miércoles. 24.04.2024

Las humedades españolas

congreso pleno

España está de excursión estelar sin pensar que puede pisar un agujero negro. Las elecciones del 10 de noviembre son una estancia más. Votar siempre es bueno, pero hay que saber que el suelo es inestable. La inestabilidad no es solo de lo político. Planetas, cometas y estrellas se están cruzando a gran velocidad y no tenemos mapa de las constelaciones para saber a dónde vamos. ¿Estamos evolucionando o involucionando? Al principio fue el caos, pero también este puede estar en el intermedio, lo complicado es saber salir. No es para hacer de ello un argumento de tragedia, pero sí tomar conciencia. La historia de la humanidad es un continuum de conflictos e incertidumbres, la gestión (adecuada) es lo que dará dimensión histórica a los éxitos, pero también a los fracasos.    

Los ciudadanos, que ahora están exacerbados, acudirán a las urnas a depositar su voto. La participación en generales en España nunca fue inferior al 68% (69,8 en la repetición del 2016). Tampoco es previsible una volatilidad del voto de una opción a otra que altere el resultado de las mayorías entre bloques. Las volatilidades más significativas producidas en España fueron en el 82 (44%), en el 15 (36%) y en las del 28 de abril (23%) (i). Esto no quita para que entre los bloques se produzcan reasignaciones significativas. Dicho esto, hay un exceso de intuición que será positivo si se confirma, en caso contrario, el susto puede ser morrocotudo.

Durante unas semanas con argumentarios cortoplacistas vamos a decidir cuestiones que tienen una mayor relevancia que el trantrán cotidiano que se ofrece.

Esto es inevitable, unos electores votan por puro sentimiento, otros motivados por rechazo visceral a un partido (líder). Ambos trasladan emociones tintadas de irracionalidad, viscerales filias y fobias. No estaría de más que el electorado tendiera hacia una maduración democrática. No hablo de la pérdida del contenido ideológico del voto, de ello ya se ocupan los partidos. Me refiero a tomar conciencia de lo que se elige al votar: un gobierno, no otra cosa.

El gobierno, recordemos, es el órgano supremo de dirección de la sociedad. Con su acción o con su pasividad ante un hecho, también está organizando nuestro presente inmediato y trazando el futuro.

En España el voto en el 2011 no mejoró sustancialmente en nada las consecuencias generales de la crisis, pero sí empeoro las consecuencias particulares. Fue una opción de rechazo a la gestión de la crisis realizada por el Partido Socialista, no teniendo en cuenta que el PP tampoco tenía margen de maniobra para parar el tsunami de la recesión, pero sí una mayor predisposición a seguir los designios liberales marcados por Bruselas y el resto de instituciones financieras mundiales.

Las elecciones del 15 y del 16 fueron la constatación de que el sistema de representación había entrado en crisis propiciando la emergencia de nuevos partidos con capacidad de influencia decisoria. Estos no han aportado solución alguna, sí inestabilidad y embroncamiento del debate político. Aunque fueron una llamada de atención sobre una necesaria regeneración.  

La regeneración política se antoja en este momento presuntuosa. No se puede cifrar en una reforma constitucional, ni hay (ni se esperan) mayorías parlamentarias que lo hagan posible y como hemos podido comprobar, los llamados “nuevos partidos” reproducen miméticamente las pautas de “los viejos”. La capacidad de consensos básicos se ve muy lejana. No es por envejecimiento del sistema, la democracia universal es muy joven, apenas un siglo. Es una cuestión de actitudes. Se ha pontificado un territorio de relaciones interpersonales y valores colectivos muy complejo de compactar. Nada nuevo, gladiadores y emperadores eran jadeados por el pueblo que a un toque de trompa se convertía en populacho y los héroes rezumaban un exultante alborozo. Los partidos y la política son mero reflejo de una sociedad insatisfecha necesitada de un continuo ra-ra-ra. Una sociedad sabedora de su liquidez pero que rechaza cualquier atisbo de solidez. Una sociedad que proyecta sus patologías en los partidos, un clásico, la culpa de todo es de la política y los políticos. Cuando lo cierto es que son problemas e incertidumbres colectivas que afectan a todos los ciudadanos, aunque confiamos con desdén la solución a los políticos como al presidente de la comunidad las humedades del portal.   

España tiene una buena ristra de 'humedades' que pueden terminar en goteras. La primera, por tiempo y quizás gravedad, es Cataluña. Un problema que por acción, laxitud o incapacidad ha creado la política

España tiene una buena ristra de humedades que pueden terminar en goteras. “La primera”, por tiempo y quizás gravedad, es Cataluña. Un problema que por acción, laxitud o incapacidad ha creado la política. Siempre he querido ser optimista en este tema pero no hay nada en este momento que anime a ello. Las sentencias en derecho y en democracia deben servir para zanjar conflictos. Aquí lo previsible es que lo agrave y que ello se proyecte, ya veremos cómo, sobre el proceso de elección del 10N. Lo sabido sobre “abracadabrantes” servicios de inteligencia autonómicos y los espectáculos parlamentarios, dando cuartelillo a enloquecidos aprendices de terroristas, solo aventuran que cualquier solución que se ponga encima de la mesa está encaminada al fracaso.

El problema vendrá para los españoles si consideramos que Cataluña es el centro de todos los problemas y se vota mirando exclusivamente a Barcelona. Sí hay que pedir a todos los partidos claridad sobre un Plan Cataluña, que no sea una mera acción-reacción. Una solución consensuada, teniendo en cuenta que hay una parte de la comunidad que quiere romper con España y otra igual de numerosa que quiere permanecer en la legalidad constitucional. Lo demás no ofrece solución alguna.

La agenda política española es sobradamente compleja, sumándose las incertidumbres de lo que puede suceder con el bienestar de los ciudadanos, las inconcreciones de cómo se va a dar respuesta a ellas. Por ello, “fulanear” (con perdón) el proceso de elección y quedarnos en la superficie y en lo facilón lo único que hace es alejarnos más de soluciones efectivas.

Ahora bien, como dice un buen amigo, ante una época tan líquida y evanescente…, cabe esperar que por eso mismo la solidez en la sociedad (y por ende en la Política) llegue antes de lo que pensamos.      


(i) Índice de Pedersen.

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