viernes. 19.04.2024

Periodismo y verdad, una apremiante necesidad

¡Hay profesiones y profesiones! Unas son más arriesgadas que otras. Entendemos que una profesión es una actividad para la que una persona está preparada...

¡Hay profesiones y profesiones! Unas son más arriesgadas que otras. Entendemos que una profesión es una actividad para la que una persona está preparada, es decir, sabe desempeñar, con destreza, alguna de las facetas que configura la denominación de la actividad. Unas profesiones requieren mayor preparación que otras. Reparen que, estoy eludiendo referirme a la compensación que todo profesional debiera tener por el ejercicio de su actividad. Es una adaptación del concepto profesión a los tiempos actuales, en los que  no es evidente una compensación económica y, mucho menos, apropiada a las características de la actividad que se desempeña.  También es cierto, que los requisitos para ejercer las diferentes profesiones, hoy, se han reducido. No es infrecuente que encontremos ejerciendo actividades a gentes poco o nada preparadas para ello. Ahí están todos los que han estado en el control y dirección de las finanzas, que se declaran, ellos mismos (¡ lo que hay que ver !) ignorantes (¿será porque le temen a la Justicia o por pudor?) Para ejercer de financieros, no hace falta nada especial. Es lo que hemos visto. Pero para ser asesor, tampoco, tanto si es deportivo, como si lo es de comercio exterior, o de asuntos religiosos. Bien, en estos casos, la compensación económica que perciben (¿muy alta?) no es a cambio de las capacidades y destrezas del encausado, y si de las habilidades y dotes de ilusionista de quien los contrata, y también de la cara dura que tenga, máxime cuando estamos hablando de sinceridad.

A poco que analicemos con una cierta profundidad, concluiremos que más o menos casi todo está corrompido. Llamábamos empleo a todo aquello que permitía un ingreso. Oficialmente, hoy, la exigencia es todavía menor, ya que con que digan que hay ingreso, es suficiente, y no importa el montante, ni el horario, ni el lugar, ni el esfuerzo. Seguramente, algunos bárbaros empresarios, de los que parece haber mayor número de los que imaginábamos, hacen efectiva la igualdad, por abajo, con salarios de miseria para ambos sexos. ¡No hombre no! ¡No era eso la igualdad! La relajación de las autoexigencias de los trabajadores y profesionales, necesariamente deriva de lo poco balanceado que están los trabajos y los salarios con las condiciones de empleo. Pero, es difícil una alternativa, en un país en el que la incapacidad por innovar (que ser agrava por días) hace que la única competitividad posible sea la derivada de los bajos salarios. Hemos lamentado durante mucho tiempo la competitividad de los chinos y hoy le hacemos la competencia. Y no exagero, lo pueden comprobar, porque los establecimientos chinos ponen a la venta productos producidos y elaborados en nuestro país. Miren las etiquetas y lo comprobarán. Nos han enseñado y ahora dan salida a la producción. ¡Qué duro es escribir estas cosas! Los Montoro y Guindos y compañía ni se enteran.

Si las compensaciones y trato son los que son, ¿qué podemos esperar del cumplimiento y brillantez del trabajo realizado? No es posible creer que con la forzada huida masiva al paro el país no se resienta en la calidad de sus producciones. Los que más salario percibían (aproximación teórica al grupo de los mejores) son los primeros de los que se ha prescindido. Es razonable suponer que esto ha ocurrido en todos los frentes, incluido el noble y depurado arte de contar lo que ocurre y valorar lo que pasa. El periodismo es una profesión muy exigente. No forma parte de su potencial juramento “hipocrático” nada ajeno al compromiso social con los ciudadanos garantizando y velando por el derecho a recibir una información veraz. No forma parte de su código deontológico ser permisivos con los poderes corporativos e intimidar a los débiles. En Buena parte de las emisoras de  televisión y radio y en la prensa se percibir la servil deferencia con que se trata al poder. Y resulta vomitivo cuando debieran, deontológicamente, ser elementos de control. No puede formar parte de su código deontológico que la controversia se establezca, en ausencia de los críticos o réplicas del poder a cuestiones criticadas que se ocultan y no ven la luz. Los periodistas son la garantía para que los ciudadanos podamos conocer todo lo que ocurre y que sea veraz.

Los legítimos intereses empresariales del sector audiovisual, concurren con unas garantías democráticas que hay que preservar. Está bien que los accionistas tengan intereses, pero los lectores también los tenemos y la democracia está por encima de ambos. No está nada claro, que en España sea satisfactoria la situación. No está nada claro, que las exigencias de los lectores estén balanceadas con las de los propietarios de los medios. No se trata de pedir heroicidad a los periodistas en el cumplimiento con los lectores, pero hay que encontrar una fórmula de que éstos puedan conocer la verdad. Un ejemplo claro de que la verdad no resplandece lo tenemos (además de diez millones de historias que podemos referir, todas del periodo democrático) en el último episodio vivido este fin de semana: no conocíamos la verdad de la situación del deseo, hoy sabemos que infundado, de que Madrid fuera sede de los Juegos 2020. No es posible que nos hayan contado la verdad y que el final se haya dado con el desplome abrupto de todas las expectativas. Se ha creado, interesadamente, una supra-realidad que no estaba sucediendo.

Hoy, en gran medida, muchos periodistas, cobrando o sin cobrar, se están limitando a repetir lo que el poder dice que hace, sin atender a ningún elemento de análisis ni corroboración. Y esto no es la verdad de lo que ocurre. Los reporteros asisten a las citas diarias, cuidando de dar preferencia a las del poder. La presencia en las ruedas de prensa que no son del poder, son fugaces, porque tienen muchas otras cosas que atender. La controversia no tiene críticos. La información no suele cubrir los aspectos más relevantes, necesariamente. Sí coinciden, en su mayoría, con otros medios, dado que buena parte de la información proviene de agencias. En ocasiones, los estrictos del plagio, advertirían suficientes elementos de denuncia en ello. No hay garantía de que algún aspecto relevante no esté ausente.

Los tiempos que atravesamos son especialmente delicados. Necesitamos apremiantemente conocer la verdad. Hay muchos frentes en los que la certeza está ausente. Es necesario que los periodistas hagan rendir cuentas al poder y que no se puedan empañar las relaciones con los ciudadanos de salpicaduras provenientes de los ricos y poderosos. Es tiempo de connivencia con la ciudadanía. Por mucho esfuerzo que cueste, los ciudadanos precisamos que no se contamine la verdad del favor que poder, ya que políticos y poderosos intentan torcer la historia a favor de sus intereses. Los deseos particulares de algunos, no pueden condenar al resto. Así de limpio y cierto. Cuando se cometan errores, se dicen. Cuando se den equivocaciones se cuentan y comentan. Pero la verdad, toda la verdad es lo que precisa la ciudadanía de este país, sometido a engaño permanente por nuestros actuales gobernantes. ¡Es un ruego y una apremiante necesidad!

Periodismo y verdad, una apremiante necesidad