viernes. 29.03.2024

Y ya no puedo más...

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Como dijo (y cantó) Camilo Sesto:

"Y ya no puedo más,
y ya no puedo más,
siempre se repite la misma historia.

Y ya no puedo más,
y ya no puedo más,
estoy harto de rodar como una noria."

Sí, lo reconozco, hay veces que me siento menos desgraciado cuando pienso en el caos que supondría que en plena pandemia tuviéramos la Presidencia del Gobierno de España (aún más si comparamos los datos epidemiológicos de nuestro santo país con los de los vecinos comunitarios) en manos de alguien como Isabel Díaz Ayuso (o similar) con la supervisión de Abascal y Ciudadanos.

Sin embargo, al ponderar a nuestro actual gobierno y recordar el nefasto retraso con que se tomaron medidas en marzo, así como la rápida y loca desescalada para beneficiar la economía y salvar el turismo veraniego, y además contemplo la posición de cola de España en el hit parade de desaciertos al luchar contra el Covid-19, no puedo evitar ponerme de los nervios cuando contemplo tantos derroches de paripés innecesarios como la cumbre de las banderas entre el Presidente de Gobierno y la Presidenta de la Comunidad de Madrid. 

En una situación de emergencia, la clase política debería limitarse a convertir en hechos las propuestas sugeridas por los equipos de avezados especialistas que les asesoraran en cada materia, partiendo de de argumentos exentos de intereses de partido o ideología

También me saca de quicio la palabrería vacua de esos señores con traje y corbata, y a veces sin corbata, que salen en los telediarios y son tan nombrados en las tertulias de expertos de pacotilla. Me chirrían las declaraciones de intenciones y los lugares comunes donde confluyen los ineptos que están al mando de unos caballos cada vez más desbocados arrastrando un desvencijado carro que se cae de maltrecho. Y en ese carro vamos todos, o casi todos.

Me indigna no solo el batacazo de rebrotes (mejor le llamamos segunda ola) que sufrimos desde el verano, sino sobre todo que de una puñetera vez no empiecen a tomar riendas de la pandemia los verdaderos expertos en epidemiología y salud pública y no esos políticos clónicos, sesgados por influencias partidistas y por las órdenes tácitas que reciben bajo presión de los intereses económicos, financieros y empresariales.

En una situación de emergencia (y esta lo es), la clase política debería limitarse a convertir en hechos las propuestas sugeridas por los equipos de avezados especialistas que les asesoraran en cada materia, partiendo de de argumentos exentos de intereses de partido o ideología.

En momentos así me surge una pregunta:

«¿Conozco algún político formado, capaz, sincero, decente, veraz, coherente, en quien pueda confiar como lo haría, por ejemplo con alguien como el expresidente uruguayo Pepe Múgica, aunque viviera en la Moncloa y no en una humilde casa de campo?

Es evidente que para esta pregunta que con tan mala idea me hago (a veces tiendo a fustigarme) jamas encuentro respuesta, al menos no afirmativa, tal vez por inexistencia de esa persona ideal, ni tampoco de su hipotético equipo.

¿Existirá algún político así, o tal vez los tienen escondidos en sus partidos, relegados en despachos cutres a cargos sin responsabilidad? ¿Existirán, o quizás son personas demasiado sensatas para militar en ninguna formación y nunca aceptarían un cargo político así los mataran?

En estas situaciones, os prometo que entro en un estado de impotencia y tristeza que, de no ser porque a veces tengo dos dedos de frente, me amargaría la existencia.

"Siempre se apodera de mi ser,
mi serenidad se vuelve locura
y me llena de amargura.
y ya no puedo más,
y ya no puedo más."

Y ya no puedo más...