jueves. 28.03.2024

Cuarta convocatoria

Acabo de llegar de votar, me he preparado un café y he escrito en el iPad esta breve reseña a modo de refresco que aporte un poco de humor a una jornada electoral, mas bien cansina por ser la cuarta vez que nos hacen creer que hemos suspendido y debemos volver a examinarnos

 

 

No es por presumir, ni mucho menos, pero jamas en mi vida de estudiante tuve que acudir a una cuarta convocatoria de un mismo examen. Nunca fui un estudiante especialmente brillante, pero al menos no suspendí ninguna asignatura.

Incluso en la Facultad de Medicina, obtuve una o dos matriculas de honor en cada uno de los seis cursos (conseguir varias era una quimera sólo posible para estudiantes de la colla selecta, como por ejemplo los hijos de catedráticos, mientras los que brillábamos en una asignatura que nos apasionaba, teníamos que conformarnos con un sobresaliente de consolación.)

Pero vayamos al tema del día. 

Ayer fue un día de reflexión, y os prometo que no reflexioné para nada en lo referente a aquello acerca de lo que los prebostes que mueven el cotarro electoral me pedían que reflexionara.

Hoy es día de votación, y os prometo que no me he sentido motivado a votar —aclaro de entrada que ya he votado— sino más bien a examinarme de una asignatura que los políticos ávidos de poder, aseguran que he suspendido ya tres veces. 

Os aseguro que me he levantado sin ilusión electoral (como podía hacerlo en los comicios de los albores de la democracia), y una sensación que, ahora que estoy despierto sé que era mitad hastío y mitad ansiedad. ¿Por qué? Sencillamente por sentirme inmerso —a la fuerza— en un día de la marmota al que a mí y a millones de personas normales como yo, nos han abocado los mediocres políticos de quienes depende el funcionamiento de los engranajes de nuestro país (o nación de naciones como dice textualmente la Constitución en su Artículo 2: “... garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran...”.

Tres veces me examiné —léase voté— y tres veces, al parecer, he suspendido en los últimos cuatro años para que ahora me vea en la necesidad de repetir de nuevo un examen que, os aseguro, he calcado de los tres anteriores.

Aunque hoy no es día de reflexión, mirad por donde me ha dado por sentarme en mi rincón de pensar, y tras no muchas cavilaciones he llegado a una conclusión que, como colofón de este breve artículo, comparto en formato de pregunta: 

¿Soy yo, y el resto de millones de votantes, quienes venimos suspendiendo un examen electoral tras otro, o mas bien son los ineptos políticos quienes se muestran incapaces de gestionar adecuadamente el inmenso tesoro que ponemos en sus manos —las papeletas electorales— para conseguir un consenso de pactos que conduzcan a un gobierno de coalición, acuerdo, pacto, tratado, contrato, concierto, ajuste, compromiso, arreglo o como les dé la gana llamarlo, al igual a que sucede con normalidad democrática en la mayoría de países de la Unión Europea?

Buenos días y buena suerte

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