jueves. 25.04.2024

La especulación de los brotes verdes

Desde aquél infausto agosto de 2007 en que estalló el escándalo de la  hipotecas subprimes en Estados Unidos, ya se han cumplido, sobradamente, seis años...

Desde aquél infausto agosto de 2007 en que estalló el escándalo de la  hipotecas subprimes en Estados Unidos, ya se han cumplido, sobradamente, seis años. Han pasado muchas cosas desde entonces, más graves, si cabe, en otros países distintos de Estados Unidos, aunque inicialmente todo fuera un efecto de arrastre. En Europa han recalado los embates de una economía que se sostiene a duras penas y que, selectivamente, atiza y convulsiona más severamente a los más débiles, tanto países, como dentro de ellos, a las personas así categorizadas. Ciertamente, los efectos han resultado impredecibles, la mayor parte de ellos, inesperados, buena parte de ellos, e indeseables, en todos los casos.

En España estamos viviendo estos momentos con una dignidad inconcebible, en especial las clases sociales más desfavorecidas resultan ser las más vulnerables, por mor de unos gobiernos que se atienen, exclusivamente, a la nominalidad de las deudas, los déficits e impuestos, para recaudar, sin ninguna selección, prioridad o preferencia, que responda a criterios de solidaridad, derechos o bienestar colectivos.

Sorprende, no obstante, que en todo momento, los gobernantes han creído vislumbrar salidas, que resultaron ser en falso, al creer identificar los denominados brotes verdes, que han pasado a formar parte del patrimonio cultural de un país que ya es descreído de que la analogía vegetal describa la realidad que nos atenaza. Todos los brotes verdes que han sido, resultaron fallidos, secos y muy lejos de ser un indicador razonable de la situación. Cabe hoy decir que salvo en 2009 en que la caída del PIB de la Europa de los 27 o de los 17 que alcanza casi el -3% del PIB, mientras que en España se mantuvo por debajo del -2% del PIB, en todo otro momento posterior y hasta la actualidad el decremento del PIB de España supera al de Europa, incluido el momento presente.

El auténtico itinerario recorrido, en este tiempo, concentra en un primer momento, que se extiende entre 2007 y 2010, en que la importancia que se le dio, técnicos y oráculos económicos incluidos, no estuvo a la altura de las circunstancias. Pero es que en el periodo que siguió a continuación, entre 2011 y 2013, brillaron con fulgor resplandeciente las recetas de Bruselas (con el concurso inestimable del FMI, que siempre acompaña en las desgracias) que incluían recortes y más recortes y subidas de impuestos, como recetas para cuadrar las contabilidades, desde la convicción de que de lo que se trata es de cuadrar las cuentas, como si la economía fuera una cuestión de laboratorio en la que 2+2 = 4. Sin rubor ninguno, tras los fallidos pronósticos, incluyendo hojas excel mal utilizadas (por falta de las destrezas precisas) las gentes que quieren regir las economías del mundo, insistían en las recetas que nuestros gobernantes, probablemente con mayor ignorancia, todavía, nos aplicaban con severidad y las explicaban con la gravedad de quien desvela la naturaleza íntima de la materia. El resultado de todo ello ha sido una recesión de caballo, valga la expresión, acentuada por una reforma laboral, un tanto salvaje, que está amparando auténticas cacicadas y no es capaz de detener la destrucción de puestos de trabajo y, está por ver, que sea capaz de crear minijobs o puestos de trabajo de baja calificación y menor salario. Una cosa si ha concitado toda esta acción combinada de elementos: la productividad. Mucho tendríamos que decir sobre ello, pero lo más fulgurante es que un país que disminuye su población activa, porque abandonan el mercado laboral, yéndose sus efectivos fuera a buscar horizontes nuevos que les salven, y lo hace a un ritmo sostenido y elevado, es capaz de compensar la destrucción de los puestos de trabajo y elevar la productividad, como consecuencia de que en una división, la disminución del denominador provoca el aumento del valor de la fracción. ¿de que sirve esto? Pues solo para que algunos políticos del PP afirmen que la productividad ha aumentado, cuando no hay otras cualidades a atribuir a las medidas que toman.

El mercado financiero si ha sido objeto de una atención específica y continuada, no del gusto de todos y, en todo caso, demasiado condescendiente con un sector que ha sido capaz de llevarnos por unos derroteros que no siempre han resultado ser lo suficientemente dignos de una profesión. Los derroteros de Estados Unidos y de Europa, en todo caso, se han revelado muy diferentes, por mucha interconexión que queramos o podamos establecer. Habrá que hacer balance de los excesos cometidos y los disparates amparados en las medidas que se han tomado. Las responsabilidades quedan pendientes. Veremos si la Justicia está a la altura de las circunstancias.

Ahora, tras un verano que sosiega los ánimos más rebeldes, vuelven los oráculos económicos y aficionados del pronóstico a percibir signos de recuperación. Cuando se efectúan estas afirmaciones, se ignora, deliberadamente, que el paro sigue en unas cotas más que preocupantes. El desempleo juvenil alcanza valores increíblemente peligrosos. Cualquier iniciativa que se ha tomado de reforma de las administraciones no ha tenido reflejo en una mayor eficacia, salvo en que el coste ha disminuido, afectando, de paso, a los mercados en los que se desenvolvían los anteriormente contratados. El déficit sigue sin control y los compromisos caen uno tras otro, retrasando el cumplimiento de los objetivos. En algunas CCAA, como la de la Región de Murcia, llega a ser dramático el incumplimiento y, ya en estos momentos, la incapacidad de lograr una aproximación a la cifra de déficit comprometida para final de año, alcanzada ya con un semestre de adelanto. Los dos años extra que se han dado a España para el cumplimiento del compromiso del déficit, se nos antojan vacuos, sin esperanza alguna de satisfacción. En 2016 el déficit de España, solamente se situará por debajo del 3% del PIB, bajo la acción de la contabilidad creativa, de esa  que este gobierno practica con asiduidad. Claro que déficit tras déficit van acompañados de un crecimiento de la deuda, que rozará a finales de año en el 100% del PIB. En algunas CCAA, un auténtico drama. Pensándolo bien, que precisemos de un año de trabajo de todos los españoles para poder pagar la deuda, es algo tan descomunal que agobia, nada más pensarlo. Las estimaciones más conservadoras ya ponen en cuestión que se tenga capacidad de pago para amortizar la deuda contraída. La morosidad, por otro  lado, como brote negro, aporta un crecimiento que tiende al 13% en breve. Demasiado para ser aceptable. Y esto afecta a la oferta de crédito a las empresas, cada vez más severamente.

No es casual la cifra de la prima de riesgo. Los brotes verdes que se han dicho ver, solamente son espejismos. Cuando concurren a las subastas los capitales de nuestros propios bancos, regularizados con dinero público, ahora invertido en el propio Tesoro. Pero la calma de los mercados, así, es un espejismo. La concurrencia al mercado libre, desvelará cuales son las debilidades. No es posible que los denominados mercados puedan creer, tener fe y esperanza en recuperar sus inversiones, de no ser porque la afluencia de capital se debe a otro tipo de atractores. Y, ciertamente, cabe pensar que los hay, dado que a fuerza de disminuir el poder adquisitivo de los españoles, hoy se ofertan bienes, inmuebles en su mayoría, acumulados por el desastre inmobiliario, a unos precios demasiado atractivos como para que los stocks de dinero chino y ruso, no vean un bombón, al alcance de recursos demasiado bajos. Pero esta fluencia de capitales, ¿pueden hacernos creer en brotes verdes? Hemos puesto un país en estado de saldo, tanto productivo como patrimonial. Ahora tiene muchos especuladores ávidos de hacerse con él. Todo esto lo tendremos, también que pagar. Siempre igual, ¡dale las vueltas que quieras!

La especulación de los brotes verdes