jueves. 25.04.2024

Lo que nos deja la madrugada

La madrugada es cuando tengo las mejores ideas, el único problema es que me pilla dormido. Esta es una metáfora de lo que ha sido la política de la izquierda hasta ahora.

La madrugada es cuando tengo las mejores ideas, el único problema es que me pilla dormido. Esta es una metáfora de lo que ha sido la política de la izquierda hasta ahora. Las mejores ideas las hemos tenido en la oposición y eso era como estar dormido. Repito habitualmente que gobernar es un asco, porque requiere un sobresfuerzo y una preparación que poca gente está dispuesta a asumir, confundiendo la fuerza de la voluntad con el débil camino del voluntarismo. Sin embargo, hemos de reconocer que uno de los cambios que se produjo el domingo pasado es que la Comunidad Valenciana se ha colocado a la vanguardia de un cambio, algo que parece evidente al repasar los titulares de la prensa nacional e internacional.

Durante toda la transición democrática la Comunidad Valenciana era un territorio subsidiario en la política estatal. El eje Madrid-Barcelona, el eje Madrid-Vitoria, Madrid-Sevilla y, en el peor de los casos, el eje Madrid-Madrid, han sido los dominantes. El País Valenciano al estar gobernado por el mismo partido que en el Estado o por el de la oposición, alternativa o sucesivamente, ha provocado que esta tierra y su gente hayan sido subsidiaras de la política del Estado y hacemos honor, así, a las gloriosas ofrendas a España. No soy nacionalista, ni en su sentido político estricto ni en su uso vulgar, pero eso no quita que reconozca el desprecio y ninguneo al que han sometido esta tierra a lo largo de los cuarenta años de democracia, actitud que no hizo otra cosa que profundizar el desprecio y opresión al que sometió el franquismo a nuestra comunidad. Lo cortés no quita lo valiente y por tanto, reclamo un espacio para una reivindicación no nacionalista, ni tan siquiera identitaria, del derecho al respecto de esta tierra y, sobre todo, de su gente que pasa, sí o sí, por empezar a conseguir cosas muy concretas, empezando por la financiación. El hecho de que las noticias que aparecen en los medios de comunicación sean, desde el pasado domingo, positivas, esperanzadoras o, al menos, cambio en el paisanaje, ya introduce un sesgo sustancialmente diferente en la forma en que, los que aquí vivimos, nos identificamos con nuestra historia común.

Lo que nos deja la madrugada del 25 de mayo es, sobre todo, un pequeño cambio que, sin embargo, es el principio de una transformación en donde la sociedad valenciana ya forma parte de un reajuste de las relaciones en un plano de igualdad con otros territorios, que cristaliza, por encima de todo, gracias a la existencia de una fuerza política que rompe con un comportamiento electoral tradicional.

Aquí siempre se ha votado en clave estatal, incluso las elecciones municipales, en buena medida, se piensa en esa clave. Éramos, por así decirlo, un mero fractal de una realidad superior que reproducía una España en miniatura, un diez por cien del todo. Y dado que ese era el comportamiento esperado, en las previsiones políticas de los dos grandes partidos, sólo contábamos para sumar los votos valencianos a una u otra de las dos opciones políticas mayoritarias para dar un cómputo global favorable a una u otra. Ahí acababa toda la aportación política de la Comunidad Valenciana al debate; arrastrando la herencia de que, en su momento, Abril Martorell y Alfonso Guerra cerraran nuestro Estatuto para fijar el papel que debía jugar la sociedad valenciana en el tablero político general. Con la aparición en la Comunidad Valenciana de una fuerza política diferente, el cambio es tan importante que la política dejará de pasar por cualquiera de los ejes que une dos puntos, para pasar a ser percibida como una figura geométrica poliédrica de la que forma parte junto a otras.

Si algo hay que agradecer – permitidme la boutade – a la corrupción del Partido Popular, dada la profundidad del pozo de porquería al que han intentado sumergir este territorio y la calidad de los desechos acumulados, es haber llevado a tal extremo la situación, que ha hecho que la gente huya de ese comportamiento, permitiendo que, por hartazgo, esa descomposición afectara a la propia máquina de pudrir. Claro está, esta huida no hubiera sido completa ni positiva sino hubiera un receptor de esas voluntades de cambio, por lo que ha sido necesaria, además, la capacidad de una fuerza política de ponerse al frente de la denuncia de la corrupción para canalizar esa voluntad. Una capacidad a la que se ha unido objetivos de carácter social y económico que ha permitido superar la estrecha defensa de la transparencia y buen gobierno y llevar el debate al ámbito de un proyecto global. Sobre esto último ya se ha reflexionado suficientemente, pero de lo que se ha hablado poco es de las consecuencias para el futuro inmediato que tendrá esa ruptura de paradigma tanto para la política en el País Valenciano como para la propia organización política del Estado.

¿Alguien se plantea tratar a la Comunidad Valenciana como hasta ahora en las negociaciones de los asuntos de Estado y de aquellos que nos afectan directamente? ¿Alguien cree que cuenta con la sociedad valenciana para seguir ofreciendo nuevas glorias a España sin que se nos pregunte sobre futuras ofrendas? ¿Alguien duda de que la política tendrá cada vez más un carácter federal y que esto supondrá, por ejemplo, la transformación de instituciones del Estado como el Senado? ¿O se duda de que un acuerdo de gobierno de izquierdas en España pasa por una mayoría social y electoral en la Comunidad Valenciana que apoye esa alternativa?. Sinceramente creo que las cosas van a empezar a cambiar mucho en los próximos meses gracias a lo que ha sucedido en esta tierra. Porque una consecuencia más, y de mucha importancia, es que este ejemplo impregnará otros territorios, otras formaciones políticas y otros comportamientos políticos puesto que, uno de los argumentos que traslada este modelo, es que se puede construir una alternativa política que defienda a un pueblo, solidariamente con otros pueblos, sin la necesidad de ser una fuerza nacionalista, que incorpora las identidades como un componente de ciudadanía, sin supeditar el pueblo a la defensa de sus señas sino reconociendo que éstas forman parte de la gente

Con esto se transgrede la lógica que ha marcado la política hasta ahora, según la cual, si no estás en alguno de los partidos de ámbito estatal y quieres tener un papel protagonista en el escenario común, o eres nacionalista o no eres nada fuera del bipartidismo. No existe, desde ese punto de vista, más espacio político que uno de los dos grandes partidos o el nacionalismo. Compromís escapa a esa lógica en un complejo, y no siempre fácil, encuentro de pensamientos, intereses y objetivos que, sin embargo, no anula las identidades de sus integrantes. El éxito electoral no debería modificar esta realidad, porque es más que una anécdota, es una condición de la permanencia del proyecto y de su éxito.

Al contrario que en la naturaleza, en la que la necesidad no crea el órgano – salvando la distancia de las disciplinas – en política la necesidad de representación se convirtió en opción virtuosa por un cúmulo de circunstancias y voluntades, que dieron luz a Compromís. Ahora, otras circunstancias entre las que está el resultado electoral, dan a este proyecto político una proyección de Estado que contagiará la acción política global, abriéndose la colaboración con otras fuerzas políticas, especialmente con Podemos y probablemente con un PSOE diferente al que se construyó en Suresnes o una Izquierda Unida alejada de lo que son ahora. Aunque eso es una decisión sobre la que no tengo nada que decir. Que esta madrugada les pille dormidos o durmiendo, me preocupa menos que saber que a muchos otros, las buenas ideas nos han pillado despiertos.

Lo que nos deja la madrugada