jueves. 25.04.2024

La Libertad Incómoda

El derecho a la libertad de expresión es quizás el más humano de todos

“Un robo a la raza humana” Con estas palabras, John Stuart Mill definía el crimen que comete un gobierno cuando decide legislar, perseguir o encerrar a personas basándose en lo que han expresado públicamente. Esta frase se mantiene totalmente vigente. La censura no solo daña al censurado, si no que arranca del resto de la sociedad la posibilidad de compartir, rechazar o alabar la opinión acallada.

Tristemente este atraco se ha dado a lo largo de toda nuestra historia. Prácticamente ninguna sociedad premoderna defendió la libertad de expresión completa de sus ciudadanos. Los gobernantes querían acaparar todo el poder y sabían que la comunicación y la difusión de ideas era un arma muy poderosa.

Sin embargo, vemos como el derecho a la libertad de expresión es obviado. Se da por descontado que la democracia, en contraposición con la dictadura, no controla la producción intelectual

A través de la pluma han caído monarcas, han estallado guerras civiles y se han logrado acuerdos de paz. Una idea poderosa, si no es suprimida a tiempo, puede hacer temblar los cimientos de cualquier forma de poder. Por ello, la lucha por la libertad primero de imprenta, luego de prensa y finalmente de opinión, se ha saldado con miles de muertos a manos de dictaduras que, al no saber combatir las ideas, usaron el plomo frente a la palabra.

El derecho a la libertad de expresión es quizás el más humano de todos. A una persona le pueden encerrar, quitarle todas sus propiedades, torturarla, pero nunca podrán quitarle lo que le hace humano: sus miedos, sus inquietudes, sus pasiones y su conocimiento. La libre expresión y difusión de nuestras ideas nos hace ciudadanos y nos dignifica como miembros de una sociedad respetuosa y respetable.

En la actualidad, gracias al desarrollo de las democracias modernas y a la lucha de miles de personas, muchos derechos antes vistos como imposibles se están consolidando. El estado defiende ciertos derechos inalienables como el voto, la libertad de reunión o la libertad religiosa. Aunque hay mucho por mejorar tenemos unas libertades más o menos aseguradas.

Sin embargo, vemos como el derecho a la libertad de expresión es obviado. Se da por descontado que la democracia, en contraposición con la dictadura, no controla la producción intelectual. Tendemos a pensar que con la desaparición de los censores ha desaparecido la censura. Esos hombres oscuros que tachaban frases de libretos teatrales y controlaban la cantidad de piel al descubierto de los carteles han sido eliminados de nuestro país, pero la censura sigue presente.

La falta de debate y de protección legal de este derecho lo hace un blanco fácil a las garras del poder político y de las diversas ideologías. Ningún político defiende la libertad de expresión como derecho transversal por que a lo mejor pierde votos. Tertulianos, diputados y periodistas dicen defenderla pero solo lo hacen en los casos en los que se está persiguiendo a alguien de su misma cuerda ideológica. La izquierda y la derecha llaman al otro intolerante y censor mientras defienden leyes y procesos de censura.

En nombre de los oprimidos

La izquierda (o los movimientos que se consideran de izquierdas) ha usado la censura para defender a “colectivos oprimidos”. Durante los últimos años vemos cómo muchas leyes con intenciones buenas incluyen partes que atentan directamente contra la libertad de expresión. Leyes que censuran en nombre de la defensa de las víctimas del franquismo, del colectivo LGTB+ o del feminismo.

Empecemos por la ley de memoria histórica del partido socialista. Tras la dictadura, fue necesario en España un intento de dejar atrás los crímenes del franquismo en pos del avance democrático. Años después, fuimos conscientes de que era nuestra responsabilidad lidiar con ciertas irregularidades y posos de la dictadura que dañan la calidad de nuestra democracia.

La ley que emanó de estas preocupaciones reconocía a las víctimas de la guerra y la dictadura y ayudó a que cientos de ciudades españoles cambiasen nombres de calles y plazas dedicadas a personalidades del franquismo. También esta ley ha ayudado a justificar judicialmente la exhumación de Franco y eliminar así una anomalía democrática que sufría nuestro país. El problema viene con algunas disposiciones adicionales que establecen penas de prisión para quiénes “enaltezcan el franquismo” y “lesionen la dignidad de las personas mediante acciones que entrañen humillación”.

Estas disposiciones crean el problema común de casi todos los casos que veremos en este artículo. ¿Que es enaltecer el franquismo? esa puede parecer más fácil, pero ¿Que es lesionar la dignidad? Cuando Falange hace una manifestación de apoyo al dictador parece claro, pero, ¿No podría considerarse también lesivo a la dignidad que Albert Rivera diga que el franquismo ni le viene ni le va porque nació en democracia? ¿Deberíamos perseguirlo judicialmente?

Otro ejemplo es la ley LGTB+ que defendió Podemos durante un tiempo. Bajo la premisa de defender al colectivo, la ley permitía la destrucción y censura de libros discriminatorios y la persecución de ofensas al colectivo en redes sociales. Esta ley planteaba de nuevo el problema comentado, ¿Quién decide qué daña la dignidad del colectivo? Las leyes que legislen una forma de censura corren siempre el riesgo de extenderse a otros casos y convertirse en un peligro para los derechos de la ciudadanía.

El tercer y último caso del que hablaré es quizás el de mayor actualidad. A finales de agosto, el grupo SFDK fue vetado del Bioritme, un festival en el que se les había contratado, por negarse a participar en una formación de género. El punto violeta (un lugar que se reserva en muchas fiestas y festivales para actuar con mayor efectividad contra las agresiones machistas) recibió una queja de una asistente al concierto que se sentía ofendida por las letras del grupo. Esto habría llevado a que la organización pidiera una reunión de la banda con esta chica, a lo que la banda se negó. El festival expulsó al grupo y sacó un comunicado justificando sus acciones dentro de su política feminista y buscando difamar a los artistas.

Las redes se rebelaron contra esta decisión defendiendo a SFDK, un grupo que en sus canciones lleva años denunciando el machismo y la violencia de género. Una vez más (esta vez a nivel informal) vimos cómo se aplicaba la censura con un criterio subjetivo y completamente personal.

Estos tres casos comparten una misma lógica. Buscan defender a un colectivo desfavorecido y justifican la censura en una supuesta cruzada por la dignidad y el respeto. A pesar de lo nobles que sean sus intenciones, sigue siendo ilegítimo. El estado ha de defender y promover políticas de ayuda a las minorías, no usarlas para elaborar leyes que coarten la libertad de expresión.

Terroristas y profanos

La derecha por su parte tampoco se queda corta en sus ataques a la libertad de expresión. La ausencia de un auténtico liberalismo español moderno y la fuerza del conservadurismo ha promovido la existencia de muchas leyes que de una manera u otra coartan la expresión de ideas disidentes. La censura generada por la derecha suele centrarse en torno a los delitos de apología al terrorismo y de ofensa a los sentimientos religiosos.

Algunos de los casos más controvertidos de los últimos años en el debate de la libertad de expresión se han dado en el ámbito de las acusaciones por apología al terrorismo. Este crimen persigue el enaltecimiento o la justificación por cualquier medio de expresión pública o difusión de los delitos o personas relacionados con el terrorismo.

Este artículo data de 1995 y se creó para defender la dignidad de las miles de personas que sufrieron directa o indirectamente la violencia de ETA en nuestro país. Es una medida que refleja la importancia del respeto por los víctimas y el completo rechazo a cualquier justificación política de los atentados.

Hasta aquí todo bien. ¿Donde empieza el problema? Una vez más, cuando se empieza a usar esta ley para perseguir formas de expresión que no tienen relación real con la banda terrorista. Hay tres casos que han sido los más sonados en este ámbito.

El primero es el del cómico Facu Díaz, acusado de apología al terrorismo por un sketch en 2015. En el video hacía una sátira en la que el Partido Popular se disolvía por sus crímenes de corrupción comparándolo con la entrega de armas de ETA. El uso de imágenes paródicas de los comunicados de la banda terrorista y la comparación creó una gran polémica y ofendió a muchas personas. Este caso llevó a la imputación del humorista que llegó a tener que ir a un juzgado a declarar ante un juez por un sketch que por mucho que pueda ofender, no deja de ser eso, un sketch.

Otro caso se dió en un espectáculo organizado por el ayuntamiento de Madrid en tiempos de Carmena. Una mala contratación llevó a que unos niños asistieran a una representación para adultos. Una obra que ya era controvertida de por sí por que criticaba el uso indiscriminado de las acusaciones por terrorismo para perseguir a voces discordantes ideológicamente. La polémica llevó a que los titiriteros pasasen dos noches en la cárcel juzgados, irónicamente, por enaltecimiento al terrorismo.

El último ejemplo de este apartado es quizás el más delicado. Se trata del de los raperos Valtonyc y Pablo Hasel. Condenados por enaltecimiento del terrorismo y por injurias a la corona, en ambos casos con condenas de cárcel. Estos dos músicos han sido el centro de algunos de los debates más encendidos sobre la libertad de expresión.

Sus canciones son profundamente ofensivas para mucha gente, entre la que me incluyo. Valtonyc alaba a los grapo “terrorismo invicto como los grapo” y amenaza con violencia a políticos con nombres y apellidos, Hasel pide que “explote el coche de Patxi López” y defiende que “Los Grapo eran defensa propia ante el imperialismo y su crimen”.

Defender la libertad de expresión de estos individuos no es tarea fácil. Son los ejemplos más extremos los que ponen en jaque nuestros ideales y definen nuestra verdadera visión de cómo deben legislarse ciertos derechos en nuestra sociedad.

El otro gran campo de censura de la derecha española es la religión. Repasar históricamente la censura de la iglesia daría para un artículo de por sí, así que me centraré en la actualidad. Aunque pensemos que la censura por razones religiosas sólo ocurría en el pasado, estamos viendo indicios en nuestro día a día que deben preocuparnos.

Hemos visto como se ha procesado judicialmente al actor Willy Toledo por cagarse en dios, se ha admitido una querella contra Carlos Santiago por hablar de los huevos del apóstol Santiago en un pregón y se ha llevado a sede judicial a tres mujeres por realizar una procesión con una imagen de una vagina, parodiando las procesiones religiosas.

Como vemos la derecha también crea sus tabús y defiende la libertad de expresión cuando le interesa. Y, al igual que la izquierda, usa una retórica agresiva cuando se les crítica. Acusan a todo el que ponga en duda estas leyes de tener la mano blanda con el terrorismo o de permitir la persecución por razones religiosas.

Mañana podrías ser tú

El mayor problema de la legislación sobre la libertad de expresión es que no hay nadie que defienda este derecho de verdad, con todas sus consecuencias. Los que se quejan de la ley de memoria histórica callan en los casos de apología del terrorismo. Políticos como Pablo Iglesias protestan contra las condenas a Valtonyc y a Hasel mientras defienden la ley LGTB+ y persiguen judicialmente poemas que consideran machistas. La expresión es poder y nadie esta dispuesto a asumir el coste político de apoyar una libertad de expresión sin límites.

Entiendo que mi posición en este tema puede ser vista como extrema, ¿Defendiendo esa libertad no estás amparando a machistas, terroristas y neonazis? Esta crítica es comprensible, ¿No debe el estado censurar ideologías o ideas que son malas para la sociedad?

Si, puede decirse que el estado ha de tratar de atacar las ideas negativas al igual que ataca otros asuntos como pueden ser el crimen o la pobreza. El problema se da cuando esta supuesta persecución de ideas dañinas pone en jaque el derecho a la libertad de expresión.

La ofensa y la ideología son temas personales y colectivos muy complejos. Lo que a una persona le hace gracia a otra le puede ofender profundamente. De cara a legislar no podemos partir de la idea de que una moral individual tiene una razón universal. La ofensa personal y colectiva de por si no puede ser un argumento para censurar.

Para mi la única razón de censura va más allá de apologías o criterios morales abstractos y manejables por el poder. Sólo la amenaza realista de realizar crímenes concretos o la prueba de un crimen más allá de la expresión pueden ser razones para judicializar estos actos.

Siguiendo esta lógica, puede perseguirse que alguien amenace con asesinar a un representante público en un mitin concreto o se puede usar como prueba en un juicio los indicios que se encuentren en las redes sociales del acusado, pero no se pueden perseguir pruebas abstractas de criminalidad.

Como defensor acérrimo de la libertad de expresión entiendo que hay casos radicales en los que es difícil hablar de libertad. Pero hemos de comprender algo: Por muy ofensivo, insultante o perjudicial que nos parezca un mensaje o forma de expresión debemos tratarlo de la misma manera, atendiendo a unos principios comunes. En mi caso considero que no se debe combatir este tipo de “delitos” con condenas de cárcel, aunque se ha de debatir cómo se inserta el delito de odio en el código penal.

Promover leyes buenistas que enmascaran los ataques a la libertad de expresión con supuestas defensas de la dignidad es un camino peligroso hacia un recorte de derechos. Nuestra libertad no debe depender de lo que ofenda o agrade a la sociedad en la que nos ha tocado vivir.

Una propuesta interesante en este campo la encontramos en el documento: “Una propuesta alternativa de regulación de los delitos de expresión” del grupo de estudios de política criminal. Presenta una reforma que incluye medidas como sacar el delito de injurias del código penal y que solo sea juzgable por el civil, eliminar el delito de injurias contra la corona para que se trate al monarca igual que a cualquier ciudadano y suprimir delitos como el ultraje a la bandera o la ofensa contra los sentimientos religiosos. También busca limitar el delito de odio a los ataques a grupos vulnerables. Medida quizás insuficiente pero que va en el buen camino. Estas propuestas, junto a muchas más, podrían ayudar a dar una mayor protección contra la censura en nuestro país.

La libertad de expresión es un derecho fundamental, un balance esencial contra todo tipo de poderes y tiranías. Hemos de señalar y criticar a todo aquel que quiera usar la censura en alguna de sus formas para lograr sus objetivos políticos. Aunque estas leyes no te afecten directamente has de luchar contra la mordaza, porque hoy son los “apologistas del terrorismo” los que “ofenden a las víctimas” y los que atacan la “sensibilidad religiosa” pero mañana algo que tu dijeras podría ofender a un grupo de influencia, mañana, el acallado podrías ser tú.

La Libertad Incómoda