jueves. 25.04.2024
ecocidio

A primera hora de la mañana, anduve por el Parque Regional de Las Salinas de San Pedro. El mantenimiento de la explotación salinera y la protección otorgada por la ley al Parque puede explicar que aquel lugar no se haya convertido en un damero de calles y casas de veraneo. La explotación tradicional de la sal, sin muchos alardes tecnológicos y la prohibición de modificar el paisaje más allá de sus rasgos humanizados compatibles con la conservación de la naturaleza tiene algo que ver.

En algún lado he escrito que "el conservadurismo de los agricultores nada tiene que ver con el descrito por John Berger en “Una vez en Europa”, que les une a la tierra y a su protección como medio de subsistencia“ (La memoria histórica del Mar Menor). Los que se llaman agricultores del Campo de Cartagena y Mar Menor en realidad no lo son. Son entramados agropecuarios que no mantienen vínculos históricos o sentimentales con la tierra de la que obtienen sus rentas. Son como esos monocultivos latifundistas que se trasladan por el territorio arrasando la tierra y dejando miseria y ausencia de futuro. Nadie que se llame agricultor destruye el terruño que le provee.

En plena campaña de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para dotar de personalidad jurídica al Mar Menor, habrá que convenir que para proteger un ecosistema hay que prohibir y definir lo permisible. Y otro apunte: asumir por fin que la naturaleza es un patrimonio social, un bien común, no una oportunidad de enriquecerse en el país de la libertad. Frente a los cercamientos, los campos abiertos; frente a la propiedad privada absoluta, la persistencia de los bienes comunales.

Lamentablemente, la recogida de firmas de la ILP no va lo bien que debería ir. Es posible, incluso, que no se llegue al mínimo de 500.000 firmas necesarias. Será un nuevo fracaso que la sociedad murciana deberá asumir como propio, dando, en parte, la razón al presidente murciano cuando argumenta que la sociedad era la culpable del ecocidio del Mar Menor (La sociedad es la culpable).

Va siendo hora de que dejemos de confundir realidades. La iniciativa privada crea riqueza pero no actúa, ni restituye a su estado original, sobre la destrucción de la naturaleza. Esa es una labor de la comunidad, y en caso del Mar Menor, una verdadera joya de la biosfera, de todos los ciudadanos españoles, europeos y, si se quiere, del mundo. 

Hay que dar un impulso definitivo a la recogida de firmas, hay que utilizar, si es necesario, todos los escaparates necesarios para difundir un mensaje universal: hay cosas, seres vivos, realidades en definitiva, que pertenecen a toda la Humanidad, y sobre las que los individuos no pueden actuar para fines de lucro privado. El Mar Menor es una de esas realidades.

El día 21 de agosto, la Vuelta Ciclista a España transita por el Mar Menor. Un buen escaparate sin duda, para gritar un ¡basta ya! universal, pero posiblemente volvamos a fracasar en nuestros deberes morales, esos que compartimos con nuestros ancestros y con nuestros descendientes.  O no. Acaso seamos los “murcianos de dinamita frutalmente propagada”. Todavía queda esperanza.

Debemos impulsar la ILP del Mar Menor