martes. 19.03.2024
Pensar que la alimentación sostenible pasa por eliminar el estiércol de la producción agraria es, paradójicamente, una cagada. Es esto lo que defiende uno de los tantos movimientos que están surgiendo en el mundo de la producción y consumo. El “No Shit Food”, algo así como “comida sin mierda”, pretende eliminar el estiércol de nuestros modelos agrícolas obviando que es la base de nuestros suelos, la que los nutre y permite que nuestra comida se genere hoy, sin agotarlos, para que puedan seguir produciendo mañana. Y si añadimos al debate la calidad, sin duda, la mierda es fundamental y, por tanto, la ganadería (extensiva, eso sí).
 
En el trasfondo está la batalla de diferentes eslabones de la cadena agroalimentaria, que van desde el campo hasta la mesa, para hacerse un hueco en un mercado caprichoso y llegar a los consumidores, con sus cada vez más variadas preferencias: vegetarianos, flexiveganos, ecológicos, justos o  de cercanía. La ética parece impregnar las decisiones de compra con criterios confusos y equivocados, pero es fundamental que las motivaciones de la salud o la sostenibilidad a la hora de comprar se basen en criterios sólidos y realmente beneficiosos.
 
Y entre estas tendencias hay un aspecto común: la carne está en el punto de mira. Más allá de la polémica del bienestar animal se culpa al ganado de su tremendo impacto sobre el medio ambiente y, específicamente, sobre el clima. Aquí emerge, por ejemplo, esta corriente de “No Shit Food” que fomenta una empresa holandesa para referirse a su producción vegetal sin estiércol. El origen está en un agricultor vegano que completó el pasado agosto su primera cosecha de cebollas vegana certificada en su granja de cultivo en los Países Bajos. Esa cosecha se basa en el uso de “fertilizantes vegetales”, es decir, no usa estiércol animal, y pretende convertir los vegetales veganos en un nuevo estándar de alimentación sostenible. En este punto conviene recordar que los suelos albergan una cuarta parte de la biodiversidad, es decir, de las especies existentes en nuestro planeta. Pues para mantenerlas, la mierda es fundamental.  
 
¿Y de dónde viene la mierda? Fundamentalmente de los herbívoros y de las personas que, en el mundo rural, apuestan por prácticas como la ganadería extensiva. El ganado juega un papel esencial en la vida del suelo, en la agricultura, porque cada cagada llena el suelo de “bichitos”, de alimento, de energía, permitiendo que el sistema funcione con la única energía que tenemos, el sol. Y somos capaces de aprovecharla gracias a las plantas, como si fueran grandes placas fotovoltaicas, y el suelo actua como las baterías donde la acumulamos a través de complejas relaciones biológicas, físicas y químicas.
Sistemas productivos sanos
Más allá del nombre que queramos usar para identificar modelos productivos sostenibles, como el de “agricultura regenerativa” que tanto se oye últimamente, lo importante es entender la importancia de promover sistemas, no cultivos agrícolas, como lo que son: (eco)sistemas complejos y no meros espacios físicos en los crecen alimentos. Esto implica considerar la actividad agrícola en su conjunto, con las frágiles y numerosas interacciones de todos los seres vivos que están implicados. Este concepto pone en el centro la necesidad de alimentar esos suelos, cuidarlos y mantenerlos sanos como base de la producción vegetal y animal. Este concepto está perfectamente ilustrado en documentales como Besa la tierra, en el que “expertos científicos y celebridades activistas revelan las formas en que el suelo terrestre puede ser la clave para combatir el cambio climático y preservar el planeta”.
Cagadas libres de medicamentos
¿Pero todo el estiércol es bueno? Pues, una vez más, es necesario alejarse de discursos simplistas y polarizados. La respuesta a esa pregunta es un gran depende porque tendremos cagadas de gran calidad y cagadas que son, literalmente, veneno para el suelo. Necesitamos ganado pastando en nuestros territorios, pero ganado sano. En la actualidad, el uso masivo de la ivermectina como tratamiento preventivo en la ganadería, también en la extensiva, está poniendo en peligro ese papel fundamental del ganado en nuestro suelo. La ivermectina es un antiparasitario muy eficaz usado de manera preventiva en el ganado y que actúa en el suelo a través de las heces, del mismo modo que un antibiótico de amplio espectro en nosotros.
 
En resumen, más allá de opciones de alimentación o consumo, debemos ser conscientes de cómo funcionan los sistemas agrícolas y ganaderos y la necesidad de que estén integrados en la naturaleza. Alejémonos de posicionamientos que nos juzgan como meras consumidoras, como meros clientes, porque somos mucho más, somos responsables del nuestra salud y del futuro del planeta.

Laura García es técnica de Fundación Global Nature y experta en ganadera extensiva y conservación de pastos.

La cagada de la alimentación sostenible