jueves. 28.03.2024

El coste de la pandemia

covid

Con las cifras disponibles de 2020, ya podemos hacernos una idea de cuál ha sido, hasta ahora, el coste de la pandemia. Digo hasta ahora, porque la pandemia no ha terminado. Al tratarse de un virus nuevo, los científicos están aprendiendo sobre la marcha a lidiar con la infección. Sus previsiones, a veces basadas en el comportamiento de otros virus, han fallado casi siempre. Esperemos que esta vez acierten y en el segundo semestre de este año alcancemos la famosa inmunidad de rebaño y volvamos a una cierta normalidad, esta vez de verdad. Entonces podremos hacer una valoración del coste de la pandemia.

Lo que está claro es que la pandemia está dejando un rastro de destrucción notable. En primer lugar, de vidas humanas. La cifra que mejor aproxima el coste en vidas es el exceso de mortalidad, que incluye los fallecidos con diagnóstico COVID. Pero hay más fallecidos que seguramente han muerto por otras causas, aunque probablemente tengan que ver con la pandemia. El exceso de mortalidad ha sido de 75.000 personas. Desde la Guerra Civil no habíamos tenido una año con un coste en vidas tan alto.

El segundo dato que llama la atención es que en 2020 se ha registrado una contracción de la economía del 11 %, la peor caída desde la Guerra Civil. El PIB pc ha bajado 2.790 €, un 10,6 %, lo que significa que, en promedio somos un 10% más pobres que hace un año. Claro que el empobrecimiento no ha sido igual para todos: se ha concentrado, sobre todo en el segmento de rentas más bajas. Si no se ha producido una verdadera catástrofe social es porque el Gobierno ha aplicado esquemas de protección social que, aun siendo insuficientes, ayudan mucho a parar el golpe. En todo caso, cabe decir que la pandemia nos ha traído más pobreza.

Decenas de miles de empresas han dejado de estar activas, muchas de ellas para siempre. Aquí también cabe señalar que el Gobierno (como todos los de nuestro entorno) ha tomado medidas para minimizar el daño al tejido productivo y para proteger el empleo, destacando a este respecto los ERTES que han salvado varios millones de empleos. La pandemia nos deja, pues, con más paro y con menos empresas.

En definitiva, la pandemia está siendo un desastre de grueso calibre. A pesar de los cambios en los usos y costumbres que la pandemia impone, da la impresión de que en la sociedad no hay suficiente conciencia de la gravedad, quizás porque los medios de comunicación ponen el énfasis en cuestiones secundarias. También porque el debate político está viciado por la polarización partidista que distorsiona todo. Prueba de esto último ha sido el debate en torno a la gestión de los fondos europeos. Lo importante es que lleguen pronto y se apliquen cuanto antes. Poner el énfasis en quien gestiona los fondos europeos y decir que Sánchez va a hacer con ellos “lo que le dé la gana” es no enterarse de nada. Los fondos tienen una aplicación estrictamente condicionada por parte de Europa, que, además, ejercerá un control riguroso. Así es que Sánchez no hará lo que le dé la gana, sobre todo porque no puede. Lo esperpéntico de ese debate es que Abascal aparece con más sentido común que Casado. Es para hacérselo mirar.

A estas alturas, las prioridades deberían estar muy claras. En primer lugar vacunar. Vacunar a muchos y vacunar pronto. Abrir al turismo este verano dependerá de cuantos estén vacunados en Mayo. Pero, sobre todo, reducir el coste en vidas, exige vacunar pronto. El debate público debería estar centrado en la logística de la vacunación, en cómo conseguir tener más vacunas y como movilizar recursos para ponerlas. Pero no,  los medios de comunicación no se centran en vituperar a los que se saltan la cola, dedicando un tiempo y un espacio desmesurado a este detalle. Por cierto, el número de los que se cuelan pone en evidencia, por contraste, que la abrumadora mayoría tiene un comportamiento cívico, en un país en el que saltarse las colas forma parte de la cultura popular.

De esta prioridad, depende todo lo demás, incluida la recuperación económica. Y aquí viene la segunda prioridad: el empleo. Si queremos hacer una política basada en los hechos y no en ideologías (que muchas veces no son más que fantasías y prejuicios) hemos de apreciar que los ERTES han funcionado bastante bien porque millones de empleos se han salvado. Así es que la primera y más importante reforma del mercado laboral (o sea del Estatuto de los Trabajadores) debería ser perfeccionar los mecanismos de los ERTES porque los seguimos necesitando y porque el capitalismo tiene la fea costumbre de obsequiarnos con alguna crisis cada poco.  Afortunadamente, en este punto hay un acuerdo social. También habría que subrayar que los ERTES no salen gratis: han costado unos 40.000 millones que unidos a los avales y ayudas arrojan la respetable cifra de unos 62.000 millones. El coste económico de la pandemia es elevado aunque no tanto como el de otros países cercanos.

Desgraciadamente, no todos los empleos se han podido resguardar con los ERTES. Hoy tenemos 640.000 ocupados menos que cuando empezó la pandemia. Recuperar actividad y empleo no parece ser lo más prioritario para los sindicatos que anuncian movilizaciones para exigir al Gobierno que  suba el salario mínimo,  derogue la reforma laboral de Rajoy y otras reivindicaciones formuladas antes de la pandemia. Son reivindicaciones justas pero que tienen poco que ver con la recuperación del empleo. Los sindicatos dan la impresión de que desentienden de las grandes prioridades del aquí y ahora. No así los empresarios.

Los empresarios son imprescindibles para que la lluvia de millones que llega de la UE cumpla con los objetivos previstos. Los fondos servirán, en buena medida, para apoyar planes empresariales que, a ser posible, movilicen también inversión privada. Esta cooperación público–privada va a ser característica de este proceso si es que tenemos suerte y somos capaces de ejecutar los fondos y gastarlos bien. Si todo va bien deberemos ver, en los próximos meses, una gran inversión en digitalización y economía verde. Es un oportunidad única y, una de dos, o los aprovechamos aquí y ahora o el tren pasará. Veremos si el Gobierno, mejor dicho los gobiernos (porque aquí los gobiernos de las CC AA son importantes) y los empresarios dan la talla. Tengo muchas dudas. Primero por la capacidad de las empresas de generar nuevos proyectos. También por la capacidad de los gobiernos, especialmente de algunos gobiernos autonómicos. Si miramos a Madrid y a Cataluña las dudas se hacen certezas. De signo político opuesto, algo tienen en común: la incapacidad de sus gobiernos, más ocupados en confrontar con el Gobierno de la Nación que en gestionar bien su casa.

Veremos.

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