La clase trabajadora fue el ariete, la palanca, que abrió las puertas a la democracia , aunque a veces hubiera que derribarlas, aunque hubiera que sufrir el coste insufrible de sangre humana.
El sindicalismo español, el sindicalismo europeo, el movimiento obrero en el mundo, no puede seguir entretenido en dictaminar si son galgos o podencos los que vienen tumba abierta hacia nosotros