sábado. 20.04.2024

El neoliberalismo agoniza y el PP se desafora

En menos de cien días Joe Biden, el nuevo presidente de EEUU, un tipo soso, serio, formal y octogenario, está revolucionando el mundo a base de estocadas a un neoliberalismo que ya andaba moribundo desde la Gran Recesión. Mientras en Madrid Ayuso continúa con las fórmulas trasnochadas (bajar impuestos, privatizar, adelgazar “lo público”, seguir bajando impuestos…) y cuyos resultados ya son conocidos por todo el mundo (recesión, desigualdad, sanidad pública en los huesos, educación pública en el punto de mira, empobrecimiento incluso de la clase trabajadora, exclusión…),  en estas últimas dos semanas, Joe Biden, ha regalado titulares que implican el principio de un cambio estructural en EEUU, pero también en el mundo.

Por ejemplo: “Biden presenta una reforma fiscal para recaudar 2,1 billones de euros” (8 de abril); “El presupuesto de Biden prima el gasto social y combatir el cambio climático” (10 de abril); “EEUU da alas a la revolución fiscal” (11 de abril). En esta línea, “El FMI pide un impuesto a las rentas altas para pagar la factura de la pandemia” (8 de abril).

Los Estados Unidos de Joe Biden aprobaron un primer paquete de estímulos urgentes de casi dos billones de dólares (léase despacio: 2 billones). Poco después, ya con las luces largas, ha aprobado otros 2 billones con la vista puesta en los próximos ocho años para luchar contra la desigualdad y la pobreza; para mejorar la educación y la sanidad; para invertir en infraestructuras y para luchar contra los monopolios tecnológicos. Además, Biden apuesta por el renacimiento del sindicalismo estadounidense, animando a la clase trabajadora a afiliarse y evitar el poder de piratas empresariales, como el caso de Amazon.

La revolución fiscal que anuncia en EEUU tiene intención de exportarla al mundo entero, proponiendo un impuesto mínimo de sociedades del 21% en todo el mundo, además de plantear que las mayores multinacionales tributen donde generan beneficios. Estos profundos cambios implicarían también, de llevarse a efecto globalmente, acabar con la elusión de impuestos por parte de las grandes corporaciones. Según Tax Justice Network (TJN), citado en “El País”, los países dejan de ingresar 206.000 millones de euros cada año por el desvío de beneficios de las multinacionales. Según TJN, si en la OCDE se acordara un tipo mínimo del 20%, España ingresaría hasta 4.300 millones más al año.

El neoliberalismo ha fracasado. Los padres del neoliberalismo, Milton Friedman y Arnold Harberger ya son historia. Esa historia que comenzó en el Chile de la dictadura de Augusto Pinochet con los “Chicago boys” y que los poderes se encargaron de vender como “el milagro de Chile”; un “milagro” cuyas desastrosas consecuencias se siguen sufriendo hoy.

Ronald Reagan y Margaret Thatcher también compraron aquellas fórmulas neoliberales tras haber pasado por los laboratorios latinoamericanos. La Gran Recesión fue la prueba inequívoca de un fracaso que intentó resucitar Donald Trump aportando sus propias novedades, que tanto gustaron en principio al británico Boris Johnson, al brasileños Jair Bolsonaro o, en nuestras fronteras a Vox e Isabel Ayuso.

Ayuso, “más cuentas y menos cuentos”

Y mientras una legión de economistas de diferentes generaciones crean el edificio de un futuro de progreso más allá de Keynes: Galbraith, Piketty, Krugman, Zukman…, en la derecha española no existe ni un sólo referente, ni una sola persona que aporte una estructura ideológica salvo Esperanza Aguirre, claro. A las teorías neoliberales sólo les queda la corrupción madrileña con sus privatizaciones, sus “ladrillazos”, sus Púnica y Gürtel, su enflaquecer lo público para enriquecer a unos pocos privados. Esperanza Aguirre es la gran intelectual del neoliberalismo del PP, a quien Miguel Ángel Rodríguez pone voz a través de Isabel Díaz Ayuso, capaz de cometer faltas de ortografía cuando habla.

Como tal aparece hoy Aguirre en una entrevista a toda plana en “El Mundo”, criticando a Pablo Casado, y como tal hoy destapa “El Diario”, que la ex presidenta y su marido vendieron un Goya inédito por cinco millones de euros sin protegerlo como bien cultural para ahorrarse impuestos. Todo esto, siendo presidenta, claro.

El “milagro de Madrid”, como el chileno, es una farsa mediática más de Isabel Díaz Ayuso, que miente de manera compulsiva, sólo de forma comparable a cómo lo hacía Donald Trump. Ha empezado la campaña y nos esperan debates. Como dice un amigo, será el momento de poner encima de la mesa “más cuentas y menos cuentos”. Tendrá que explicar Ayuso su milagro y el de las muertes en las residencias, el de los contagios. Tendrá que explicar cuánto recauda la región de Madrid vía impuestos. Más cuentas y menos cuentos. Más datos y menos tonterías del tipo: “los problemas se resuelven tomando unas cañas”.

Lo cierto es que los problemas se resuelven con estudio y con trabajo. El problema de Pablo Casado, Arrimadas o Abascal es que neoliberalismo agoniza, por eso el PP se desafora. La derecha a día de hoy no tiene cimientos, ni estructura. El futuro con esta derecha es la descomposición.

Ayuso no puede convertirse en un freno de progreso para España y Europa, donde miran de reojo las barbaridades que esta mujer protagoniza. En Alemania, el semanario “Stern” acusa a la presidenta madrileña de manipular las estadísticas o de tener “un concepto extraño de la verdad”. El semanario alemán la apodan “la Trump española”. Como Madrid es la vergüenza de España, en “The Times” el mote es “la dama de hierro de Madrid”, donde el periodista y escritor, John Carlin, la compara con el general francés de la Primera Guerra Mundial, Ferdinand Foch, quien instó a cargar contra las fuerzas enemigas a pesar de que las suyas estaban inmersas en el caos.

La falta de lealtad de Ayuso con España y Europa solo es comparable a la del huido Puigdemont. Pero lo verdaderamente preocupante, un síntoma para el estudio y proponer vacunas sociales, es cómo puede votar a Ayuso más de un 3% de madrileños y madrileñas.

El neoliberalismo agoniza y el PP se desafora