, de la que ha optado un PP que al renovarse se ha encontrado con su peor pasado, sin que la corrupción haya hecho mella en ellos. Formando falange con Ciudadanos, pues ya llegará el momento de romper la alianza estratégica, en intentar conseguir que las cosas no salgan y compartir la vía del guirigay para conseguir que cale el mensaje de “Sánchez no es la solución es el problema”, con obstruccionismo parlamentario, petición de explicaciones inútiles y sobretodo ganar la batalla mediática teniendo al infausto Inda como mentor ideológico.   

El Gobierno debe contener sus impulsos de entrar en esta perniciosa cábala de despropósitos. Una situación como la que arrastramos no se normaliza de aquí al 2020. A estas alturas debe ser consciente de ello y no se puede convertir cada día en un esfuerzo inútil. Tiene su fortaleza en no admitir el chantaje, venga de donde venga. Ha de concretar su agenda con acciones posibles y plausibles, como las ya alcanzadas y valga la recuperación de la sanidad universal por todas. Gestionar los problemas identificados con presupuestos nuevos o prorrogando los actuales, dando certidumbres sobre la compleja situación económica, lanzando mensajes claros sobre la España que es posible, pero que hoy no es. Aunque haya días que no lo creamos viable, los discursos sosegados, reflexivos, llenos de contenido y esperanzadores, aún siguen siendo escuchados por una gran mayoría de ciudadanos.    

En Torra, Casado, Rivera e Inda no está el futuro de España