jueves. 18.04.2024

Elecciones británicas: el nacionalismo gana, la izquierda pierde

Nicola-Sturgeon
Nicola-Sturgeon | Lideresa SNP

Las elecciones del 13 de Diciembre en el Reino Unido han sido seguidas con mucho interés, tanto por las repercusiones que el asunto central a debate (el Brexit) tiene en lugares tan alejados del Reino Unido como Almería, como por comprobar si las tendencias observadas en otras elecciones y en otros países se ratifican o se modifican ahora en el RU.

La ambigüedad de Corbyn respecto al asunto central (si el Reino Unido debería estar o no en la UE) le ha hecho perder votos por los dos lados: antiguos votantes laboristas partidarios de irse y antiguos votantes laboristas partidarios de permanecer en Europa han emigrado unos al Partido Conservador y otros a la abstención o a otros partidos

Desde Junio de 2016, fecha en que se celebró el referéndum que decidió la salida de la Unión Europea, hasta hoy, el Reino Unido ha vivido en una crisis política permanente: tres Primeros Ministros en tres años y medio y el enfrentamiento entre el Parlamento y el Gobierno a cuenta del Brexit ha sido continuo. Un lío, en definitiva, del que no se veía salida.

El primer resultado de estas elecciones es que el nuevo Parlamento ya no bloqueará el Brexit.

Algunos han querido ver en estas elecciones una especie de segundo referéndum sobre el Brexit. Los partidarios del Brexit suman en esta ocasión bastante menos del voto “leave” de 2016, pero se trata, sin duda, de un éxito de los “brexiter” porque sus votos, aunque no son mayoría en la urna, dan un Parlamento con una amplia mayoría conservadora que dará luz verde a la salida de la Unión Europea. Importa destacar que frente a la campaña, nítida y rotunda, de Johnson (“Get the Brexit done”) estaba la ambigüedad de Corbyn que prometía un nuevo período de negociaciones con la Unión Europea seguido de un segundo referéndum donde él mismo se abstendría.

La ambigüedad de Corbyn respecto al asunto central (si el Reino Unido debería estar o no en la UE) le ha hecho perder votos por los dos lados: antiguos votantes laboristas partidarios de irse y antiguos votantes laboristas partidarios de permanecer en Europa han emigrado unos al Partido Conservador y otros a la abstención o a otros partidos.

Lo que los electores entendían de la posición de Corbyn es que el lío continuaría durante algún tiempo y sin saber ni cuándo ni cómo acabaría.

Esta cuestión ha oscurecido el principal mensaje que los laboristas pretendían colocar en el centro del debate: poner fin a la austeridad y arreglar los destrozos que diez años de recortes han hecho en los otrora espléndidos servicios públicos británicos, especialmente en la Sanidad, gravemente deteriorado por los recortes y las privatizaciones.

Corbyn ha planteado expresamente un giro a la izquierda, con una potente  propuesta social,  e importantes nacionalizaciones financiados con una subida de impuestos a las empresas y a las grandes fortunas. No faltarán los que achaquen a este giro a la izquierda la derrota de los laboristas. Creo que no es así.

Muchos trabajadores industriales han cambiado el voto de laborista a conservador, convencidos de que han sido la UE y la inmigración los culpables de que ellos pierdan sus bien pagados empleos. Es un fenómeno que ya habíamos visto en las elecciones  norteamericanas en los estados del llamado “cinturón de óxido”. En contraste, llama la atención que el Gran Londres, la región más más próspera y dinámica vote mayoritariamente laborista, sin que, al parecer, les haya disuadido de hacerlo el programa radical que ha presentado Corbyn. La derrota laborista no se fundamenta tanto en el trasvase de votos a los conservadores (salvo en algunas circunscripciones) como en el trasvase a partidos claramente partidarios de permanecer en Europa y a la abstención. Los laboristas han perdido casi 8 puntos mientras que los conservadores han ganado tan solo 1,2 puntos.

En el tiempo que ha transcurrido entre el referéndum del 2016 hasta hoy el partido conservador se ha transformado. Hace cuatro años, la gran mayoría de los conservadores eran partidarios de permanecer en Europa. Solo un puñado de ellos hicieron campaña por el “leave” muy destacadamente uno: Johnson.  La campaña del “leave”, plagada de mentiras y engaños, extendió una idea básica: recuperar la soberanía del Reino Unido lo que equivale a decir la plaga del nacionalismo en su versión británica. Una vez sembrada la idea del nacionalismo poco importaba que la salida de la UE perjudicara al Reino Unido, porque la idea de recuperar la soberanía se situaba sobre cualquier otra.

Hay un teorema que se repite una y otra vez: cuando el nacionalismo entra por la puerta, la izquierda sale por la ventana

La extrema derecha británica, primero desde el UKIP y luego desde el Brexit Party, es quien inició este movimiento que hoy domina en el Partido Conservador. Se demuestra, una vez más, el poder de contaminación que tiene la extrema derecha populista respecto de la derecha tradicional. Es por ello que la extrema derecha británica canta victoria a pesar de que ni el UKIP ni el BP, las dos formaciones que iniciaron este movimiento, han obtenido ni un solo escaño.

El ascenso del nacionalismo es espectacular en Escocia. El SNP que proponía un segundo referéndum de independencia en Escocia, ha obtenido 48 de los 56 escaños en liza. Nada menos.

Importa destacar que los escoceses ejercieron el “derecho a decidir” hace cuatro años. Pero los nacionalistas vuelven a plantear otra vez lo mismo y, supongo, que así una y otra vez hasta que los escoceses decidan bien, o sea, decidan lo que quieren los nacionalistas, es decir, la independencia. En ese momento, se supone que los escoceses perderían, ya para siempre el derecho a decidir. Lo del “derecho a decidir” no es más que el envoltorio bonito para que pase mejor la medicina de la independencia. Un timo brillante e irresistible, vamos.

En resumen, la ola nacionalista que se ha levantado con la crisis económica sigue creciendo. Y esta ola inunda los partidos tradicionales de la derecha que o bien se transforman en nacional – populistas o son barridos en favor de nuevas formaciones de ese mismo perfil. La izquierda, mientras, sigue su declive sin que, al parecer, acierte con la tecla que le permita remontar.

Hay un teorema que se repite una y otra vez: cuando el nacionalismo entra por la puerta, la izquierda sale por la ventana.

En las sociedades desarrolladas ha aparecido y crece una capa social que se siente frustrada. Frustrada porque los frutos del, cada vez más, lento crecimiento van a parar a una exigua minoría que acumula una ingente riqueza. Con ingresos estancados o en retroceso, viviendo en zonas en declive, sin perspectivas claras para sus hijos, nadie les ofrece un remedio. Algunos demagogos simplemente señalan a los culpables: son los emigrantes que trabajan por menos; o es la burocracia europea que les llena su país de extranjeros; o es el bipartidismo que no mira más que por las élites; o son las élites acaparadoras. Lo que se pide no es un voto en pro de una solución real  a tanta frustración sino un voto que castigue a los culpables.

Elecciones británicas: el nacionalismo gana, la izquierda pierde