jueves. 28.03.2024

Esta mañana me he acercado a la ventanilla de atención al ciudadano del recién creado “Departamento de Asuntos Perdidos”, división dependiente del Ministerio de Encuentros. Aunque el empleado que se situaba al otro lado de la ventanilla parecía sacado del mismísimo “Proceso” de Kafka, he de decir que el asombroso parecido en modo alguno me ha desanimado, o al menos no en un principio. Podré tener una facilidad pasmosa para perderlo casi todo; podré ser culpable de haber nacido perdedor nato, pero al igual que Josef K. en la laberíntica novela del ilustre escritor nacido en Praga, soy de los que se niegan a dejar de preguntar por mal que pinte el panorama.

Una vez me he identificado convenientemente con todos y cada uno de los números de mi documento estatal de identidad, encontrándome enfrentado a aquella kafkiana mirada, mitad ofuscada mitad perdida, por entero aburrida, he procedido a solicitar información sobre una serie de preciados asuntos que me resisto a dar por desaparecidos.

Lo primero sobre lo que le he preguntado al hombre del ministerio ha versado sobre la disponibilidad en su departamento de información relativa a la ubicación actual de mi Voto. Le he contado que lo adquirí en noviembre del 2011, vinculado a un contrato de permanencia de cuatro años, pero que pocas semanas después desapareció sin dejar rastro. El funcionario, no sin cierto desdén, ha procedido a teclear en su terminal de ordenador los criterios de la búsqueda que le solicitaba y pasados unos segundos, al tiempo que balanceaba ligeramente la cabeza de un lado a otro, ha levantado la mirada y me ha dicho: -Lo siento ciudadano. No figura en el sistema Voto alguno con esas características que usted me señala. Lo lamento. Tendrá que esperar a la finalización de su permanencia, dos años y cinco meses, para solicitar un nuevo ejemplar. ¿Desea algo más?.

Quizás podría haber insistido, tal vez hubiera debido hacerlo, pero dado que aún me quedaban otros dos asuntos en paradero desconocido sobre los que inquirir, y siendo consciente de que el menguante interés del preguntado pendía de un hilo, decidí asumir la cariacontecida realidad al instante: Era culpable de haber extraviado mi voto. Debía asumir que lo único que me quedaba era añorarlo y esperar pacientemente la extinción del vigente periodo de permanencia.

Mi siguiente demanda al displicente hombre-buscador de la ventanilla ha versado sobre la súbita desaparición de mis Derechos Sociales. Le he contado que, para mi sorpresa y de un día para otro, me he encontrado ausente de sus tan necesarias compañías, llámense estas sanidad pública, dependencia, etcétera. Donde estaban dejaron de estar, donde había dejó de haber. -Me siento más solo que la una, le he aseverado con vehemencia al impertérrito servidor estatal. Nuevamente el operario ha procedido a teclear la búsqueda, y tras fruncir el ceño y mover su cabeza emulando a un diapasón, me ha dicho: -Lo siento ciudadano, no figuran en el sistema perfiles desaparecidos con esas características que usted me acaba de señalar. ¿no se estará usted dejando llevar por la imaginación? Le recomiendo que deposite sus querencias y necesidades en entidades más terrenales. Y antes de dejarme contestar ha añadido: -Caballero, es hora del cierre. Le agradecemos que haya hecho uso de este nuevo servicio del Ministerio de Encuentros.

Ante semejante premura, temeroso del inminente cierre de la ventanilla y aún con un asunto perdido por el que interesarme, he optado de nuevo por asumir de inmediato lo escuchado: Era culpable de haber imaginado haber tenido relación alguna en mi pasado con nada ni nadie perteneciente a la familia de los derechos sociales. Sería que había fantaseado.

-¿Y de la Democracia saben ustedes algo?, le he espetado con indudable ansiedad a aquel hombre que, ya dándome la espalda, se había levantado de su silla para marcharse; era mi postrero intento por evitar que mi visita al “Departamento de Asuntos Perdidos” acabara en tiempo dilapidado, lo que me faltaba. -¿Saben dónde puede encontrarse la Democracia, aquella que me enseñaron a desear y respetar cuando era pequeño, aquella que estudié en clase acompañado de un cuaderno amarillo en el que ponía “Constitución Española de 1978”?, ¡es que tampoco la encuentro señor funcionario, es que tampoco la encuentro!

El individuo, cuyo trabajo era encontrar lo que los ciudadanos habíamos perdido, ni siquiera se molestó en mirarme. Cerró la puerta y se fue.

Desolado por mis tres pérdidas, y eso sin contar el tiempo, salí a la calle cabizbajo y miré alrededor sintiéndome aturdido, sin saber qué hacer o dónde acudir. Justo enfrente de mis entristecidos pensamientos había un cartel que decía: “Las Mareas ciudadanas informan: Plebiscito Popular entre el 23 y el 30 de Junio del 2013: Democracia participativa, deuda y corrupción, transparencia del sistema político, recortes en los derechos fundamentales y privatización de lo público. Hazte oir”. Nada más caer en la cuenta de su existencia, al ver el cartel, al leerlo, no pude sino sonreír: Votar, Derechos y Democracia-. Efectivamente, de eso precisamente trataban mis tres asuntos perdidos. Respiré aliviado y recuperando mi, apenas hacía segundos desorientada templanza, pensé que no todo estaba perdido, que solo quieren que así lo creamos, callados y sin preguntar, que así lo aceptemos.

Yo votaré en el plebiscito ciudadano que durante los próximos días tendrá sus urnas abiertas a todos en multitud de ciudades de nuestro país. ¿Y tú?

Votos, Derechos, Democracia y Plebiscito Ciudadano