martes. 23.04.2024

¡¡Gibraltar europeo!!

gibraltar

En la semana gibraltareña que hemos pasado han vuelto a resurgir los planteamientos del más rancio españolismo, que no deja de ser otra suerte de nacionalismo

Luis Gómez Llorente, político, filósofo, historiador y sobre todo pedagogo, ilustraba a sus jóvenes alumnos de secundaria sobre cómo él y otros jóvenes de su generación encontraron su conciencia política de una manera, que ahora llamaríamos, transversal. Explicaba como jóvenes madrileños de los cincuenta perdieron la inocencia sobre el nacionalismo patriótico del franquismo de una manera un tanto contundente. El SEU y una parte del Frente de Juventudes convocaron en enero de 1954 una manifestación  con motivo de la visita de la Monarca Británica protestando por el pérfido dominio de los ingleses sobre Peñón, todo ello al recurrente grito de ¡Gibraltar Español!

Las organizaciones juveniles y su Régimen no pasaban por su mejor momento de relación. La manifestación terminó en algarada que fue disuelta de forma violenta por los grises con porrazos indiscriminados a la chiquillería. Los jóvenes descubrieron que habían sido juguetes al servicio de espurios intereses impostados de valores patrióticos, y comprobaron, en carne propia, que tras ello se escondía un sistema represor, defensor del pensamiento único. Un nutrido grupo de aquellos chavales constituyeron la primera camada de los universitarios que dos años después lideraron las revueltas universitarias de febrero de 56 y que significó el fin del poder del SEU en la universidad y el surgimiento de una generación de jóvenes rupturistas con la Dictadura, y futuros líderes de la transición democrática.

En los años sucesivos, Gibraltar fue para el franquismo una mera excusa de exaltación patriótica dejando que el Reino Unido fuera consolidando su posición sobre el terreno. De colonia paso a territorio  británico, referéndums de afirmación británica y una zona donde Francis Drake se sentiría a gusto. La respuesta del franquismo no fue otra que “cerrar la verja” que se abrió como condición de la entrada española a la CEE.

Han pasado muchos años y muchas cosas desde entonces. Hoy, al margen de los complejos entramados jurídico-diplomáticos… la aplicación de tratados, acuerdos, convenciones y adendas, hay una cuestión superior. La Unión Europea, ha sido durante décadas en su espíritu, la vocación de encontrar soluciones conjuntas y consensuadas para mejorar las condiciones de vida de los europeos y superar las viejas y castrantes desavenencias nacionales en un proyecto de futuro compartido.

El Brexit es, como se ha dicho estos días, un peligroso paso atrás en la historia europea. Los que se van han demostrado por voz de sus gobernantes erráticos, cortoplacistas, electoralistas y haciendo gala de un recalcitrante anglo-centrismo que han olvidado que el nacionalismo sigue siendo el gran problema europeo. La Unión Europea, ha sido considerada por sus Estados, naciones, regiones y…sobre todo por sus ciudadanos, en un pasado cercano, como la solución a muchos problemas históricos de los europeos. Ahora tiene que ser lo mismo, la Unión tiene que ser la salvaguardia de la paz, la seguridad y el bienestar de los ciudadanos europeos. La soberanía británica de Gibraltar es un anacronismo histórico, rancio y estéril (que desgraciadamente no es el único en este mundo) que lo que hipoteca es la vida de todos los ciudadanos de ese territorio, con pasaporte británico o español. Estas y otras cuestiones quedarán superadas cuando realmente exista “un único pasaporte de verdad” en una Europa de los ciudadanos, mucho parece que habrá de esperar para ello.

En la semana gibraltareña que hemos pasado han vuelto a resurgir los planteamientos del más rancio españolismo, que no deja de ser otra suerte de nacionalismo. Que no nos equivoquen, España permanece en la UE y asegura con ello que sus socios van a estar con uno de los suyos y no con el que ha decidido marcharse. El camino a recorrer por el gobierno británico se ha convertido en un tortuoso tránsito, es la parte más compleja del jeroglífico y todo es posible aún.

España para mejorar su posición con este tema, que no es ni con mucho él más importante que tiene, ha de continuar en la tarea de que la Unión post-Brexit sea más fuerte y salga del agujero en el que ha vivido los últimos años fruto de su ensimismamiento; una Europa más cohesionada y más eficiente será atractiva para la población de Gibraltar y en segundo término España también debe lograr con premura que los problemas endémicos del Campo de Gibraltar y la vida de los ciudadanos de la zona se superen.

El Plan aprobado por el Gobierno hace quince días es buena señal de que se ha entendido el problema, ahora hay que gestionarlo, convertir con rapidez un entorno precario en una zona emergente de florecimiento del empleo, la seguridad y la calidad de vida. Con ello la verja se caerá como las murallas de Jericó.

En definitiva, es adoptar como consigna el grito de ¡¡Gibraltar Europeo!! Tomar conciencia política de que hoy los problemas se superan con otras visiones de los mismos y con otras formas muy distintas de hacer la política. Dejemos que otros sigan en la algarada patriotera.

¡¡Gibraltar europeo!!