viernes. 29.03.2024
Mónica Oltra

Hay frases en castellano que no significan lo que parece deducirse de su lectura literal. Por ejemplo, la que titula estas líneas. Alguien podría pensar que quien la enuncia está haciendo una especie de invitación para celebrar una próxima reunión ante unas copas que acompañen el encuentro. Pero, en la mayoría de los casos suele ser el anuncio de una despedida de por vida o, al menos, de algo que nunca se producirá.

Porque frases de este tipo son expresiones estándar que se usan en el terreno de las relaciones sociales pero que no significan más que una expresión de cortesía. Hay muchas así.

La política está llena de frases de este tipo, es decir de expresiones de apariencia brillante pero, realmente, huecas. De hecho, hay manuales que las explican. Desde los antiguos tratados de educación de príncipes a los modernos asesores políticos, lo primero que se enseña a alguien que se quiere dedicar al oficio del poder, es lo que tiene que decir sobre determinados temas.

Por ejemplo, en relación con la corrupción, o la comisión de delitos de cualquier especie, hay que decir cosas como que se tiene "tolerancia cero" o que, "si yo estuviera imputado/a me iría para casa". Es muy difícil escuchar a alguien que diga que se va a corromper o que se piensa pasar por el forro cualquier imputación que se le pueda hacer. No quiero decir que no haya nadie que lo diga, ya que fue muy famoso aquel político valenciano (precisamente) del Partido Popular, al que se le oyó decir en una grabación telefónica que, él, estaba en política para enriquecerse. Pero, como digo, es difícil oírlo porque lo usual es utilizar alguna de esas frases estándar a las que me refería.

Como, en su día, hizo la hoy, todavía, vicepresidenta del Gobierno de Valencia cuando en su momento le dedicaba a Camps, ¿le recuerdan?, una de esas frases, no la de las copas, si no la de "si yo estuviera imputada me iría para casa". Porque, de momento, sabemos que lo que estaba haciendo era utilizar una frase políticamente correcta, pero abstracta y sin la voluntad de concretarla si llegara el caso.

Una frase dentro del contexto de ese famoso debate sobre cuándo debe dimitir un político inmerso en algún problema judicial y en el que parece que se ha convenido en que el momento idóneo para la dimisión, o el cese, debe ser el de la imputación, aunque ahora, técnicamente, se llame "investigación".

Pero no estoy hablando de legalidad, ya que desconozco los detalles del sumario abierto ni la ideología del magistrado que lo ha abierto. Tampoco hablo de política, en cuyo ámbito estoy de acuerdo con el alcalde de Valencia que ha dicho que, quien debiera tomar la decisión sería el propio partido que ha puesto ahí a la señora Oltra. Algo tan serio como poner fin a la duración, o al prestigio, de un gobierno de la izquierda en la comunidad valenciana, imagino que se terminará decidiendo colectiva y no individualmente.

No, estoy hablando de lingüística y de responsabilidad sobre las cosas que se dicen, porque, ya se sabe que, cada cual es, o debería ser, prisionero de lo que dice. Por eso, desde los cargos públicos, se debería emplear un lenguaje inclusivo, es decir que incluya también a aquellos, y naturalmente aquellas, que se crean las palabras pronunciadas por ese cargo público.

Y no hablo ni a tontas ni a locas, si no a Mónica Oltra, una señora con el suficiente criterio y experiencia como para saber que, cuando una representante política invita a unas copas a sus representados, debería tener que terminar pagando la ronda.

Jesús Espelosín Ingeniero de caminos. Fue concejal de Urbanismo de Madrid con los alcaldes Enrique Tierno Galván y Juan Barranco y presidió el Consorcio Pasillo Verde Ferroviario de Madrid. Reconocido Urbanista y politólogo.

 

A ver si nos vemos un día y tomamos unas copas