sábado. 20.04.2024
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Foto Pixabay Chicago

El pasado mes de mayo, las irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara del estudio Grafton Architects se convertían en la cuarta y quinta mujer en lograr el Premio Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura. Solo cinco mujeres lo han conseguido en los 41 años de historia del galardón, números que no se corresponden en absoluto con el porcentaje de profesionales por género. Un dato que parece indicar que ahora, como sucedió con las pioneras de la arquitectura, las mujeres siguen estando en la sombra.

Una de esas cinco mujeres en haber recibido el Premio Pritzker es la catalana Carme Pigem, como parte del estudio RCR Arquitectes junto a Ramón Vilalta y Rafael Aranda. Este reconocimiento se produjo en 2017, 81 años antes, en junio de 1936, por primera vez en España una mujer se licenciaba en Arquitectura. Era Matilde Ucelay, hija de la dramaturga Pura Maortua, amiga cercana de Federico García Lorca, quien ha vuelto a estar de actualidad recientemente. Ucelay formó parte del Lyceum Club Femenino, una institución clave para la emancipación femenina en nuestro país, y además de dedicarse a la arquitectura, también se interesó por el teatro, fundando la compañía Anfistora. La arquitecta madrileña, que falleció en 2008, fue reconocida en vida con el Premio Nacional de Arquitectura en 2004.

Las primeras mujeres arquitectas en Estados Unidos hay que buscarlas en el prestigioso Massachusetts Institute of Techonology. Si bien en la cultura popular a menudo se asocia con su famoso equipo de blackjack que, en realidad, fueran varios equipos, el MIT es reconocido por ser considerado como una de las mejores universidades politécnicas del mundo. Sophia Hayden, nacida en Santiago de Chile, fue la primera mujer en graduarse en el programa de arquitectura del MIT en 1890, siendo la primera en hacerlo en Estados Unidos. Cuatro años más tarde, lo haría Marion Mahony Griffin.

Para muchos, sin embargo, por su relevancia, consideran a Mahony Griffin como la primera arquitecta de EE. UU., lo cual es casi lo mismo que decir del mundo. Natural de Chicago, una ciudad clave para entender la arquitectura estadounidense, fue estrecha colaboradora de Frank Lloyd Wright, uno de los mayores arquitectos de todos los tiempos; de hecho, Mahony Griffin fue su primera empleada.

En una tónica que ha sido habitual a lo largo de la historia, el nombre de las mujeres arquitectas más influyentes ha sido ignorado al quedar ensombrecido por el de los grandes arquitectos masculinos del siglo XX.

Es el caso de Eileen Gray, pionera del Modernismo y responsable, entre otros proyectos, de dar forma a la capital de Australia, Camberra. Sin embargo, esta irlandesa, que primero se estableció como diseñadora de muebles y ejerció sin tener realmente formación en arquitectura, quedó a la sombra de Le Corbusier. Se dice del gran arquitecto suizo-francés que se obsesionó con el primer trabajo de Gray, también uno de los más reconocidos: la Villa E-1027, una casa en la costa de la localidad francesa de Roquebrune-Cap-Martin. Le Corbusier la visitaba con frecuencia, se construyó una cabaña cerca y hasta se “coló” dentro para llenar las paredes de murales cubistas que, según él mismo reconoció, no eran para mejorar la estancia, sino para destrozarla.

Mano a mano con Mies van der Rohe, otro de los pioneros del Modernismo en arquitectura junto con Le Corbusier o Lloyd Wright, estuvo la alemana Lilly Reich. Pese a que realmente se dedicaba principalmente al diseño, muchos consideran que la obra de Mies no hubiera sido igual sin su colaboración con esta mujer, que duró más de diez años. Prueba de la confianza que Mies depositaba en Reich es que la nombró supervisora de la construcción en 1932 de la tercera escuela de la Bauhaus, en Berlín, llevada a cabo por estudiantes y que apenas tuvo recorrido por el clima político del momento.

Pero, seguramente, el caso más flagrante de falta de reconocimiento a los logros de una mujer en arquitectura sea el de la sudafricana Denise Scott Brown. Junto a su esposo, Robert Venturi, formó el estudio Venturi, Scott Brown & Associates, sin embargo, cuando en 1991 Venturi fue galardonado con el Premio Pritzker, a ella se le excluyó de manera expresa pese a que el trabajo era conjunto. Él no acudió a la ceremonia de entrega en señal de protesta, y hubo un grupo de mujeres arquitectas que pidió que se otorgase el premio también a Scott Brown aunque fuera de manera retrospectiva, pero el jurado se negó. Las aportaciones arquitectónicas de Scott Brown, especialmente al entorno urbano, así como su labor docente, se consideran fundamentales. Ella es una de las cuatro protagonistas del documental canadiense de 2018 City Dreamers, que habla sobre “las mujeres invisibles de la arquitectura”. Además de Scott Brown, también aparecen Phyllis Lambert, Cornelia Hahn Oberlander y Blanche Lemco van Ginkel.

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Foto: Pixabay Ópera de Guangzhou (China)

Hubo que esperar hasta 2004 para que una mujer recibiese “el Nobel de arquitectura”. La británico-iraní Zaha Hadid fue la primera ganadora del Premio Pritzker. Además de la artífice de diseños como el del Centro Heydar Aliyev de Bakú o la ópera de Guangzhou y las ya citadas, solo la japonesa Kazuyo Sejima (en 2010) ha recibido también este reconocimiento.

El Architects’ Council of Europe publica cada dos años un estudio sobre el sector de la arquitectura en Europa. En el informe de 2018, el porcentaje de arquitectos varones en el Continente europeo era del 61%, por un 39% de mujeres. Está claro que sigue siendo un sector eminentemente masculino, pero si sacásemos el porcentaje de mujeres galardonadas con el Premio Pritzker desde 1979, cuando se instauró, la diferencia sería muchísimo mayor. Eso sí, tres de las cinco galardonadas son de los últimos tres años. No compensa por todas las que no fueron reconocidas en el pasado, pero es un avance.

Las mujeres que pusieron la primera piedra