jueves. 18.04.2024

Todos traidores

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Lo malo de las pasiones políticas es que, como toda pasión, son irracionales. Y tienden a generar una sensación de pertenencia al grupo, tribal y futbolera, que aniquila cualquier posibilidad de diálogo y sitúa todo el debate en un «nosotros» frente a un «ellos». Incluso cuando el «nosotros» es tan escuálido que se refiere casi casi a un grupo de amiguetes.

Da lo mismo que hablemos del nacionalismo catalán y sus acusaciones de botifler a quien no comparte los postulados maximalistas u oficiales —aunque tenga una hoja de servicios a la patria mayor que la de cualquier cantamañanas con cuenta en Twitter y mesa camilla—, que de Podemos y sus acusaciones de traidor a todo aquel que abandona el pablismo, de Errejón a Espinar.

En este segundo caso, el quid está en que el pablismo, como decíamos, es cada vez más estrecho. A estas alturas del partido los números son tan tozudos y los supuestos traidores tantos que solo la cerrazón puede impedir reconocer que es un barco con grandes brechas cuyos capitanes se empeñan en mantener a flote con un poco de esparadrapo y achicando agua con dos palanganas.

De la ilusión de hace cinco años, acaso el principal activo de Podemos, no queda nada. Solo se pelea a la defensiva

De la ilusión de hace cinco años, acaso el principal activo de Podemos, no queda nada. Solo se pelea a la defensiva. ¿Qué ha habido falta de generosidad con Iglesias y muchos golpes bajos? Por supuesto. Eso es tan obvio como que el partido que nació abierto y asambleario fue copado enseguida por mandos intermedios del PCE y convertido en una suerte de buró sectario a mayor gloria de un líder que o no se entera o no se quiere enterar, que es aún peor.

En las últimas autonómicas Podemos se ha dejado 900.000 votos respecto a sus resultados de 2015. En las europeas han sumado un escaño a los que tenía, pero ha perdido casi todos los de IU. En muchas autonomías o no han entrado en el parlamento o son irrelevantes. De los ayuntamientos del cambio parece que solo se va a conservar Cádiz. En Madrid, la marca electoral que apoyaron a última hora ni siquiera entró en el consistorio y en la Comunidad estuvieron a décimas de quedar por debajo del 5% y no entrar en el Parlamento regional, lo que hubiera sido una auténtica debacle.

Esos son los números. Apretar las filas contra ellos y unirse a Monedero para señalar con dedo bilioso a Espinar, Errejón, Bescansa, Alegre o cualquiera que sea el siguiente en saltar del barco o señalar que el Rey y sus acompañantes están en cueros no demuestra fidelidad a un proyecto o a unas ideas, solo la soberbia intelectual de quien habiendo creído tener toda la razón —y una suerte de venganza histórica en sus manos— le jode admitir que, tal vez, estuviera equivocado. Y que toca comenzar de nuevo.

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