viernes. 26.04.2024
mar menor

Desde la Asociación para la Sostenibilidad y el Progreso de las Sociedades (ASYPS) compartimos la profunda preocupación que buena parte de la sociedad murciana, pero también amplios sectores sociales en España y en otras partes del mundo, está mostrando por la aguda degradación de la laguna costera del Mar Menor.

Decir que es un ecosistema único es más que un lugar común del lenguaje: se trata de la mayor laguna costera del Mediterráneo occidental, la única gran laguna costera hipersalina y de las pocas grandes lagunas europeas que habían llegado al siglo XXI con un carácter oligogrófico, es decir, pobre en nutrientes y, por tanto, con aguas transparentes.

Entre otros valores, el Mar Menor albergaba praderas sumergidas de vegetación y especies tan singulares como el caballito de mar (Hippocampus guttulatus) o la nacra (Pinna nobilis), ambas en peligro de extinción. Sus aguas transparentes, poco profundas y tranquilas dieron lugar a un turismo familiar que durante muchas décadas ha sido uno de los motores de la economía local y regional. Buena parte de los ciudadanos y ciudadanas de Murcia tienen anclado en el Mar Menor parte de su identidad personal y colectiva.

Los valores naturales y de biodiversidad del Mar Menor han sido reconocidos con múltiples figuras de protección regional e internacional, siendo Zona de Especial Protección (Directiva Hábitats), Zona de Especial Protección para las Aves (Directiva Aves), Lugar Ramsar (Humedal de Importancia Internacional) y área ZEPIM (Zona de Especial Importancia para el Mediterráneo).

Sin embargo nada de esto ha impedido que hoy el Mar Menor se encuentre al borde del colapso ecológico. Tampoco han servido de nada las numerosas alertas que desde ámbitos científicos  y de la sociedad civil se han venido sucediendo desde hace más de veinte años. Estas alertas señalaban la gestión insostenible del Mar Menor y su entorno por expansión urbanística, por la saturación de puertos deportivos que alteraban la hidrodinámica lagunar y por la inadecuada gestión de las aguas residuales, entre otros problemas y, sobre todo, por el riesgo creciente de eutrofización del Mar Menor, principalmente a causa de la expansión del regadío intensivo de su cuenca (Campo de Cartagena) y de la exportación de nutrientes (nitrógeno y fósforo) procedentes de los fertilizantes agrarios.

Tales alertas cayeron en saco roto, incluso cuando a finales de los años 90 la proliferación de medusas estaba mostrando con claridad el desequilibrio de la laguna y el aumento en nutrientes. Pese a las numerosas evidencias e informes elaborados, tanto la administración central (competente en la gestión del agua) como la administración regional (competente en la gestión agraria, en la ordenación territorial y urbanismo, en prevenir la contaminación por nitratos, en la gestión ambiental y conservación de espacios protegidos, en los vertidos tierra-mar y en la gestión de la laguna del Mar Menor) prefirieron mirar para otro lado y no enfrentarse al sector mayoritariamente responsable de la exportación masiva de nutrientes: el modelo agrario intensivo del Campo de Cartagena.

Dada la pasividad de las administraciones responsables, los capítulos siguientes en la sucesión de hechos eran inevitables, a falta de saber cuándo se producirían. Lo supimos en 2015-2016, cuando toda la laguna pasó de mantener condiciones todavía oligotróficas (aguas transparentes) a sufrir un estado eutrófico agudo y generalizado (la laguna se mostró como una inmensa sopa verde). Esto supuso el primer episodio de mortandad masiva, que acabó con el 85% de las praderas sumergidas y con buena parte de la fauna lagunar. Desde entonces la laguna ha mantenido una situación eutrófica crónica, la cual ha dado lugar a nuevos episodios de mortandad masiva en octubre de 2019 y en agosto de 2021.

El estado eutrófico crónico y estos episodios de mortandad masiva han causado un daño ecológico muy grave, que requerirá muchos años para su recuperación. Pero los impactos no han sido sólo ecológicos. De forma directa o indirecta, el Mar Menor es el motor de la economía de la comarca y uno de los activos más importantes a nivel regional. En un efecto dominó, la aguda degradación de la laguna eliminó la calidad del baño, disminuyó el atractivo turístico del Mar Menor, redujo los visitantes y clientes de la hostelería y de las actividades turísticas de su entorno, afectó a la pesca artesanal (por ejemplo los pescadores estuvieron varios meses sin faenar tras el episodio de octubre de 2019) y redujo de forma drástica el valor patrimonial de las viviendas, lo que ha afectado de forma muy directa al bienestar económico de las poblaciones del entorno del Mar Menor.

La crónica del colapso anunciado del Mar Menor ha demostrado de forma especialmente dolorosa la falacia de enfrentar bienestar económico con protección del medio ambiente: la factura  económica y social que la degradación ecológica de este ecosistema está ocasionando en el resto de sectores económicos es ya impagable y seguirá creciendo. Cuando en ASYPS hablamos de sostenibilidad y progreso de las sociedades no estamos hablando de cosas diferentes. Eso sí: por progreso hablamos del bienestar de la sociedad en su conjunto y no de privatizar los beneficios (en este caso por parte de la agricultura industrial del Campo de Cartagena) y de socializar los costes (ecológicos, sociales y pérdidas económicas en otros sectores como el turístico, el pesquero o el del valor patrimonial de las familias).

Desde ASYPS nos sumamos a las numerosas entidades que a nivel regional, estatal e internacional están demandando de las administraciones públicas un cambio drástico en la gestión del Mar Menor, como ha quedado claro con la manifestación del 7 de octubre, secundada por movilizaciones de apoyo en otros muchos territorios. Este cambio de gestión ha de basarse en una ambientalización profunda del modelo agrario en el Campo de Cartagena, con la aplicación de medidas en origen (eliminación de los regadíos ilegales, reducción de la aportación de fertilizantes, reducción de la ganadería intensiva) y la puesta en marcha de soluciones basadas en la naturaleza (creación de setos vegetales, recuperación de humedales naturales), junto a otras medidas que mejoren la sostenibilidad de las actividades turísticas y urbanas. El cambio requiere también una nueva gobernanza del Mar Menor, basada en la coordinación y cooperación de las distintas administraciones, el asesoramiento científico interdisciplinar e independiente y una participación activa de todas las partes interesadas.

Se trata sin duda de un cambio de medio y largo plazo que poco tiene que ver con la ocurrencias improvisadas que con frecuencia se escuchan, normalmente dirigidas a maquillar ciertos impactos pero no a eliminar las causas del problema. Esta ocurrencias incluyen desde vaciar el acuífero Cuaternario a abrir la conexión con el Mediterráneo o a aplicar distintos mecanismos para oxigenar artificialmente la laguna. En muchos casos estas ocurrencias no son más que meras maniobras de distracción. Pero seamos pragmáticos: si hay algo urgente -ahora más que nunca- es pensar a largo plazo, tanto en el Mar Menor como en cualquier otro territorio o sistema socioecológico que aspire a un futuro sostenible y resiliente. En otras palabras, que aspire a un futuro que merezca ser vivido.

Asociación para la Sostenibilidad y el Progreso de las Sociedades (ASYPS)

ASYPS contra el ecocidio del Mar Menor