viernes. 19.04.2024

La extrema derecha en acción

Los acontecimientos del día de reyes en Washington han dejado conmocionado al mundo entero. Sin duda, tendrán importantes consecuencias en Estados Unidos y no solo allí, también en el resto del mundo. Como un relámpago en la noche, los sucesos de Washington iluminan fugazmente el paisaje que nos rodea y nos permiten ver de dónde viene el peligro que acecha hoy a las democracias. Además, han erosionado gravemente el prestigio de los Estados Unidos en el mundo. Lejos de “hacer grande a América de nuevo” la extrema derecha la ha hecho más pequeña. 

Primero los hechos. En sustancia, el presidente Trump había convocado una concentración de sus seguidores el mismo día en que el Congreso iba a certificar la victoria de Biden en las recientes elecciones. En el mitin con que culminó la concentración, Trump incitó a los manifestantes a acudir al Capitolio para presionar a senadores y congresistas a fin de que, alterando el resultado de las elecciones, le proclamaran vencedor. Instigados por el presidente Trump, una parte de los manifestantes (previamente organizados a través de las redes sociales) marchó hacia el Capitolio, rompió los cordones de seguridad y tomó a la fuerza la sede parlamentaria. Los servicios de seguridad evacuaron a los senadores y congresistas, llevándolos a lugar seguro, fuera de la amenaza de los asaltantes y después procedieron a desalojar a estos de modo que el Congreso pudo reanudar la sesión y acabó proclamando a Biden presidente electo de los Estados Unidos. 

Hay muchos rasgos que definen lo que es una democracia. Una condición necesaria, aunque no suficiente, es que cuando dos personas compiten por un cargo electivo, lo ocupa el que obtiene más votos. Trump, desde antes de las elecciones, ha venido rechazando el resultado de las urnas. Ha intentado ganar en los tribunales lo que había perdido en las urnas,  perdiendo todos los pleitos sin excepción. Ha acosado y amenazado a las autoridades competentes para que dieran la vuelta al resultado, incluido aquello de “búscame 11.000 votos”. Y, finalmente, una vez comprobado que su propio vicepresidente, tampoco iba a alterar el resultado, envió a sus matones (alguno de ellos armados) a asaltar el Congreso para, intimidando a los representantes de la nación mediante la fuerza o la amenaza, dar la vuelta al resultado de las urnas. Han fracasado y la democracia ha prevalecido. Pero hay una lección a extraer de aquí. La extrema derecha de nuestros tiempos, es decir, el nacionalismo extremo y populista, es la principal amenaza para la democracia. Usan la democracia para llegar al poder y dicen defender la Constitución, pero, cuando la ocasión se presenta, no dudan en cargársela. La extrema derecha en EE UU y, me temo que, en todas partes, es, como se ha comprobado, la principal amenaza para la democracia. Es importante percatarnos de ello porque, aunque aquí y ahora han fracasado, la amenaza sigue. El día de reyes en Washington hemos visto a la extrema derecha en acción y ya no nos podemos llamar a engaño. 

¿Se puede calificar como un golpe de estado?

Más allá de un debate académico, importa señalar que, si no lo es, es algo muy parecido. Los golpes suelen estar protagonizados por una parte de las fuerzas armadas. Así, el 23F una unidad militar ocupó el Congreso de los Diputados, interrumpiendo la sesión de investidura. La diferencia es que en Washington ha sido una turba de matones la que ha ocupado el Capitolio. Pero en ambos casos se trataba de interrumpir el proceso democrático de nombrar a un presidente y forzar a los parlamentarios a, alterando el resultado de las urnas, poner a otro bajo la amenaza de la fuerza.  

Hay otra gran diferencia que hace aún más grave lo ocurrido en Washington. El golpe de Washington ha sido inducido por el propio presidente Trump, es decir, por la máxima autoridad y también comandante en jefe de las fuerzas armadas. Es notable que, incluso una vez fracasada la intentona, Trump siguiera declarando su apoyo a los asaltantes. El golpe del 23F, sin embargo, fue abortado por el Rey, jefe de las fuerzas armadas, que intervino para evitar que se sumaran al golpe de Milans y Tejero otras unidades militares, de modo que, aislados, éstos tuvieron que rendirse. En EE UU, ha sido precisamente el Jefe del Estado el inductor del golpe a la democracia. En España, fue el Jefe del Estado, o sea el Rey Juan Carlos, quien hizo fracasar el golpe. Por incómodo que alguno le resulta, hemos visto al Jefe del Estado de una República de más de doscientos años de antigüedad, atacar (y de qué manera) a la democracia mientras que vimos al Jefe del Estado de una Monarquía salvar a la democracia española. Dicho más en concreto, en España, la monarquía ha sido y es una salvaguarda para la democracia. Esto es algo que, al parecer, algunos, cargados de prejuicios ideológicos, no han acabado de entender.  

Si he hecho una comparación entre los sucesos del día de reyes en Washington y el golpe del 23F es porque hay algunas semejanzas, como he dicho más arriba. En los golpes a la democracia ya no se lleva lo poner los tanques en las calles. Ahora los golpes de dan de un modo gradual y de otra forma, como se aprecia en algunos países. Por el hecho de no consistir en una intervención militar no son menos graves. Si los asaltantes del Capitolio hubiesen triunfado, es decir, si hubiesen conseguido que el Congreso declara a Trump vencedor de las elecciones, la democracia americana hubiese cantado las diez de últimas. 

Con lo que no hay ni la más remota semejanza del asalto al Capitolio es con las manifestaciones de “rodea el Congreso” o las marchas por la dignidad. No solo en España, sino en muchos otros países (véase Francia) las manifestaciones suelen acabar en enfrentamientos con la policía. Dicho sea de paso, frente a las Cortes ha habido multitud de manifestaciones, pacíficas o broncas, pero a nadie se le ha ocurrido que eso sea un ataque a la democracia. Asaltar el Capitolio es otra cosa, muy diferente. Por eso, cuando la derecha española compara una cosa con otra se le ve el plumero partidista y demuestra que sigue con los rumbos perdidos. 

En Estados Unidos, es imprescindible exigir responsabilidades a los que asaltaron el Congreso y al propio Trump. El ataque a la democracia no puede salir gratis. Los sucesos del día de reyes son la culminación de un largo proceso de construcción de la extrema derecha americana, que ha ido ganando fuerza hasta llevar a la Casa Blanca a uno de los suyos. La extrema derecha ha fracasado, pero sigue ahí. Por eso, para prevenir futuros ataques, los asaltantes del Capitolio y el propio Trump como instigador de los mismos tienen que ser llevados a los tribunales y responder de cargos graves. La democracia americana ha sobrevivido al golpe del día de reyes, pero, qué duda cabe, sale muy debilitada. No olvidemos que aún después de haber fracasado, unos 150 representantes y una decena de senadores votaron a favor de las tesis de Trump. No es paja. 

Biden tiene por delante una dura tarea. Tiene que fortalecer la democracia y tiene que recuperar el prestigio de los Estados Unidos. La foto del payaso de los cuernos ocupando la tribuna del Senado hace más daño y desprestigia más a la nación americana que mil campañas de sus adversarios. Claro que para la nación española la foto del payaso del tricornio que gritaba aquello de “todos al suelo” fue también un buen golpe. Y recuperamos el prestigio.  

La extrema derecha en acción