viernes. 29.03.2024
cumbre clima
Foto: WWF

La sequía que padece España es la más grave de los últimos veinte años y su probable persistencia es una clara amenaza para el futuro sostenible del país

Del 6 al 17 de noviembre se reúne en Bonn la cumbre del clima entre denuncias de no hacer nada efectivo contra el calentamiento global. Sin avances en los compromisos y acuerdos de anteriores cumbres, la COP23 parece otra pérdida de tiempo para frenar un cambio climático que ya está aquí.

Sucede ese encuentro cuando la temperatura de la tierra ha alcanzado su cifra más alta en 2016, cuando ya no hay duda alguna de que estamos ante grandes cambios climáticos, según confirman los científicos de Naciones Unidas que investigan esa cuestión. Desde que se iniciaron los registros de temperaturas en 1880, es la primera vez, que éstas superan la cifra del año anterior durante tres años seguidos.

El estudio determina que la temperatura de la tierra aumenta notablemente al tiempo que encadena 392 meses seguidos con temperaturas por encima de la media histórica y el pasado agosto ha sido el tercero más cálido en los 138 años de registros de temperaturas, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EEUU.

El calentamiento global se da tanto en continentes como en mares, pero destaca la desaparición de la capa helada de los polos: tanto el Ártico como el Antártico han llegado a su menor extensión de superficie helada.

El desierto amenaza

desde 1900 más de once millones de personas han muerto en el mundo a consecuencia de sequías

Concretando en España, el pasado agosto fue el octavo más caluroso en la península ibérica desde 1965 y la temperatura media aumentó un grado más la registrada de 1981 a 2010 en este país. Además, un informe del Ministerio español de Medio Ambiente advierte de que, al ritmo actual, tres millones de hectáreas de zonas húmedas pasarán a ser áridas en los próximos ochenta años. El documento expone que la desertificación ya es un problema real en más de dos tercios del territorio español, agravado por la falta de lluvias y las temperaturas  elevadas. España puede convertirse en desierto en este siglo XXI.

Por otra parte, el desequilibrio entre menos agua disponible y la evaporada supone la disminución de recursos hídricos, pérdida de biodiversidad y menor producción agrícola. La sequía que padece España es la más grave de los últimos veinte años y su probable persistencia es una clara amenaza para el futuro sostenible del país, según el Foro de la Economía del Agua celebrado en Madrid.

Para ver el peligro real del cambio climático, cabe señalar que desde 1900 más de once millones de personas han muerto en el mundo a consecuencia de sequías y que más de dos mil millones de seres humanos se han visto afectados por éstas como verdaderas amenazas. Mucho más que cualquier otro peligro físico, según la FAO.

Y en cuanto a los numerosos incendios en territorio español (los últimos en Galicia y Asturias) generan un círculo vicioso: la sequía y la mala gestión del agua hacen descender la humedad de los suelos, lo que facilita la expansión de incendios forestales. Y a la inversa, los incendios forestales dañan la cubierta vegetal y se reduce la capacidad de los suelos para retener el agua.

Pero a pesar de la evidencia del cambio climático, España concede graciosamente más de 1.000 millones anuales de euros en ayudas a combustibles fósiles, cuya utilización es responsable del calentamiento global. El gobierno ha proporcionado dinero público en  inyecciones directas de capital y en favores fiscales, según informa el Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente a partir de datos oficiales. Eso es injusticia fiscal.

Este 2017, la producción de electricidad en centrales térmicas españolas con carbón aumentó un 40%, según Red Eléctrica Española y más de dos tercios de la electricidad consumida se han producido con energía sucia quemando un tercio más de carbón. Pero las energías renovables han disminuido un 20% este año.

contaminacion

Ayudas fiscales a combustibles de origen fósil

Pero no solo España se pasa por el arco de triunfo las propuestas del Acuerdo de París para frenar el cambio climático. Los estados del G-20 también hacen de su capa un sayo y han concedido a los combustibles fósiles exacciones fiscales más subvenciones que cuadruplican la cantidad dedicada a energías renovables, según informe presentado al iniciar el G20. La financiación pública son créditos baratos y garantías financieras por parte de Gobiernos, además de cuantiosos subsidios a combustibles fósiles. Así, carbón, gasolina, gasóleo y gas salen más baratos, se utilizan más y lamentablemente aseguran grandes emisiones de gases de efecto invernadero durante las próximas décadas, emisiones que aseguran el aumento del calentamiento global.

Justicia fiscal no solo significa que haya recaudación tributaria progresiva, suficiente y justa sino que el gasto sea también justo, lo que no es precisamente ayudar a empresas que utilizan combustibles fósiles contaminantes.

En la última reunión del G20, un informe de varias ONG denunció que de 2013 a 2015 el G20 ha destinado 63.400 millones de euros a energía con combustibles fósiles, cuando en el mismo período se asignaron a energías renovables 16.500 millones de euros, solo una cuarta parte.

Así no se frena el cambio climático ni en sueños. ¿Solución? Los científicos que investigan hace años el calentamiento global por encargo de la ONU aseguran que, para que el calentamiento global se mantenga por debajo del tope máximo de 2ºC, es imprescindible que la mayor parte de combustibles fósiles del subsuelo o bajo los fondos de los mares permanezcan enterrados sin que nadie los extraiga. Y, por supuesto, invertir más, mucho más en energías limpias.

Eso o el desastre ecológico.


Xavier Caño | Plataforma por la Justicia fiscal

G20 y España subvencionan energía sucia a pesar del evidente cambio climático