viernes. 26.04.2024

El 26J el voto será más visceral que ideológico

2015112709362887645 (1)

Lejos quedan aquellos tiempos cuando el derecho de acudir a las urnas se ejercía con sentido del deber y con alegría, dos sentimientos que el 26-J brillarán por su ausencia por culpa de la larga campaña electoral que los ciudadanos vienen sufriendo desde hace más de seis meses.

Redacto este artículo horas antes de que comience el gran debate a cuatro, única confrontación entre los principales líderes aspirantes a la presidencia de Gobierno que se celebrará en toda la campaña electoral y de la que no espero nada, por mas que muchos consideren decisivo este encuentro cuyo desarrollo intuyo más que previsible.

Prefiero centrarme en el panorama previo al día de las elecciones en el que todo apunta a que los ciudadanos no van a ir a las urnas con alegría. También es de prever que un porcentaje superior al del 20-D decida no votar debido al hartazgo y a la falta de ilusión. Esta mañana me decía un taxista: «ese día pienso ir a la playa, si por la tarde llegamos a tiempo tal vez vote y si no que les den». Al parecer, en estas elecciones, la razón que decidirá el voto no van a ser las ideas sino mas bien los sentimientos auspiciados por el miedo que unos fomentan, el revanchismo que otros promueven y en muchos casos el rencor que ha llevado a muchos electores a migrar de partido.

Cuatro aspirantes y un destino

De los cuatro partidos aspirantes a gobernar, tal vez sea el PP quien menos incertidumbre sienta ante su futuro, por la seguridad que le confiere tener un cupo fijo de votos inamovibles a pesar del declive sufrido, entre otros motivos, por los múltiples casos de corrupción que afectan al partido. Al menos, eso es lo que se deduce de unas encuestas que confieren al PP la pírrica satisfacción de ser el partido más votado, sin que la aparente inutilidad y pasividad  de Mariano Rajoy —siempre comportándose como un lelo impasible que aguarda a que pase la tormenta— parezca influir en sus incondicionales.

Por su parte, la socialdemocracia que representa el PSOE —la misma de la que Podemos se quiere apropiar en su fluctuante y engañosa indefinición ideológica— parte como la formación apriorísticamente más perjudicada del pelotón de salida —según las encuestas de opinión—, sobre todo por el hecho de haber obtenido en diciembre sólo cinco millones y medio de votos que obligan a Pedro Sánchez a considerar una meta deseable recuperar los siete millones de votos que en 2011 obtuviera Rubalcaba, una cifra que en su día los socialistas contemplaron como un estrepitoso fracaso.

En lo que a Podemos respecta, Pablo Iglesias ha sido muy listo —además de inteligente— al conseguir afianzarse —de nuevo según las encuestas— como la segunda fuerza política, a expensas de los votos prestados de Izquierda Unida y los trasvasados desde el PSOE, más por los errores de los socialistas que por méritos propios. Siempre ha habido algo en Podemos que me recuerda a lo que en los albores de la democracia sucedió con el PSP de Tierno Galván, aunque con ciertas diferencias de matiz. Así, el Partido Socialista Popular y Podemos se parecen en que ambos partieron de un proyecto teórico nacido en la Universidad, el primero liderado por un catedrático en Derecho Político, el segundo por un doctor en Ciencias Políticas y ambos adoleciendo de un contacto previo con la realidad de la política activa al no tener precedentes de experiencia de gobierno. Sin embargo, y en lo referente a las diferencias, destaca que el partido fundado por Tierno en 1994 se definió como marxista  desde sus inicios y también que el viejo profesor tuviera la sensatez de integrarse en el PSOE, mientras que Pablo Iglesias, aparentemente más codicioso, ha optado por ocultar su leninismo —sin negarlo— y fingir un deseo de asociación con el PSOE para luego —presuntamente— querer destruirlo o bien absorberlo como ha hecho con Izquierda Unida. Claras diferencias de matiz entre un viejo y un joven profesor.

Ya por último tenemos a Ciudadanos, una formación política sobre la que no haré ningún comentario ya que, de momento, no es más que un pulcro comodín, esa carta que se puede arrimar a cualquier combinación para completar una suerte de jugada y ayudar ganar. Ciudadanos es un partido que, llegado el momento, podría ser decisivo tanto para que Pedro Sánchez como Mariano Rajoy fueran presidentes, pues su líder,Albert Rivera, no oculta su intención de apoyar a uno u otro si así lo demandan las necesidades tras el reparto post lectoral de escaños.

¿Decidirán los indecisos quien será presidente de Gobierno?

Como colofón quisiera resaltar un dato sobre el que muy poco —casi nada— se habla. Según un informe publicado por El Electoral, a fecha del 9 de junio había más de 9 millones de personas que aún no habían decidido su voto, y entre estos ciudadanos el 33 % dudaba entre votar al PSOE u otro partido, lo que equivale a decir —siempre según el informe— que el PSOE sería el partido político con más votantes potenciales entre los indecisos y 3 millones de ellos podrían votar al partido liderado por Pedro Sánchez.

Se deduce también del estudio de El Electoral que el 25,1 % de los indecisos podrían votar a Ciudadanos, el 21,9 % al PP y el 20 % a Unidos Podemos y las confluencias.

Es momento de que cada cual extraiga sus propias conclusiones.

El 26J el voto será más visceral que ideológico