jueves. 28.03.2024

¿Habría pactado Adolfo Suárez con Blas Piñar?

Pese a sus orígenes franquistas y a sus antecedentes como jefe provincial del Movimiento, me resulta difícil imaginar a Adolfo Suárez pactando con Blas Piñar, y aun más ofreciéndole un cargo institucional a cambio del apoyo de Fuerza Nueva en su investidura como presidente cuando se celebraban en España las primeras elecciones generales libres desde 1936.Un pacto de Suárez con el franquismo habría sido una incoherencia y una traición al espíritu de la Transición, en un momento histórico en el que, aunque lleno de dificultades políticas, sociales y económicas, se estaba consiguiendo el sueño de dejar atrás la dictadura para constituir un Estado democrático de derecho.

Sin embargo, como contrapunto a lo que nunca hizo Adolfo Suárez, (bien por convicción o bien por la coyuntura de la etapa que le correspondió protagonizar), tal día como hoy, tras cuarenta años de democracia y en un momento en el que cualquier conato de fascismo debería brillar por su ausencia, un par de ambiciosos lenguaraces llamados Pablo Casado y Albert Rivera, ambos poseídos por un ansia de poltrona casi tan desmesurada como sus bandazos ideológicos, deciden traicionar a sus votantes —al menos a los más demócratas— aliándose con Vox sin importarles que los cimientos de este partido se asienten en el pasado más rancio,y sus principios comulguen con el ideario de una de las páginas más nefastas de nuestra historia.

Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la extrema derecha ha hecho acto de presencia en la Europa democrática,y ejerce una influencia cada vez mayor en los parlamentos, una circunstancia que afecta también a nuestro país con el auge de Vox. Si bien parece improbable que los emergentes partidos de corte fascistoide lleguen a gobernar en el Viejo Continente —al menos a medio plazo—su crecimiento es notorio, y con él la probabilidad de que peligren las libertades inherentes a la democracia y muchos logros sociales como las leyes que regulan el aborto, el abordaje humanitario de la inmigración, los derechos de la mujer, los matrimonios entre personas del mismo sexo, la lucha contra la xenofobia y muchas más ganancias que sustentan la igualdad y la justicia social.

Hasta ahora, España era una excepción hasta que las elecciones autonómicas andaluzas sorprendieron a propios y extraños con la entrada en tromba de Vox en el parlamento andaluz, incorporándonos así en el club de los países que cuentan con partidos populistas de extrema derecha en su arco parlamentario.No obstante, y a diferencia de la mayoría de las democracias europeas donde es unánime (incluidos los partidos de derechas) recurrir a un cordón sanitario que evite el acceso de la extrema derecha a cargos públicos, en España, el Partido Popular y Ciudadanos han pactado con Vox en Andalucía —haciendo caso omiso a las advertencias de Europa— y lo siguen haciendo en el resto del país tras las elecciones generales y autonómicas. En este sentido, el Gobierno francés, a través de Emmanuel Macron, ha sido rotundo al advertir a Ciudadanos que no aceptará ambigüedades en su relación con Vox, bajo amenaza de romper la cooperación política que hay entre el partido de Rivera y el Gobierno galo.

Sin embargo, es tanta el ansia que tienen de tocar poder, que ni Casado ni Rivera son conscientes de que su alianza con el populismo de extrema derecha sólo les aportará beneficios a corto plazo, pero pese a ello, ciegos de ambición perseveran aun a costa de menoscabar —por las exigencias de los neofranquistas— el marco de libertades y el estado de bienestar que tanto reivindican los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

Con lo que nos ha costado desprendernos del franquismo, es alarmante que la gobernabilidad de algunas autonomías y ayuntamientos quede a partir de ahora en manos de lo que decida la extrema derecha representada por Vox, un partido con polémicas y extravagantes reivindicaciones como la instauración de un PIN parental para que «los padres puedan excluir a sus hijos de enseñanzas, charlas, talleres o actividades con carga ideológica o moral», promover la tutela de las mujeres con embarazos no deseados para convencerlas de que no aborten, prohibir que en los colegios se hable del aborto y de la homosexualidad, derogar la ley de Memoria Histórica así como también la ley contra la violencia de género y las leyes que beneficien a los colectivos LGTB.Es fácil apreciar la obsesión por el sexo que obnubila a este colectivo de corte fascistoide, pero hay otras obsesiones que constituyen su señal de identidad como es su rancia estética vinculada al pasado glorioso del Imperio Español y su enfermizo empeño por la consecución de una nueva Reconquista.

Señor Casado, señor Rivera, me encantaría que reflexionaran y que la razón se impusiera en sus actuaciones aunque sólo fuera por respeto a sus votantes más sensatos y demócratas. Desde mi posicionamiento de izquierdas, les aseguro que me haría feliz que en mi país hubiera una derecha honrada, moderna, socialmente comprometida y que se negara a pactar con partidos de corte ultraconservador. Quiera dios que ustedes rectifiquen y piensen antes que en su beneficio, en esa España que tanto aman, la misma de la pulserita rojigualda que exhiben con orgullo. Y si no,que el tiempo y la justicia divinales ponga en su sitio a cada uno de ustedes.

Por cierto, y respondiendo a la pregunta del titular de este artículo, estoy convencido de que Adolfo Suárez nunca habría pactado —ni lo hizo— con Blas Piñar, pero en lo que a ustedes respecta, si en sus manos estuviera, palabrita del niño Jesús que convencido estoy de que lo harían con tal de salvar su cuota de poder.

¿Habría pactado Adolfo Suárez con Blas Piñar?