jueves. 28.03.2024

Make Spain great again

casado

Decía un maestro mío que cuando uno comienza a mirar tanto al pasado, es que tiene poco futuro

Pablo Casado conoce bien América, que para eso estudió en Harvard, estado de Aravaca. Allí aprendió al menos dos cosas: que novecientos pavos de salario mínimo es una barbaridad y que no hubo ni habrá jamás país más grande en la Tierra que la España que descubrió aquel nuevo mundo.

Una España en la que aquel que nacía pobre, pobre se moría. Y en muchos casos tenía que dejarse la vida en Flandes o en las Indias Occidentales. Pero lo hacía contento porque sabía que era por el bien del Rey y del Imperio. Que eso era lo que teníamos entonces. No gloria: Rey e Imperio. Lo que no éramos, al menos hasta 1812, era una nación, porque para eso el pueblo se tiene que sentir sujeto político. Y aquí, como mucho, éramos vasallos respondones. Y casi siempre ni eso.

Lo que provoca sorpresa en todo caso, es que los medios del país hayan salido en tromba a corregir a Casado la boutade, armados con un sinfín de catedráticos, libros notables y hasta periodistas informados, como si la tontería de que descubrimos América y no hubo nadie mejor que nosotros en la Historia -oé, oé, oé- tuviera todavía algún valor. Como si no fuera más para hacer chistes que columnas de opinión. Incluyendo ésta.

Creo que hubiera resultado más práctico si alguien le hubiera dicho a Casado: «muy bien, te doy la razón. Fuimos la repera. La luminaria de Occidente. ¿Y qué? ¿Qué hacemos con lo de hoy, que es lo que realmente importa?». Porque a lo mejor la respuesta de Casado es que quiere hacer España grande otra vez -Make Spain Great Again-. Ser de nuevo un Imperio, como cantaban Los Niquis. O sea, invadir América, reconquistar Holanda y Bélgica, que Felipe VI tenga poderes absolutos y que todos volvamos de nuevo a nuestra nunca bien superada del todo condición de siervos.

Porque si no, ¿a cuento de qué viene la matraca del nuevo mundo y de nuestras glorias imperiales? ¿Se trata tan sólo de alimentar nuestro orgullo patrio o hay alguna lección práctica que podamos aprender? ¿De qué nos sirven hoy Hernán Cortés y la Malinche, los tercios de Flandes, el oro de Perú o Blas de Lezo? ¿Sólo para subir el ego de quienes consideran que España es única y exclusivamente el Cid, la expulsión de los moros, el Absolutismo, la Guerra de la Independencia, el Franquismo y las tardes de toros? ¿Sólo para caldear el ambiente?

Debajo del relato oficial de esa España llena de hitos bélicos y folclóricas leyendas, está la España de Prisciliano y todos los demás heterodoxos de Marcelino Menéndez Pelayo; la España que fue musulmana durante setecientos años; la España de la expulsión de los judíos sefardíes; la que se dejó miles de vidas en los campos de batalla de medio mundo; la de Goya y los afrancesados; la de Torrijos, Prim y hasta la del pobre Amadeo de Saboya. La de Unamuno y la de Miguel Hernández. Una España que la oficialidad olvida y que nunca ha acabado de quitarse de encima algunos de sus yugos milenarios: el desprecio de los poderosos y una iglesia demasiado centrada en su poder terrenal.

Pero creo que esa España no le interesa a Pablo Casado. Como parece que tampoco le interesa mucho la España actual. A no ser que su solución para el paro, la corrupción, el impasse europeísta y otros males patrios sea la original idea de llenar de banderas nacionales los balcones de nuestros pueblos y ciudades. Mientras él se va a Europa a ejercer de patriota pidiendo que nos tumben los presupuestos porque novecientos eurazos de salario es una revolución que no hay empresa cotizada que pueda soportar.

Decía un maestro mío que cuando uno comienza a mirar tanto al pasado, es que tiene poco futuro. Por el bien de los que habitamos este pandemónium secular llamado España, esperemos que lo de Casado sea una mala gripe. Y que la derecha que se reclama centrada deje de comportarse como los hooligans de Vox para empezar a ser eso que siempre ha dicho ser: seria y sensata. Y comience, ya de paso, a hablarnos del presente.

Make Spain great again