jueves. 28.03.2024

Calamaro como síntoma

calamaro
Foto: Internet

Confundir epatar, la provocación fácil —un poco la del niño que aprende a decir caca, culo, pedo, pis— con una seria labor intelectual, es haberse quedado en el patio de colegio

Se armó ayer un pequeño revuelo en Twitter cuando se dieron a conocer por varios medios unas opiniones del músico Andrés Calamaro de las que podían deducirse —aunque la mala sintaxis del texto obligaba a un ejercicio de hermenéutica— que el rockero mostraba su apoyo a Vox para las siguientes elecciones.

Hay que seguir poco la carrera de Calamaro para asombrarse con este posicionamiento. El artista lleva ya un tiempo —la última vez fue a cuenta de las mujeres— confundiendo la búsqueda de cierta impertinencia con ser un intelectual y el consenso social en torno a ciertos temas, con una suerte de dictadura de lo políticamente correcto contra la que él, y otros pocos valientes son, en teoría, los únicos en manifestarse. Acaso sin pensar que sí el trabajo de un intelectual fuera contradecir siempre a las mayorías, en todo y siempre, podría llegar el día en que acaben defendiendo la violación o la pederastia. Porque los consensos sociales no son necesariamente malos, ni son tampoco la elección inconsciente o guiada de una masa poco ilustrada a la que haya que provocar para sacar de su error.

Confundir epatar, la provocación fácil —un poco la del niño que aprende a decir caca, culo, pedo, pis— con una seria labor intelectual, es haberse quedado en el patio de colegio. Pero es que además, la incorrección política de Calamaro ni siquiera es original, ni puede sorprender en un país como España donde ya son muchos quienes han hecho ese viaje de izquierda a derecha.

Muchos músicos, artistas, escritores y sobre todo periodistas —del Savater cuasi nihilista y que escribía en Egin, al Sánchez Dragó ácrata o el Gabriel Albiac antiglobalización y cercano al comunismo —que en los 80 o 90 eran de izquierdas han dado un viraje lento pero constante hacia la derecha. En contra de lo que piensan, no por estar fuera del rebaño, por llevarle la contraria o guiar a este, sino precisamente como parte del rebaño. Porque también la sociedad española ha girado a la derecha mayoritariamente. El auge de las rentas, la globalización, las migraciones, los procesos de cesión de soberanía dentro de Europa, la crisis de las identidades tradicionales... todo ello ha fomentado el auge del conservadurismo y con él del voto a la derecha.

El caso, de todas formas, debe servir a quienes aún militamos y creemos en la democracia razonada, para no copiar precisamente a la derecha más fanática y llamar al boicot contra todo aquello que no nos gusta; para no señalar con el dedo para que quien disiente de nuestra opinión pierda su dinero o su trabajo. Discutamos, claro. Pero sin bajar al barro. La opinión política de Calamaro no obsta para que Honestidad Brutal —de cuyo lanzamiento se cumplen ahora 20 años— sea uno de los dos o tres mejores discos de rock en castellano de la historia; para que Alta Suciedad siga siendo un disco bellamente grabado; para que El Salmón siga siendo un salto al vacío con momentos de gloria o La lengua popular contenga un puñado de muy buenas canciones. Hasta en Cargar la suerte, su último disco, hay perlas como «Egoístas» o «Las rimas».

Por lo demás, todo este movimiento pro Vox que se manifiesta en parte como un apoyo chanante a un disparatado grupo de outsiders puede encontrarse en unos días con el hecho de que el partido de Abascal se haya convertido en fuerza de Gobierno. Porque efectivamente, la sociedad española ha dado un giro a la derecha y no es absurdo pensar que Vox pueda llegar o superar los 50 escaños. Entonces, estas gracietas, este sacar la pata fuera del tiesto, a lo mejor tiene menos gracia o hay que pensar más antes de hacerlo —si nos dejan hacerlo—.

Y desde luego algunas personas y también partidos —¿qué hará Ciudadanos, por ejemplo, si la derecha suma pero con ellos como tercer partido?— van a tener que posicionarse claramente: con el neofascismo o contra él. Sin sintaxis retorcida ni pose transgresora. Con los bárbaros a las puertas de Roma.

Calamaro como síntoma