jueves. 28.03.2024
emoci

Es posible que nos pongan ya la vacuna, en muchas partes del mundo. Que si será la de Pfizer, la de Moderna, o quizás de Astrazeneca o la Sputnik. Nunca habíamos hablado tanto de ellas. Que si tienen una efectividad del 90 por ciento, que si esta otra no está probada en los mayores de 55 años. Que inseguridad nos produce tantas noticias, ya que todos nos hemos convertido estos meses en  epidemiólogos.

Días, meses y los que están por venir, donde solo se habla de vacunas. En mis conferencias siempre aposté por esa gran vacuna que es la Esperanza, pero ¿existe una vacuna para nuestras emociones? Creo que hablar de la inteligencia emocional nos ayuda, pero sobre todo, que los mediadores consigamos que esa Pfizer, astrazeneca…sean la empatía, la asertividad, la comprensión, la vuelta a los valores humanos… la resiliencia.

Una vez leí que los psicólogos adoptaron esa expresión de resiliente de la física, ya que en ésta, existe la capacidad de determinados materiales de volver a lo que era su forma original, después de que sobre ellos se ejerciera una gran presión. Por ello los psicólogos se refieren con la palabra “resiliencia” a la capacidad de las personas para volver a un estado de ánimo positivo después de haber sufrido una fuerte presión emocional como una enfermedad grave, la pérdida de un ser querido, un conflicto vivido o como ocurre actualmente, a una pandemia imprevista que nos ha vuelto irascibles, obstinados, desconfiados. Creo que fue Ghandi quien dijo que “no podemos evitar el dolor (el conflicto diría yo), pero si el sufrimiento que ello produce”.

No te olvides, que quien elabora esa vacuna no es ningún laboratorio, sino, tú mismo querido lector 

Por eso me atrevo a pedir una vacunación masiva de nuestras emociones y conseguir que lo negativo sea una oportunidad para crecer, tenemos que aceptar lo que nos está ocurriendo, pero intentar por otro lado disfrutar con los distintos proyectos que podemos emprender a partir de ahora, una vez nos “vacunemos de nuestras emociones”. Así he podido ver en estos días, la cantidad de videoconferencias que nos han unido a compañeros a los que jamás hubiéramos accedido si no llega a ser por nuestro confinamiento. O los artículos y libros que han surgido con ocasión de haber tenido tiempo para leer y escribir. Pintores que no tenían tiempo para expresar su arte, se han encerrado en su estudio para crear su versión artística de lo que estamos viviendo. Padres y madres que se han ingeniado en la pandemia para entretener y divertir a sus hijos, jugando horas y horas, incluso reinventando juegos antiguos. Profesionales que se han afanado gracias a las redes a seguir formándose on-line y así conseguir lo que vienen persiguiendo desde hace tiempo para su futuro. 

Estamos viviendo no solo una pandemia sanitaria sino en todo caso, una pandemia emocional, esta pandemia debe acabar con el “vampiro emocional”, aquel que está cerca de nosotros y que lo ve todo negro.

Creo que podemos conseguir desde la mediación y con los mediadores, una desescalada emocional, hasta el punto de que la segunda, la tercera, la cuarta ola sea de optimismo,

Por eso no quiero dejar de pensar que una vacuna, no es más que construir un “escudo” ante padecimientos concretos. Para ello se fabrica y conseguir eso que oímos todos los días de generar inmunidad o producir anticuerpos.

Pero, termino mi post, ¿Cómo se vacuna uno emocionalmente? Pues además de la mencionada resiliencia, no cabe más que sacar del cajón de nuestra vida, para “vestirnos” de la felicidad que nos puede dar, practicar la humildad, la bondad, la generosidad, el esfuerzo, la confianza, el perdón, el sacrificio, la aceptación, la honestidad…

Y por supuesto no te olvides, que quien elabora esa vacuna no es ningún laboratorio, sino, tú mismo querido lector.

Una vacuna para nuestras emociones