viernes. 19.04.2024

Si hace unos meses estallaba la indignación en este país ante el acoso mediático y político al que Olvido Hormigos - concejal socialista del pueblo de Los Yébenes en Toledo- fue sometida a cuenta de la difusión de un vídeo de carácter íntimo ahora es el caso del acoso que sufre su hijo, por parte de una de las fuerzas vivas de esa localidad, la que hace de nuevo agitar nuestras conciencias.

La señora Hormigos es una persona, un individuo de la especie humana, de sexo mujer, que como todo ser humano es sexuado y por tanto tiene una sexualidad propia – no delegada ni subrogada- sobre la que tiene unos cuantos derechos. Entre ellos el vivirla de la manera que crea conveniente siempre que respete los derechos de los demás. Como ocurre en todas las sociedades democráticas.

Su hijo es también una persona, individuo de la especie humana, de sexo varón, que como todo ser humano es sexuado y, por tanto, tiene una sexualidad propia - no delegada ni subrogada- que vive según la etapa evolutiva de su personalidad en la que se encuentra.

Pero resulta que para el cura de Los Yébenes las sexualiadades de la madre y del hijo deben de ser intercambiables o vividas por delegación o subrogación de la una en el otro y viceversa. Esa parece ser la explicación de que al chico, de tan solo 11 años, le haya sido negado el sacramento de la comunión estos días. En otras palabras: se le castiga por un comportamiento de su madre que, a juicio del cura, no es correcto.

Lo que revela que este cura y su superior, el obispo que permite tal actuación, no saben nada de nada del ser humano, de su sexualidad y sus manifestaciones, de cómo esta es un derecho y de cómo solo se puede vivir de forma personal si bien a veces en compañía de otros.

Si la sexualidad de Olvido Hormigos es cuestión individual suya que solo puede ser vivida en 1ª persona, ¿como puede ello influir en la forma que su hijo viva su fe o su educación católica? Es como poner en la puerta de la Iglesia de Los Yébenes reservado el derecho de admisión a personas de acreditado pedigree aunque nos mantengamos con los impuestos de todos. En palabras de cualquier jerarca católico: una impudicia.

Vivimos tiempos de vuelta a lo montaraz, a una Iglesia más que carpetovetónica que no solo huye del ejemplo dado por Jesucristo -quién fue un adelantado en la sociedad de entonces abriéndose a nuevos comportamientos a través del amor y del perdón- sino que huye también de la legalidad del Estado de derecho del país en el que se integra y de cuyos impuestos vive.

Son ya muy numerosos los casos en los que los miembros de la jerarquía eclesiástica no respetan los derechos básicos establecidos en nuestro ordenamiento jurídico. El caso de la niña con discapacidad intelectual a la que el sacerdote negó la comunión en un pueblo de Galicia, el caso del obispo que dice que la ideología de género tiene la culpa de las muertes por violencia de género, el otro obispo que dice que la transexualidad no existe, Monseñor Rouco que dice que hay que derogar el matrimonio entre personas del mismo sexo y así podriamos seguir…

Las feministas, los activistas de derechos civiles, los psicólogos, sexólogos, médicos y resto de profesionales que batallan en defensa de la sexualidad humana como sujeto científico abogan desde hace mucho - y la Ley 1/2010 es una clara muestra- por la formación en información en materia de sexualidad en todo el curriculum educativo convencidos de que solo así se puede alcanzar el derecho a vivir la sexualidad plenamente.

Pero se han olvidado de reclamar que todas las personas que influyan en la sociedad desde sus púlpitos -cualquiera que sea la religión que se los proporcione- obtengan una capacitación específica en derechos humanos antes de ejercer como ministros religiosos. Y lo que digo no es ninguna herejía: en repetidas ocasiones se exige la expulsión de clérigos musulmanes por defender actuaciones violentas con las mujeres pero que no dejan marcas en el cuerpo mientras que con los ministros y jerarcas de la religión católica solo cunde el más espeso de los silencios.

¿Hasta cuándo vamos a seguir así?

Marlis González Torres. Psicóloga y Sexóloga | Vicepresidenta de Sexólogos sin Fronteras. www.sxlgsf.es

Y Olvido tenía un hijo