jueves. 18.04.2024

Las claves del conflicto judío-palestino

Un elevado porcentaje de palestinos y de judíos sólo desean que la guerra termine y convivir en paz...

Un elevado porcentaje de palestinos y de judíos sólo desean que la guerra termine y convivir en paz

De nuevo el conflicto palestino-israelí es cabecera de todos los informativos y la opinión pública se decanta a favor de los débiles y en contra de Israel, quinta potencia militar mundial e invasora de casi todo el Estado que en su día le diera cobijo. ¿Será válido el reduccionismo de considerar a los palestinos los buenos y a los judíos los malos? Obviamente, responder con un monosílabo sería simplificar demasiado cuando la inmensa mayoría carece de datos veraces para formar su propia opinión ya que los medios aportan informaciones sesgadas y partidistas. Por ambas partes.

Sería bueno hacer memoria. En 1947, la ONU aprobó la división de Palestina en una región árabe y otra judía que acogiera la oleada inmigratoria que le llegaba tras la Segunda Guerra Mundial. Pocos meses después Israel decidió convertirse en Estado, expandirse y los países árabes vecinos le declararon la guerra. En 1964, se creaba la “Organización para la Liberación de Palestina” (OLP) y en 1967 se libraba la “Guerra de los Seis Días”  en la que Israel derrotó a la coalición árabe adueñándose de la Península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén y los Altos del Golán. Como reacción a la invasión judía, en 1987 surgió Hamás, una organización nacionalista islámica, independiente de la OLP y reivindicativa de un estado islámico en la zona ocupada. Por carecer de infraestructura militar, la estrategia de Hamás fue el terrorismo al que siguieron ataques con cohetes a Israel.

Y así sigue el conflicto hasta hoy, mientras los argumentos esgrimidos por ambas partes promueven confrontaciones bélicas y repercusiones diplomáticas con un claro partidismo projudío por parte de los EEUU (también de la ONU) debido a la influencia financiera ejercida por el lobby israelí norteamericano. En este contexto, mientras los sionistas acusan a los palestinos de terroristas (opinión que extrapolan a todos los musulmanes), los palestinos censuran el victimismo exculpatorio de los judíos y les acusan de comportarse como los nazis hicieron con sus antepasados. Obviamente, ambos argumentos son extremistas y fruto de una desinformación propagandística bilateral, pues ni todos los judíos son sionistas que apoyan las acciones militares de su ejército, ni todos los palestinos son terroristas por más que Hamás se haya erigido defensor de sus derechos.

De hecho, un elevado porcentaje de palestinos y de judíos sólo desean que la guerra termine y convivir en paz. Hay palestinos que asumen una cesión no invasiva de parte de su territorio, y del mismo modo hay judíos que no aprueban la ocupación por la fuerza de los territorios palestinos. Pero la guerra es un hecho y la población civil no es la responsable sino quienes detentan el poder, propician el odio, fomentan la violencia, actúan movidos por fanatismos e intereses económicos y plantean el conflicto como una cuestión étnica y religiosa, aunque en realidad sea un choque de intereses que empeora la pasividad de la ONU y la UE así como el partidismo de los EEUU que, lejos de intervenir por la paz con la misma vehemencia que en Irak o Afganistán, son los primeros suministradores de armamento al potente ejército de Israel para que ataque a un pueblo diezmado que a veces sólo se defiende con piedras y muchas más es utilizado como escudos humanos por un fanático terrorismo. Las víctimas son pues los pacíficos civiles (palestinos y judíos) a quienes sus respectivos líderes aleccionan para perseverar en el odio y en unos conceptos abstractos imbuidos a fuerza de consignas que agravan la intolerancia.

Sin embargo, muchos años de guerra no han llegado a resolver un conflicto cuya única solución sólo será posible a partir de un entendimiento arbitrado por la ONU, los EEUU y la UE quienes, hasta ahora, sólo han ofrecido sus buenos deseos como pasivos espectadores.

Como colofón, manifiesto mi condena a la masacre del ejército de Israel contra el pueblo palestino, las brutales acciones terroristas de Hamás y quiero dejar constancia de que, pese a mi amistad con varios miembros de la Comunidad Judía y mi solidaridad con el judaísmo por su histórico sufrimiento como pueblo, no comparto el sionismo y rechazo la violencia y la xenofobia que ha seguido a la fundación artificial de un nuevo país en base a razones étnicas, históricas y religiosas.

Las claves del conflicto judío-palestino