viernes. 29.03.2024

Universidad, empleo y talento

La crisis, por otro lado, ha evidenciado que nuestro sistema productivo no está a la altura de las circunstancias...

La Universidad es esa Institución capaz de ser analizada por todos y defendida y atendida por casi nadie. Por el hecho de haber pasado muchos por sus aulas, aunque la Universidad no haya pasado, necesariamente, por ellos, todo el mundo parece conocer sus claves y los cambios que precisa. Pero lo cierto es que los que tienen la responsabilidad, no parecen pertenecer a este grupo de españoles que dicen tener las ideas claras.

Atravesamos un momento crítico para la Universidad. Por un lado estamos en crisis profunda, afectando severamente a la financiación de la Universidad, pero al tiempo, los cuadros de profesores disminuyen en número de efectivos, no se incorpora nueva savia y, por si fuera poco, también al alumnado tiene dificultades de acceso. No está claro el balance entre los alumnos extra que se incorporan o reincorporan a los estudios universitarios, al haber sido expulsados del sistema productivo y el número de alumnos que tiene que abandonar los estudios por no poder pagar las tasas. Es un entorno convulsionado, aunque algunos dirigentes políticos y universitarios lo nieguen.

La crisis, por otro lado, ha evidenciado que nuestro sistema productivo no está a la altura de las circunstancias. Se introdujo, hace tiempo, la indicación de la necesidad de cambiar de modelo productivo, pero se olvidaron, los sucesivos dirigentes, de indicar cómo se lleva a cabo, cómo se consigue. Lo que ha resultado patético ha sido la dependencia del país y de la mayoría de las CCAA del sector inmobiliario y de la construcción. Nadie o casi nadie era capaz de tener el pulso de la enorme, gigantesca, dependencia del sector de la construcción y afines. La sensación que tenemos ahora, con la crisis, es que sabemos hacer muy pocas cosas. Algunas hacemos, pero pocas. Probablemente no es exagerado decir que, si no fuera por el sector primario, no comíamos siquiera y en muchas Regiones esto es literal. Parece que nos hemos quedado anclados ahí. Los debates parciales que han tenido lugar sobre el cambio de modelo productivo han sido muy limitados. Buena parte de ellos han terminado concluyendo que los empresarios deben seguir haciendo lo que saben hacer y que no es aconsejable que se metan en aventuras. ¡Patético!

Algunos tienen esperanzas de que sea la Universidad la que tome las riendas del cambio. En todo caso, hay algunas lagunas que resolver, por ejemplo la que da origen al lamento que se centra en la ausencia de nuestras Universidades de los lugares preferentes en los rankings de Universidades existentes. Nuestra Universidad no es competitiva como para ocupar un lugar destacado. Los parámetros internacionales con arreglo a los cuales se clasifican los centros de educación superior, no resultan satisfechos por nuestros centros. Y el caso es que, ahora que la crisis aprieta, hay oportunidad de comprobar que nuestros universitarios tienen éxito para colocarse en otros países que aprecian las competencias de nuestros egresados. La competencia se establece hoy con las restantes universidades del mundo, europeas, americanas y orientales. Es preciso no dejar escapar al profesorado de excelencia que nos está abandonando de forma creciente.

La Universidad sigue  proporcionando ventajas comparativas a la gente que prepara, por cuanto contabiliza hasta 10 puntos porcentuales por encima de la media de la población ocupada española, aunque el nivel de paro, 15%, supere al de la media europea (6%). En el nivel máximo, que es el doctorado, el paro es de un 6%, aunque ha crecido cuatro puntos en los últimos tres años. Pero, además de la formación y la innovación, el papel de transferencia de conocimiento se sigue limitando a las publicaciones científico técnicas, porque el número de patentes se incrementa con mucha dificultad. En cambio, el número de empresas creadas bajo la forma de spin off se ha visto incrementado en un 15.3% anual, últimamente. Se colige que hay mucho que mejorar.

No obstante, hay una tentación persistente en algunos ámbitos consistente en postular que de lo que se trata es de adecuar la preparación de la Universidad para que satisfaga las necesidades del mercado laboral. Pero este reduccionismo se viene cuestionando  desde tiempo inmemorial.  Esta concepción de Universidad empleadora, acomodaticia al mercado laboral, que incluso, en la concepción de algunos debe acomodarse a la demanda, para no producir exceso de titulados, supone otorgarle a la Institución de Educación Superior el papel de regulador del mercado laboral. No está entre sus competencias, ni siquiera parece conveniente que lo esté. ¿Quién está en condiciones de estimar la demanda? ¿Los que estimaron la demanda de profesionales de la medicina, que en los años ochenta establecieron las cifras de titulados para los siguientes 30 años? Claramente, no pueden ser los que ahora calibren la demanda. Todavía no se les ha exigido, convenientemente, la responsabilidad asociada al disparate que cometieron, que condenó a cientos de miles de potenciales estudiantes de medicina, a dedicarse a otros menesteres y nunca pudieron satisfacer sus deseos, inclinaciones o capacidades. Lo peor de todo fue que por extensión se establecieron númerus clausus en buena parte de las titulaciones y este hecho ha distorsionado el mapa de los egresados.

Puede ser cierto que unas 2.500 titulaciones y cerca de 3.000 masters que se ofertan en la Universidad española, sea una diversidad innecesaria. Pero, no lo es menos que impere el criterio de empleabilidad sobre el fomento del talento, por cuanto: 1) No hay nadie con garantía para estimar la demanda y su variabilidad temporal 2) Ni siquiera la empresa conoce sus necesidades actuales, mucho menos las que tendrá dentro de cuatro o cinco años. 3) Una Universidad funcional para satisfacer exclusivamente las necesidades actuales del sistema productivo, queda anquilosada en poco tiempo, máxime cuando nuestras empresas no lideran ningún sector productivo  4) Si no innova la Universidad, ¿quién lo va a hacer, la empresa? 5) La auténtica aportación de alcance se ha logrado, a lo largo de la Historia de la Humanidad, de los avances fundamentales, no de sus aplicaciones, que requieren simplemente de una ingeniería adaptada a los conocimientos científicos logrados 6) Si se aleja una Institución como la Universidad de acreditar su capacidad de producir talentos, ¿quién liderará los movimientos productivos y sociales próximos?

Lo único que parece garantizado en los actuales momentos es que la financiación de la educación superior presenta un panorama sombrío e incapaz de mantener el nivel alcanzado en nuestro país, después de siglos de retraso acumulado. Las diferentes CCAA han sufrido distintos quebrantos. Solo consta que la Universidad del País Vasco ha incrementado casi en un 10% sus ingresos no financieros mientras que la de Castilla la Mancha ha disminuido en casi un 18% los suyos y las de la Región de Murcia han perdido casi 20 puntos en seis años. La cuestión no solo es bajar el nivel de apoyo, sino hacerlo por debajo del umbral de supervivencia. Las lagunas que se producen con la bajada de financiación supondrán la pérdida del nivel de excelencia requerido para el profesorado y de los grupos de investigación, que serán incapaces de recuperar, bien por la emigración de miembros que se ven obligados a buscar su supervivencia, bien por pérdida del pulso de la investigación puntera, con el coste que tiene la recuperación de la forma necesaria para competir a nivel internacional. Estas lagunas resultarán, en muchos casos, imposibles de superar.

Pero la financiación de la Universidad, lejos de formar parte de las preocupaciones de los gobiernos actuales, forma parte de ese concepto ampliamente utilizado por el PP, según el cual, el gasto público debe dejar paso al coste sufragado por el sector privado. Así, la única vía sustitutiva de la atención presupuestaria de la Universidad es el incremento de las tasas universitarias. En el último curso las tasas del grado han aumentado un 12% de media y la de los masters ha aumentado, un 67%. Si esta maniobra no va acompañada de una acción decidida con becas o préstamos a devolver cuando desempeñe la profesión, el resultado será dramático. De no ser así, simplemente se implantará un sistema injusto que primará la mediocridad derivada de contemplar los recursos económicos como sustituto, por extensión, del talento.

Universidad, empleo y talento