viernes. 19.04.2024
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Jorge Petraglia, Roberto Villanueva, Leal Rey - Esperando a Godot, Buenos Aires, 1956 | Foto: Wikipedia

Cuando ya el precio del gas se ha multiplicado por once en toda Europa y el setenta por ciento de las empresas afirman que en 2023 van a tener que subir los precios, todavía determinadas entidades financieras abruman al personal, vía email con los préstamos preconcedidos, obviando de forma interesada, que la mayoría de la gente hace meses no pueden llegar a fin de mes, y mucho menos en el futuro podrán pagar sus elevados intereses. Demasiada población anda preocupada. 

Ante tal perspectiva, uno de manera sana, y dentro de sus modestas posibilidades, intenta quitarse del medio y hacer una escapada a un lugar exótico. Sin embargo, a tenor de las noticias sobre la subida de los precios, el cambio climático, la nueva moda de los pinchazos o la escasez de hielo, casi acaba pensando que es mejor dejarlo para el año que viene. 

Sobre todo cuando mira por la televisión granizos como pelotas de tenis, trenes del infierno o nuevas enfermedades como la viruela del mono. Eso sin contar con los problemas de seguridad en las fiestas veraniegas y en los festivales musicales, y las colas para entrar en algunas playas. 

No obstante, para aquellos como yo que pasamos la juventud leyendo a Kerouac y hemos vivido la aventura constante de hacer de nuestra casa una furgoneta y una carretera, nadie nos puede engañar sobre la belleza de vivir el presente. 

El mundo es de todos y precisamente por eso no tenemos otro rincón para vivir. Estamos cansados de excusas… Estamos cansados del teatro del absurdo

En efecto, aunque hayamos tenido la mala suerte de que el mundo se haya vuelto loco justo cuando nos tocaba a nosotros hacer gala de nuestro protagonismo, no vamos a creer del todo a ese montón de eruditos que nos dicen que la fiesta de repente ha terminado. 

Evidentemente conocemos la teoría monetaria moderna y no podemos esperar que venga nadie a sacarnos las castañas del fuego. Pero seremos felices aunque sea en el campo y de forma clandestina.

Para nuestra generación probablemente ha llegado el momento de afrontarlo todo. Hemos aprendido a ayudarnos a nosotros mismos. Tanto es así que ha llegado el tiempo de vivir el presente, a nuestra manera y tal y como somos. Es más, hablando de todo esto se me viene a la cabeza el conocido mito griego de la caja de Pandora. Para los griegos la esperanza era mala. De hecho, cuando Pandora abrió la caja y de ella escaparon todos los males del mundo, al cerrarla solo la esperanza quedó dentro de ella. 

El mundo es de todos y precisamente por eso no tenemos otro rincón para vivir. Estamos cansados de excusas, cuando no sea por una cosa será por otra. Estamos cansados del teatro del absurdo. No queremos vivir siempre esperando y completamente insatisfechos. No nos conformamos con coger las migajas de un resignado engaño voluntario. 

Estamos ante las vacaciones más caras de la historia. Lo que muy bien podría interpretarse como que como la esperanza es el último mal, un mal que no conocemos todavía. Y es esa desgracia engañosa de la que a veces se aprovechan los bancos para que firmemos créditos a sabiendas de que además cobrarán nuestros avales, porque estaremos bronceados pero algunos nunca los podrán pagar. 

Esperando a Godot