martes. 16.04.2024
gases efecto invernadero

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), los niveles de los gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera alcanzó las 407,8 partes por millón (ppm) en 2018, tras haber sido de 405,5 ppm en 2017.

El incremento de CO2 que se produjo de 2017 a 2018 fue muy similar al observado de 2016 a 2017 y se situó justo por encima de la media del último decenio. Los niveles mundiales de CO2 sobrepasaron el simbólico e importante umbral de 400 partes por millón en 2015.

Esta tendencia continua a largo plazo -alerta la OMM-, significa que "las generaciones futuras tendrán que hacer frente a unos efectos cada vez más graves del cambio climático, como el aumento de las temperaturas, unos fenómenos meteorológicos más extremos, un mayor estrés hídrico, la subida del nivel del mar y la alteración de los ecosistemas marinos y terrestres".

El COpermanece en la atmósfera durante siglos y aún más tiempo en los océanos

Por su parte, las concentraciones de metano y óxido nitroso se dispararon y ascendieron en mayores cantidades que durante los últimos diez años, según las observaciones de la red de la Vigilancia de la Atmósfera Global, que cuenta con estaciones en las regiones remotas del Ártico, en zonas montañosas y en islas tropicales.

Desde 1990 ha habido un incremento del 43% del forzamiento radiativo total —que tiene un efecto de calentamiento del clima— provocado por los gases de efecto invernadero de larga duración. Según las cifras proporcionadas por la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOAA) de los Estados Unidos de América que se citan en el Boletín de la OMM, el CO2 contribuyó en casi un 80 % a ese incremento.

SIN INDICIOS DE DESACELERACIÓN

“No hay indicios de que se vaya a dar una desaceleración, y mucho menos una disminución, de la concentración de los gases de efecto invernadero en la atmósfera a pesar de todos los compromisos asumidos en virtud del Acuerdo de París sobre el cambio climático”, manifestó el Secretario General de la OMM, Petteri Taalas. “Tenemos que plasmar los compromisos en acción y aumentar el nivel de ambición en aras del bienestar futuro de la humanidad”, afirmó.

“Cabe recordar que la última vez que se dio en la Tierra una concentración de CO2 comparable, fue hace entre 3 y 5 millones de años. En ese entonces, la temperatura era de 2 a 3 °C más cálida y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual”, explicó el señor Taalas.

Dióxido de carbono

El dióxido de carbono es el principal gas de efecto invernadero de larga duración en la atmósfera relacionado con las actividades humanas. Su concentración alcanzó un nuevo valor máximo en 2018, a saber, de 407,8 ppm o, lo que es lo mismo, el 147 % del nivel preindustrial en 1750.

Entre 1990 y 2018 el forzamiento radiativo causado por los gases de efecto invernadero de larga duración aumentó un 43 %

El incremento del COque se produjo de 2017 a 2018 superó el crecimiento medio de los últimos diez años. El promedio del índice de aumento del CO2 de tres decenios consecutivos (1985–1995, 1995–2005 y 2005–2015) se incrementó de 1,42 ppm/año a 1,86 ppm/año y a 2,06 ppm/año, observándose los índices de crecimiento más altos durante los episodios de El Niño.

El índice anual de gases de efecto invernadero de la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOAA) de los Estados Unidos de América muestra que entre 1990 y 2018 el forzamiento radiativo causado por los gases de efecto invernadero de larga duración aumentó un 43%, habiendo contribuido el CO2 a ese aumento casi en un 80 %.

Metano

El metano (CH4) es el segundo gas de efecto invernadero de larga duración más importante y contribuye en aproximadamente un 17 % al forzamiento radiativo. Cerca del 40 % del CH4 que se emite a la atmósfera procede de fuentes naturales (por ejemplo, humedales y termitas), mientras que aproximadamente el 60 % proviene de fuentes antropógenas (por ejemplo, cría de ganado, cultivo de arroz, explotación de combustibles fósiles, vertederos y combustión de biomasa).

El CH4 atmosférico alcanzó en 2018 un nuevo valor máximo, a saber, 1 869 partes por mil millones (ppb), por lo que se sitúa en el 259% del nivel de la era preindustrial. Su incremento de 2017 a 2018 fue mayor que el observado de 2016 a 2017 y que la media del último decenio.

Óxido nitroso

Las emisiones de óxido nitroso (N2O) a la atmósfera provienen de fuentes naturales (en torno al 60%) y de fuentes antropógenas (un 40 %), como son los océanos, los suelos, la quema de biomasa, los fertilizantes y diversos procesos industriales.

En 2018 la concentración atmosférica de N2O fue de 331,1 partes por mil millones, lo que equivale al 123% de los niveles preindustriales. Su incremento de 2017 a 2018 también fue mayor que el observado de 2016 a 2017 y que la media del último decenio.

Este gas también contribuye significativamente a la destrucción de la capa de ozono estratosférico, que nos protege de los rayos ultravioleta nocivos del Sol. Es el causante de un 6% del forzamiento radiativo provocado por los gases de efecto invernadero de larga duración.

Registran nuevos picos de concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera