miércoles. 24.04.2024

Los datos sobre lectores de prensa en España son claros. La mayoría hemos dejado de leer los periódicos en papel y esa inveterada costumbre la hemos sustituido por leer en ordenadores, teléfonos y tablet.  También ocurre con la lectura de libros, si bien en menor medida, aunque la tendencia con los audiolibros y el aumento del tamaño de  las pantallas de los teléfonos móviles caminan en contra del papel.

Parece que es una ruta que no tiene vuelta atrás. En mi caso, y el de otros muchos amigos con los que comento, nos hemos acostumbrado a consultar las noticias de una manera rápida prácticamente on-line en el momento que nos las remiten a través de alguna red social, o bien a primera o última hora del día repasando las portadas de varios periódicos digitales. La radio y la televisión hacen el resto para considerarnos suficientemente informados y creer que tenemos eso que se suele llamar "criterio" u "opinión". Suelo consultar dos o tres periódicos estatales, dos o tres regionales y alguno económico.

Sin embargo desde hace unas semanas estoy volviendo a comprar un periódico en papel, en concreto El País, y estoy recuperando sensaciones y momentos que tenía olvidados en la lectura a través de pantallas.

Quizás el primer aspecto que valoro es que en papel leo los artículos del principio hasta el final. Lo hago de una manera más pausada, sin prisas y buscando una comprensión lectora de la que me despreocupo en el móvil o el ordenador. La lectura me parece más reposada, más lenta y valoro más el contenido, la corrección y estilo de lo escrito.

Las páginas de cultura, de sociedad, de deportes incluso, adquieren un carácter distinto al pantallazo visual con el que suelo liquidarlas en los aparatos luminosos. La diferencia entre estar leyendo mediante un equipo que emite luz y el papel blanco que la refleja, ayuda a la vista a estar más cómoda, a demorarse más en los contenidos y a ir “más despacio” como paso previo a una mejor comprensión de lo leído.

Un aspecto colateral, pero no por ello menos relevante, es que al no estar suscrito al periódico de papel, para comprarlo hay que acercase al kiosko, ir a la calle, palpar la vida del barrio, mojarse si llueve y pasar calor si hace calor. Con el ordenador o el móvil no necesitas salir de casa para leer el periódico pero te pierdes algunas de las cosas que “acontecen en la rúa”, donde bulle la vida y el ajetreo de la actividad laboral. Tengo la sensación que el papel te saca un poco de "la burbuja" en que nos vamos metiendo consciente o inconscientemente. Quizás sea bueno comprar algún periódico más para poder leer otras versiones de la misma noticia, otras opiniones y cultivar eso que se llama "contraste de pareceres".

La pérdida de puestos de trabajo en la cadena de producción y distribución de la prensa en papel también es un hecho a valorar. Los periódicos tienen ahora muchas menos hojas que hace unos años, muchos periodistas han sido despedidos no viendo compensados sus trabajos por las contrataciones del mundo digital, muchos kioskos han desaparecido y las flotas de distribución se han visto muy mermadas. El sector de las Artes Gráficas también se ha hundido mucho frente al mundo digital.

Otros aspectos se recuperan al volver al papel. Los crucigramas, la información del tiempo, los anuncios por palabras, la cartelera, incluso la publicidad apetece más leerla que en las pantallas que saltan por doquier, sin orden ni concierto en los dispositivos luminosos.

Definitivamente lo tengo claro. Me vuelvo al papel.

Vuelvo al papel