jueves. 28.03.2024
Entre las fábricas con mayor ganancia se encuentran las estadounidenses Lockheed Martin Corp, Raytheon Technologies y Boeing.

Salí de la sala al jardín, a descansar un rato. Estaba viendo una película sangrienta. Más que la que había  visto ayer. Y peor, todavía,  que la de anteayer.

Y es que las películas son cada vez más  violentas y sanguinarias. Porque la violencia-espectáculo es como la droga: cada vez exige y embrutece más. Por eso, no solamente la vemos en las películas o la practicamos en los ciber-juegos.

La vemos y,  casi que la exigimos, en el deporte. Forma parte del espectáculo.  Por ejemplo, en ese nuevo opio (perdón  por la grosera expresion) de las multitudes que es el fútbol.

Ya forma parte del "encuentro", arrojarles botellas o piedras a los jugadores, lanzar alaridos racistas, golpearse entre los jugadores mismos, o golpear al árbitro; o agredirse y matarse entre "la hinchada", etc.

Promesas van y promesas vienen, acerca de sancionar a los violentos pero nada; el espectáculo, los espectáculos, continúan porque la vida sigue. Y, también, como si nada, a eso le llamamos vida.
Salí  a respirar al jardín,  como dije al principio. A airear el espíritu que no los pulmones porque  estos procesarán el aire cada vez más  contaminado. Los carros  circulan por montones porque  cada día  se fabrican más, tanto que las vías  están rellenas que ya no se puede circular.

Por ironías de la vida, se llega más  rápido a pie. Los aviones, varios que arriban y despegan en un minuto, dejan eso que antes, poéticamente, llamábamos cielo, cada vez más  rayado de porquería; a lo lejos, las chimeneas de las fábricas, elevan, al mismo cielo, sus serpeantes figuras de hollín, sin que puedan parar porque  la industrialización es muestra inconfundible de nuestra civilización.

Además, si llegaran a cerrarse, se perderían empleos lo que conllevaría problemas sociales y de falta de demanda en la economía. Tampoco  puede aceptarse la exigencia sanitaria de ponerles filtros, o de usar una tecnología más moderna, porque eso elevaría los costos y no podríamos  competir.

Qué  vamos a hacer, la economía se rige por leyes naturales  y lo último que haríamos sería  querer romperlas. El nivel de la tasa de ganancia del capital no puede bajarse porque su sostenimiento y elevación contínua, es más fija que la ley de la gravedad. Es eso, o el caos...
Me siento, entonces, en una de las sillas que tengo para descansar, frente al jardín  y ojeo el diario: primera plana, AVANZA LA GUERRA EN UCRANIA. Subtitulo: Defendiendo la Democracia y la Libertad.
La narrativa de este gran diario dice que un país democrático ha sido salvajemente agredido por el Imperio del Mal, o mejor, por uno de ellos, y que todos los hombres y mujeres de buena voluntad, lo mismo que los países que compartan nuestros valores civilizatorios, deben acudir prestos, con sus recursos a ayudar al gobierno ucranio a defenderse porque  si hoy cae Ucrania, mañana caerá el resto de los países libres y libertarios.

El periodista, o redactor, agrega párrafos  realmente conmovedores y convincentes ¡cómo no!
Y pensar que hay quienes dicen que esta guerra fue planeada para debilitar a los imperios del mal y a Europa. Y es más: hay algunos de esos que agregan que la guerra se ha hecho para sostener la economía que estaba en decadencia y que es gran negocio fabricar y quemar armas. 

Y que los muertos son números  anónimos y, por lo tanto,  inofensivos. Eso se atreven a decir. ¡Qué tal!. Subversivos deben ser. O por lo menos resentidos.
Ahora, veamos las páginas económicas. Ah, sí; esto es interesante: las acciones que más cotizan en estos días en Wall Street , son las de las industrias de armas.
Hasta en un 300%, ¡qué bárbaro!

A ver, miremos a qué  teléfono puedo marcar para comprar algunas...
Resentidos... sí... por lo menos...

Jorge Mora Forero
27 de mayo del 2023

Violencia y negocios