jueves. 25.04.2024

El coste de la propaganda

Las noticias se superponen estos días. Por un lado las maquinarías del partido gubernamental se afanan en instalar la idea de que “España va bien”...

Las noticias se superponen estos días. Por un lado las maquinarías del partido gubernamental se afanan en instalar la idea de que “España va bien”, que introdujera el ínclito anterior jefe de filas del PP. La última fase de la escenificación, la percibimos en la rueda de prensa mantenida tras la reunión semanal ordinaria del ejecutivo actual. De Guindos anuncia a bombo y platillo que Bruselas retira la ayuda-rescate a la Banca. ¡Tan bien van las cosas, que retiran la mano! Pero, ¿cobrarán el servicio prestado? o dado el gozo que ello supone, ¿nos regalarán la “pasta”  y se conformaran con relamerse de lo bien que se ha hecho esta intervención? De alegrarnos, tiene que ser la segunda opción la buena. Casi que debemos ir pensando en solicitar que se repita de nuevo la jugada. ¡”Esto mola”! Por otro lado, se difunde que la Generalitat Valenciana, tras sesudos y prolijos análisis de situación, colige que hay que cerrar ese foco de propaganda que ha sido “emporio de libertad”, “buen hacer e impecable foco emisor de la información más veraz y auténtico espejo de la libertad de expresión”. Todo un alarde de decisiones prontas, rápidas, implacables, tomadas en los momentos más oportunos. A buen seguro que habrán reparado en la contradicción de facto que supone superponer en el tiempo ambas noticias. Si vamos viento en popa, ¿cómo se puede precisar de la segunda medida, cerrar el Canal Nou, cuando el horizonte promete un futuro incipiente pero inmediato donde toda la economía volverá a ser boyante,  (primera noticia)?  

Ni una noticia es reconfortante, si se vive en este país y se tiene el pulso de la situación: un entorno con cerca de seis millones de parados y con una perspectiva dramática, ni la segunda noticia alivia, por lo tardía y por los vericuetos que pueden activarse en estos momentos, con lo que habrá que esperar hasta que todo haya pasado. De momento, la única faceta inevitable, que articula la medida es la desgraciada incidencia en los 1695 trabajadores que constituyen su plantilla (1175 son los de Telemadrid y está que le toca, de un momento a otro), algunos de los cuáles, pueden haber alcanzado el puesto, por itinerarios no sujetos al capricho o dádiva interesada del gobernante y ahora se ven en este trance que los  centrifuga, sin aparente razón para ello.

En España, hay censadas en torno a 1100 emisoras de televisión. Solo Italia comparte liderazgo en Europa. España aventaja a todos los países en número de emisoras de carácter público. Solo España gana por abrumadora mayoría, si nos referimos a las emisoras de televisión con intervención pública, es decir, dineros de los ciudadanos y decisión de sus gobernantes. Esta, concretamente, a la que ahora nos referimos, nació en 1989, un 9 de octubre. Se ha comportado y conducido como una auténtica maquinaria de propaganda, escandalosamente sectaria y excluyente. No ha sido, en ningún momento, una referencia informativa. Manipulación, sectarismo, omisión de datos y noticias. Todo un “dechado de virtudes” que la ha situado en cabecera de los disparates nacionales.  Desgraciadamente, su contribución cultural a la Región, informativa a sus ciudadanos y centrifugadora de sosiego en el ámbito del entretenimiento, no ha sido capaz de obtener calificaciones mínimamente aceptables. Desgraciadamente, también, la referencia que se emplea para justificar la medida, es la económica. Se dice que es la crisis la que acaba con Canal Nou. Si fuera así, ¿cómo se explica la dilación en la toma de la medida? El galimatías es tan notable que la subida de impuestos, con la que la Generalitat Valenciana respondía al momento de crisis, para recaudar más, resulta que un 63% de esa subida, equivale al gasto de la televisión valenciana. Una vez pasado por el tamiz del parlamento valenciano, quedó en que el presupuesto de la televisión equivalía a un 41,5% de la subida de impuestos. Si agregamos el año 2012 y el 2011, y el 2010, alcanzamos la cifra de más de 500 millones de euros que, al tomar la decisión tardía, han seguido empleándose en la infernal maquinaria política partidista del PP en la Región valenciana. Bueno, pues además de eso, la deuda de la citada televisión supera los 1300 millones de euros, ¡ahí es nada!

No, no se puede aplaudir una masacre de esta naturaleza. Cuando algunos políticos, encabezados por Rajoy y Montoro, formulan enunciados, como esos mantras de “lo que no se puede, no se puede” o “no se puede pagar, si no tenemos suficiente”, con los que pretenden anestesiar a los ciudadanos y que las medidas arbitrarias que van a tomar, pasen sin dolor, omiten el tremendo abuso que van a cometer a continuación, por ejemplo manteniendo el presupuesto de la Televisión valenciana más allá del 2008 en que comenzó la crisis. ¿Cómo explica ahora Fabra, el copago que articulaba el uno de julio de 2012, con la noticia en la Comunidad Valenciana siguiente: “Para aquéllos que ingresen menos de 18.000 euros al año, seguirán pagando el 40 por ciento del coste total del medicamento, lo mismo que hasta ahora. Con unos ingresos de entre 18.000 y 100.000 euros al año pasarán a pagar la mitad del medicamento y cuando la renta sea igual o superior a los 100.000 euros el trabajador en activo aportará el 60 por ciento” Pero la Televisión que ahora se cierra consumía en torno a los 150 millones de euros, ¿cómo se compadece esto?

Todavía más es la duda de cuál va a ser el futuro de la maquinaria de propaganda del PP, hoy en la Región Valenciana, y mañana, quizás, en la de Madrid. Es posible que esto no acabe aquí. Aparecerán algunos, a título de empresarios, que ofrecerán soluciones, de esas que dicen que el ciudadano no va a pagar ni un euro, aunque siempre termina pagando los vidrios rotos. ¿Se va a conformar el PP valenciano, sin más, a permanecer sin maquinaria de propaganda? Tan dudoso es esto como que hayan esperado hasta ahora para tomar la medida. No es creíble que el PP en la Comunidad Valenciana se limite a no manipular, ni trasgredir, ni violentar las buenas costumbres en materia informativa. Nunca lo ha hecho y ni siquiera sabe hacerlo. No hay la más mínima señal de que vaya a asistir a un proceso de desintoxicación.

No estaría nada mal, que el último servicio de los trabajadores del Canal Nou, los que se precien, sea antes de abandonar o después, da lo mismo, cuenten lo que han visto y oído. Servirá para que, en lo posible, no se deje a nadie, otra vez, cometer el atropello que ha sido, durante demasiado tiempo, la orgia de recursos y disparates cometidos en la televisión valenciana. Los ciudadanos lo agradecerán. Conocer lo que ha pasado, con la certeza de que quien lo cuenta participó, viendo o interviniendo, es un documento informativo de primerísima página y de altísimo valor. Digno de unos profesionales de la información. Los que tengan fuerza para ello enjugarán una deuda con el pueblo que les ha mantenido en sus puestos y que, ahora, tendrá que asimilar en otros menesteres que tendrán que ser, por fin, apropiados para un pueblo civilizado, educado y correcto.

El coste de la propaganda