viernes. 19.04.2024

Y al final, el PSOE se rompió

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Es altamente probable que el titular que he escogido para este artículo se haga realidad en breve, algo que confieso lamentaría profundamente. Sin embargo, es obvio que la batalla interna del PSOE apunta al desenlace dramático de unas primarias tras las cuales será prioritario recomponer la unidad. Aunque de momento el PSOE no esté roto, la tensión interna es cada vez mayor y es de temer una fractura, tanto si Pedro Sánchez gana como si pierde las primarias. 

Virulentas descalificaciones afloran en los mítines de precampaña, en los medios y en las discusiones entre militantes. El sanchismo acusa a Susana Díaz -favorita de las viejas glorias socialistas, de los barones con mando en plaza, de la gestora y hasta del PP- de fomentar un socialismo liberal y poco de izquierdas, mientras que Díaz acusa a Sánchez de un exceso de «personalismo» y de capitular ante Podemos.

Igualmente, mientras los partidarios de Sánchez dicen temer un pucherazo, la gestora -o Díaz, tanto monta- advierte al exsecretario de un posible delito de financiación ilegal por el crowdfundingelegido para recaudar fondos. Patxi López, mientras tanto, ve disminuir sus probabilidades conforme la campaña se polariza en un duelo a dos y algunos de sus partidarios piden ya que él y Sánchez unifiquen sus candidaturas. 

Susana Díaz se está comportando como si fuera la legítima heredera de las esencias históricas del PSOE, la elegida que cuenta con la bendición del aparato y la salvadora que el domingo 26 de marzo ungieron las viejas glorias en el acto de presentación de su candidatura. En su discurso, Díaz proclama que es roja hasta la médula, que no es conservadora y que el PSOE que derrocó a Sánchez no se vendió a los populares y les está poniendo las cosas muy difíciles desde la oposición al exigir pactos que resuelvan los graves problemas de los ciudadanos.

Mientras tanto, Pedro Sánchez se presenta como el líder de los militantes de base y una víctima de la gestora que hizo a Rajoy presidente. Hay en su mensaje un intento de imponer la verdadera izquierda de los militantes por encima de oligarquía de la gente guapa socialista. El exsecretario general denuncia que hubo maniobras para dejarlo fuera de juego y que el PSOE que le traicionó no ha conseguido arrancar un solo logro al gobierno del PP. La consigna de Pedro Sánchez es que sólo se podrá ganar a la derecha si la izquierda aglutina transversalmente sus esfuerzos.

Ante este panorama, entristece comprobar en lo que se ha convertido aquél PSOE de 1982, y decepciona que millones de votantes se hayan quedado huérfanos de confianza y sobre todo de ilusión. 

Todo apunta a que el PSOE está en riesgo de fractura y que le aguarda un enfrentamiento fratricida que sólo se evitará si hay un faire play elegante en campaña y una ausencia de purgas y exclusiones cuando las primarias se resuelvan.

Aunque no acostumbro a definir mis predilecciones (máxime cuando no milito en ningún partido), diré en esta ocasión que prefiero el mal menor que supone Pedro Sánchez. Tal vez sea porque nunca me ha atraído la imagen populachera y la ambición falazmente negada -y mal disimulado- de Susana Díaz, o tal vez también porque simpatizo más con el papel de outsider que le ha tocado interpretar al exsecretario general, a pesar de que a veces parezcan contradictorios sus mensajes y que sus cambios de rumbo resulten desconcertantes en su andadura de héroe solitario en lucha contra el establishment

Mucha suerte y mucho tiempo (tal vez generaciones) va a necesitar el PSOE para volver a ser lo que fue.

Y al final, el PSOE se rompió