jueves. 25.04.2024

Acuerdos salariales

Será de la mano de una lucha por salarios decentes y por recuperar el poder adquisitivo perdido donde los sindicatos pueden encontrar la vía para fortalecerse y recuperar los derechos perdidos.

Será de la mano de una lucha por salarios decentes donde los sindicatos pueden encontrar la vía para fortalecerse y recuperar los derechos perdidos

Los sindicatos y la patronal acaban de anunciar un acuerdo salarial para 2015 y 2016. En esos dos años los salarios subirán hasta el 1 % y el 1,5 % respectivamente.

El acuerdo estipula, además, que la suma de los incrementos salariales será mayor que la inflación del bienio (o al menos eso se puede interpretar de una redacción confusa). Por tanto, si la inflación va por debajo del 2,5 % esta cifra actúa como límite superior de una horquilla cuyo límite inferior será la inflación y los salarios ganan algo de poder adquisitivo. Si la inflación en el mismo período va por encima del 2,5% (como hace la previsión del Gobierno, que anuncia un 3,5% en el bienio) el aumento de los salarios se equipara al de la inflación, manteniéndose el poder adquisitivo. En definitiva, el acuerdo se encamina a mantener  el poder adquisitivo y, en caso de baja inflación, a ganar algo.

Desde los Pactos de la Moncloa los acuerdos salariales (con contenidos adicionales, casi siempre) han sido la norma. Al actuar como referencias para la negociación colectiva, los acuerdos salariales han sido útiles para que muchos trabajadores, con escaso poder de negociación, obtuvieran incrementos equiparables a los sectores de mayor poder sindical. En cuanto a los contenidos, los sindicatos generalmente han aceptado políticas de moderación salarial,  defendiendo, en ese marco, el poder adquisitivo de los salarios frente a una inflación relativamente alta, a la vez que intentaban ganar algo más.

Sin embargo, desde 2011 estamos asistiendo a un fenómeno nuevo. Por un lado tenemos un período de baja inflación, con serios peligros de entrar en deflación. Por otro, a partir de la reforma laboral del PP se ha puesto en marcha un proceso de bajada de salarios, inédito en nuestro país. La rebaja salarial no se produce de una forma homogénea. Los trabajadores con menores salarios son los que han sufrido la reducción salarial de una forma más intensa, al punto que se ha creado una capa de trabajadores con salarios bajísimos, insuficientes, en muchos casos, para cubrir sus necesidades mínimas. Para otra capa de trabajadores en los años de crisis se han producido congelaciones salariales y recortes varios, de modo que hoy, casi todos ganan menos que antes de la crisis. Es evidente que el acuerdo no aborda ni la situación de los trabajadores con muy bajos salarios ni tampoco la recuperación del poder adquisitivo perdido por otra capa de trabajadores. Además, con la reforma, se ha excluido a varios millones más de trabajadores de la negociación colectiva. Para ellos, el acuerdo salarial es inútil por completo.

Desde algunos partidos están abordando el empobrecimiento de una amplia capa de trabajadores mediante ingresos extrasalariales, llámense rentas universales o complementos salariales en forma de créditos fiscales. En definitiva, lo que se propone es que el Estado aporte una parte del ingreso que ayude a paliar la situación de pobreza en que viven. No discuto los méritos de estas propuestas a la hora de paliar situaciones familiares graves, pero no podemos resignarnos a que se perpetúe (y se amplíe) una capa de trabajadores pobres.

Por eso creo que la tarea de hoy es luchar por un salario decente y en esto los sindicatos son pieza clave. Desde el poder político algo se puede hacer. Por ejemplo, aumentando el salario mínimo, pero aquí hay que destacar, como consecuencia del incremento de la contratación a tiempo parcial y de la exclusión de la negociación, otro de los fenómenos actuales: el creciente número de trabajadores que cobra menos del salario mínimo.

No es menor el impacto que la evolución de las rentas salariales tiene en el consumo y la incoherencia económica que supone querer reactivar la demanda interna con pérdidas de poder adquisitivo o creación de empleos con muy bajos salarios. Aspecto que sin duda valora un sector empresarial que pretende hacerlo desde su exclusivo control y, en buena parte, al margen de la negociación. Es decir reforzando su poder.

Cierto que los sindicatos se han debilitado a lo largo de la crisis, en parte debido a una gran campaña antisindical desarrollada desde la derecha y sus voceros y en otra parte por la pérdida de capacidad negociadora derivada de la reforma laboral. Pero me atrevo a aventurar que será de la mano de una lucha por salarios decentes y por recuperar el poder adquisitivo perdido donde los sindicatos pueden encontrar la vía para fortalecerse y recuperar los derechos perdidos. Una lucha que no será corta ni fácil, pero que, en todo caso, es lo esencial de un política sindical digna de tal nombre.

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