miércoles. 24.04.2024

Érase una vez en… España

¿Llevas mucho esperando?
-Toda la vida.” (*)

Las evidencias no matan, el virus sí. Hay capítulos de esta tragedia que conviene ir pasando para poder llegar a caminar sobre terreno que no esté embarrado y tomar pronto marcha de paseo y ser capaces de ir a la carrera.

EL COVID-19 ha metido un gol a todo el mundo empezando por la organización (OMS), responsable de emitir las alertas internacionales y aconsejar sobre las medidas a tomar a los gobiernos de los Estados (OMS). La propia OMS advirtió sobre el problema que significaba la desinformación..., la involuntaria, la capciosa y la vitriólica.

Es un pernicioso juego de replicar tanto meme imbécil y mal intencionado. El recorrido hecho por la OMS en la información suministrada y la actuación de los propios gobiernos para hacer frente a la crisis, ha sido errática, pero no había otra. No es cuestión ahora centrar los ataques sobre la OMS, ni de este organismo, ni contra los gobiernos, está siendo una gestión a “prueba y error”. ¿Había modelo alternativo? Todo el mundo está legitimado para la crítica, pero sin perder el contexto de donde estamos y que queda. Primero hay que finalizar con la crisis sanitaria. ¡Es el primer problema para todos!

Las cuestiones previas de cómo han llegado las administraciones públicas a esta situación y como están preparadas para hacer frente a los nuevos problemas que una nueva sociedad plantea, todo ello habrá que someterlas a un examen con lupa, dirimiendo responsabilidades y sobre todo ofreciendo soluciones reales para el futuro y lo más importante llevándolo a cabo. La OMS, UE, Gobiernos Estatales, Regionales y Locales, todo su funcionamiento debería someterse a revisión. Lo público tiene que fortalecerse, pero no sin más. No va ser fácil, requerirá en primer lugar, que no se trate de ajustes de cuentas ni políticas, ni personales, ni búsquedas de ventajismos o el cumplimiento de agendas ocultas. La exigencia de responsabilidad no es conveniente, es imprescindible. No hacerlo sería una burla a la ciudadanía y además no estaría exento de consecuencias como una pérdida absoluta y profunda de credibilidad de los poderes públicos (todos). La seriedad y gravedad de lo que está sucediendo obliga a aprender, corregir y enmendar para el futuro. Con la misma seriedad y gravedad hay que decir que si esto no se hace la política y las instituciones, no tendrán valor alguno.

España no puede ser de nuevo diferente. No podemos empeñarnos en emular a Pizarro y los trece de la fama de la Isla de Gallo, ahora no va de trazar líneas divisorias en la arena, como si no fuera posible gestionar aunando criterios sólidos y renunciar a prosopopéyicos discursos dejemos para el trujillano y para la historia lo de:  — «Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere».

No podemos evitar la existencia de políticos y opinantes ahítos de borrachera ideológica, defensores del pensamiento único, guardianes de oscuros intereses que vierten con una agresividad desmesurada su inquina al progreso. Es tan inevitable como malo. Mentira e insulto tiene como único objetivo el deterioro institucional, de ello hay que estar prevenidos ante la crisis social que se avecina. La fortaleza de las democracias se ve ante estas situaciones y en las elecciones será el momento de dirimir el juicio de responsabilidad por los ciudadanos.

Solventada la urgencia del asunto de salud y vida será el bienestar de la población y cómo será su futuro donde habrá que proyectar el foco. Con inteligencia y esforzándose en maximizar sus capacidades España puede recuperar estos meses de hibernación, reconstruir lo derribado social y económicamente, y recordar que pesimismo, derrotismo y desunión siempre merma posibilidades. De cómo se inicie el camino determinará como se llega. Mal, si nos arrogamos constantemente la posesión de la verdad como un matrimonio cabreado.

Un primer paso es bajar la grandilocuencia verbal y escenográfica, gestionar sin gesticular. El éxito no está en el famoso relato si en resolver los problemas. Sobran soflamas, palabras exacerbadas, memoriales y batallas. El lenguaje es importante y la retórica belicista sobra, y la apelación permanente al heroísmo, no va haber medallas para tantos. Las guerras se ganan contando con la exacerbación e inconsciencia del soldado de infantería que se lanza contra la trinchera enemiga, la mayoría de la vez, para que le llenen el pecho de balas. No es esto. Es cuestión de sumar talentos y ciudadanía muy consciente de lo que colectivamente nos está pasando.

Enfrente hay un virus mortífero escapado de control y que los expertos no saben aún como aislarlo. Evidentemente tenemos que tomar conciencia que la larga marcha hacia el neoliberalismo de las décadas anteriores consideró que: la “eficiencia del mercado” también alcanzaba a la salud pública (como a la educación y a la investigación); que la mejora en las condiciones vitales de supervivencia de los mayores los incorporaba como parte de la “economía senior” y ello hizo olvidar que los que quedaban fuera del circuito comercial se convertían en seres humanos muy vulnerables y las residencias “geriátricas” en aparca viejos a altos precios. Esto por lo menos nos debe enseñar que hay mucho de lo que configura nuestra convivencia que debe estar fuera de la oferta y la demanda en una sociedad del bienestar. Eso es recuperar el papel de lo público guste o no, no es ideología es humanidad. “El problema de la verdad es que no tiene remedio”.

A día de hoy no se sabe con certeza como realizar la desescalada para evitar el repunte hasta que no llegue la vacuna, hay que ser muy cautelosos. Tampoco nadie sabe, salvo ese Premio Nobel que todos llevamos dentro, cuáles serán las consecuencias reales sobre la economía. ¿Y cuál será la salud social?

La única forma es intentar compartir el camino y encontrar cuál es el bueno al llegar a las encrucijadas. Si lo que tenemos por delante puede ser verdaderamente muy distinto tenemos una importante tarea: imaginar cómo queremos que sea la nueva realidad e intentar caminar hacia ella y ver qué posibilidades hay de que ese sea objetivo compartido y que sea mejor que lo actual.  

Sin duda actitudes y comportamientos pueden verse afectados, es propio de todas las crisis y conflictos. Ahora globalmente. No olvidar como vendría a decir Max Weber que al hecho económico le precede el sociológico. Por ello, más que un pacto lo que España necesita es acordar el camino que juntos queremos recorrer.


(*) Dialogo de Erase una vez en América, ultima película de Sergio Leone  


Álvaro Frutos fue impulsor del Sistema Nacional de Crisis Español y Director General para Conducción de Situaciones de Crisis en la Presidencia del Gobierno (1987-1996).

Érase una vez en… España