viernes. 29.03.2024

¡Que lo expliquen!

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Los grandes debates parlamentarios tienen muchas virtualidades, entre ellas la de hacer entender a los profanos muchas cosas que habitualmente quedan ocultas tras lo que es la política a través de los medios. Hay una conexión más directa entre los representantes y representados. Sin lugar a dudas, en un debate alguno lo que les deslumbra es la magia de la oratoria. Todos admiramos de los tribunos su capacidad para hablar durante minutos, arrancando con papeles, después sin ellos, ganando frescura, sueltos, logrando una combinación perfecta de la argumentación retórica y las sanas buenas formas; unas para seducir las otras porque, real o impostada, la buena educación y respeto son imprescindibles.

Entonces la cuestión es, ¿por qué los ciudadanos terminan por creer que un debate es tan sólo un hablar por hablar? un soliloquio que te deja la cabeza caliente y los pies fríos. ¿Es un fallo del sistema democrático, de los políticos o de los propios ciudadanos? En puridad la discusión parlamentaria tendría que servir para hacer argamasa de posibles acuerdos o alianzas. En términos modernos propiciar una interlocución interactiva que tuviera un resultado propositivo. Pero no, la percepción que siempre nos deja es que nunca se ponen de acuerdo.

¿Es imposible que la derecha y la izquierda se pongan de acuerdo en algo? ¡En lo esencial! No. Todo no está sujeto a discusión ideológica, siempre hay un mínimo común denominador que debería ser inconvertible para todos y siempre al amparo de la Constitución. Hay dos visiones irreconciliables de país.  

Más sorprendente pueden ser para un espectador los desencuentros entre miembros del mismo bloque ideológico. Históricamente la derecha siempre ha sabido confluir en torno a un proyecto político, fuera del matiz que sea, más extremo o menos, liberal, democratacristiano, conservador o directamente reaccionario. A partir de 1977 la derecha tuvo la capacidad de saber agruparse en el Partido Popular que asumió, desde Fuerza Nueva y las reminiscencias falangistas, hasta los restos de UCD siendo el núcleo central la Alianza Popular de Fraga y los siete magníficos. El denominado tardofranquismo supo aglutinar en un proyecto común a toda la derecha española. La explicación es fácil, era la única opción de hacer frente a la hegemonía política de los socialistas. El bloque monolítico de la derecha ha permanecido sin fisuras hasta los últimos procesos electorales.   

La izquierda ha tenido un proceso muy parecido. El PSOE ha monopolizado su campo ideológico y los apoyos necesarios para la gobernabilidad del país, cuando no le ha sido más fácil encontrarlo en partidos nacionalistas, que en la izquierda no socialista, primero protagonizada por el PCE, posteriormente con IU y ahora Podemos.

Si hacemos una excursión a la II República las divisiones fratricidas dentro de los bloques ideológicos son las que dominaron la escena política de la época. La derecha, tras el intento fracasado de la CEDA de intentar unir al pensamiento conservador, fue la dictadura franquista dirigida por “no políticos“ sino por militares africanistas de pensamiento reaccionario los que lo logaron a sangre y fuego que diría Chaves Nogales. Todos los grupos quedaron subsumidos en “el Movimiento Nacional” teniendo el nacionalismo español, la religión y la antipolítica como nexo de unión patriótica.

La izquierda, también debería hacer ese viaje al pasado y no estaría mal que para lectura se llevara el libro de Stanley Payne y hacerse la pregunta que se hace el hispanista: ¿Por qué la República perdió la guerra?

Déjenme que les recuerde algunas de las razones que apunta y se las contextualice en la situación actual.

1.- Infravaloración de lo que suponía el enfrentamiento y pensar que la mayoría del pueblo estaba con la izquierda.

2.- Una falsa unión de la izquierda, estimando que solo el miedo a la derecha servía para fraguar un proceso político.

3. El considerar por las otras izquierdas que el PSOE, fuerza mayoritaria de la izquierda, siempre tiene el alma dividida y la parte más moderada y la más radical estaban condenadas a enfrentarse. 

4.-La arrogancia de la izquierda en la valoración del resultado electoral, cuando el margen no había sido tan grande entre bloques.

5.- Acudir a las bases para intentar legitimar su fortaleza.

6.- Las tensiones regionalistas y nacionalistas que hacían que el gobierno fuera débil.

En resumen, en aquel contexto histórico “Franco unificó los partidos de derechas por Decreto y los republicanos se desangraron por luchas internas de tipo ideológico o territorial”.

Hoy como puede colegirse nada es igual, pero todo es parecido.

Arrumbar ahora o dentro de unos meses, porque ha sido imposible ponerse de acuerdo, la gobernabilidad será un cisma histórico de los partidos progresistas, “la banda” que dice Rivera ansioso de dirigir un nuevo Frente Nacional tiene una responsabilidad histórica que va más lejos que poseedor de carteras ministeriales. No entenderlo es infantilismo político.

Una referencia. El programa electoral del SPD no tiene mayor extensión que 40 paginas sin embargo el pacto de gobierno entre este partido y la CDU tiene 177, siendo lo más importante del mismo, no que parcelas de poder se ocupan por unos u otros, sino que la asunción de responsabilidad de gestión es consecuencia directa del programa de gobierno. Eso es fácilmente entendible aún sin saber mucho de política.

Hay que esperar que el juicio histórico de personajes y actitudes del proceso político que se está viviendo estos días pueda saber asignar a cada cual su cuota de responsabilidad y a los demás la comprensión para lo inexplicable. 

¡Que lo expliquen!