miércoles. 24.04.2024

La guerra sigue en Alsasua

Un golpe duele igual en Euskadi que en Madrid. Pero en Euskadi sale más caro. Sobre todo, si lo recibe un guardia civil, aunque vaya de paisano. Como aquellos japoneses que durante décadas permanecieron emboscados en oscuras selvas peleando contra enemigos invisibles, algunos en la Audiencia Nacional y en el Parlamento no se han enterado de que la guerra se ha terminado y ya pueden regresar a casa. A licenciarse con honores.

No es —como dice algún malpensado— que contra ETA vivieran mejor, porque cuando uno se despierta cada día con la amenaza del balazo en la nuca o el coche bomba no se puede vivir bien; pero sí se construyó durante años una dialéctica de batalla que ahora, cautivo y desarmado el enemigo, a muchos les cuesta a abandonar aunque suene a quincalla de otro siglo. Un lenguaje tan desfasado como lo está el código penal, debemos decir, si se puede utilizar como un hacha para partir en dos la vida de la gente.

Porque no puede ser que abusar de menores, violar a mujeres, agredir a emigrantes  o meter la mano en la hucha de todos se pague a veces con un capón y dos padrenuestros y darle una ostia a un guardia civil —aunque fuera con odio y la mano abierta— salga a casi quince años por tricornio.

Que el ambiente en Euskadi no se ha normalizado es cosa sabida. Y también que tardará años en hacerlo. Pero también es sabido que ya no se asesina, y que los perros que ladran ya no tienen dientes con los que mordernos. Así que podemos dejarlos ladrar en paz, que ya se cansarán ellos solos. Y si se saltan la ley, aplicarla con normalidad. Como se le aplica al nazi que apalea a un nacionalista o al policía que golpea sin razón a un inmigrante. Sin excepciones con tufillo a venganza.

Porque seguir imponiendo penas desproporcionadas por apología o práctica de un terrorismo que ya no existe, enchironando para media vida a quien hace una mofa en Twitter o se pasa de copas en un bar de Alsasua no sólo es una insensatez judicial, sino que agita de manera innecesaria las aguas políticas. Y ya bajan bastante revueltas.

La guerra sigue en Alsasua