jueves. 25.04.2024
agricultores francia
Foto: Twitter

Esta semana primero en Berlín y después en París y grandes ciudades como Lyon o Toulouse, miles de agricultores, bloquearon las entradas con sus tractores. En el centro de sus demandas y malestar se encuentran la imposición de nuevas regulaciones de protección del medio ambiente. Medidas que generan más costes y degradación de márgenes a los ya escasos que sufre el colectivo en toda Europa, también en nuestro país. En París incluso, se quejan de la actuación  del propio movimiento ecologista y vegano.

Esta batalla, dónde a primera vista, pareciera que los agricultores y ganaderos simplemente se están resistiendo al signo de los tiempos, reaccionando en contra de las medidas que la sociedad exige de lucha contra el cambio climático, en realidad esconde uno de los conflictos más importantes de las sociedades modernas. Se trata de decidir quién paga los costes de “la transición climática”, en definitiva, qué colectivos serán los ganadores y quienes los perdedores de este proceso que marcará un cambio radical en el sistema económico.

Necesitamos poner en la agenda políticas públicas y financiación hacia una transición alimentaria que ponga en el centro el desarrollo de modelos menos intensos en el uso de recursos, más eficientes y más resilentes

La alimentación y por tanto la agricultura es uno de los sectores que más impacto sufre y sufrirá por las consecuencias del cambio climático y sin embargo es uno de los más desprotegidos y dónde existe un auténtico agujero negro en cuanto a planificación y políticas públicas, no digamos en nuestro país. Cambios que ya sabemos que van causar a la desaparición de cultivos tradicionales, algunos de los que necesitan temperaturas bajas, mayor estrés hídrico en numerosas cuencas; mayor mortalidad en la cabaña; cambios en la floración y ciclo de cultivo que dará como resultado: bajada de productividad y rendimiento de cultivos, así como un aumento del riesgo de pérdida de cosechas por fenómenos extremos y consecuentemente una más que probable caída de renta agraria y abandono de la actividad y los campos.

Una transición que aparece como una auténtica amenaza al modelo de agricultura de pequeña escala y familiar, justamente aquella que mantiene vivos los pueblos y que supone uno de las pocas alternativas eficientes para conservar la biodiversidad, los suelos, el control de incendios, y en definitiva, enfriar el planeta. Un sector, en profunda crisis, dónde apenas si se cubren los costes, expuestos al vaivén de los mercados internacionales por obra y gracia de los acuerdos de libre comercio, y a los que ahora les cae encima los costes asociados a una transformación de enorme magnitud ante la que no tienen ningún apoyo ni acompañamiento y que amenaza con ser la puntilla.

Sin embargo, los mismos actores que han generado la crisis climática han puesto en marcha el proceso de transformación agraria, dónde una vez más se trata de apostar por grandes empresas, que acaparen extensiones enormes de tierramuy capitalizadas que les permiten afrontar los costes de transición, altamente ligadas a la gran industria alimentaria y a los mercados globales para la exportación. Pero, para eso, necesitan acabar con la agricultura y ganadería familiar y de pequeña escala y sustituirla por asalariados. Los agricultores y agricultoras, dicho en otras palabras, sobran.

Por todo ello necesitamos poner en la agenda políticas públicas y financiación hacia una transición alimentaria que ponga en el centro el desarrollo de modelos menos intensos en el uso de recursos, más eficientes y más resilentes. Pero sobre todo que asegure una transición justa, que además ponga el modelo de producción en el centro, apostando e incentivando el desarrollo de una agricultura a pequeña escala y revitalizando el tejido poblacional en el área rural y conectarla con las necesidades de alimentación sana de las mayorías sociales y no de mercados internacionales.

Algo no se está haciendo bien, si los agricultores y agricultoras que enfrían el planeta y aseguran la alimentación sana, ven la transición ecológica como una amenaza y no como su gran oportunidad.

¿Ecología versus agricultores?