miércoles. 24.04.2024
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Entre los numerosos Días D proclamados por las autoridades nacionales e internacionales figura desde hace poco –en concreto desde el año 2012- el Día Internacional de la Felicidad, el 2 de marzo.

No deja de ser sorprendente para muchos que se use el término FELICIDAD como sujeto de difusión y movilización social. La primera reacción –y la más abundante, me temo- es algo así como vaya tontería, la felicidad o se tiene o no se tiene. Lo que pondría de manifiesto las discrepancias de dedicar un Día al hecho de pensar si somos o no felices, de qué manera, cuán felices, con quien, qué nos hace así, etc,

¿Qué se necesita para ser feliz?

Veamos, antes que nada, en qué consiste la felicidad. Su concepto. La Psicología positiva vino, en los años 80, a investigar sobre la felicidad. Un poco en respuesta a la excesiva compartimentización de las personas que hacían las escuelas psicológicas existentes hasta entonces. Según esta corriente psicológica la felicidad tiene que ver con las emociones: nos sentimos felices ante algo que ocurre o deja de ocurrir y cuando percibimos de un modo positivo aquello que nos ocurre poniendo en juego nuestras fortalezas, interpretando lo que sucede, enjuiciando la realidad. Es una condición que cada persona debe preparar, cultivar y defender. Somos felices cuando todo fluye o lo que es lo mismo, cuando estamos tan concentrados en las diversas actividades de nuestra vida que no necesitamos nada más, el tiempo pasa para nosotros inadvertidamente y nos sentimos satisfechos.

Según esto, más que cosas materiales o de tipo económico, lo que el ser humano necesita para ser feliz es tener una serie de fortalezas personales –según Seligman, características invariables en todas las culturas- que le permitan seguir adelante y confiar en el futuro aún en las peores condiciones, tal como describió Victor Frankl en “El hombre en busca de sentido”. Una vez sus necesidades básicas cubiertas, como expresó Maslow en su célebre pirámide, la condición humana es trascender, elevarse y realizarse socialmente y encontrar el sentido de la vida mediante la autorealización.

Estos postulados científicos coinciden con los resultados de las últimas encuestas sobre la felicidad. Una de Eurostat sobre la Calidad de Vida en la que España sale muy bien parada pero también en el barómetro del CIS en el que se pregunta por el grado de felicidad de los españoles. En ambas, curiosamente, nuestro país puntúa muy alto. Los indicadores que Eurostat midió son los típicos de la situación política y social: sanidad, educación, diferencias salariales entre géneros, PIB,etc, por tanto era de esperar que en una situación de crisis como la actual la puntuación fuera más baja.

Se podría concluir entonces que nuestra forma de ver y vivir la vida, el optimismo, la amplia vida social de la que disfrutamos nos hace ser más felices aún en circunstancias adversas. También que tener cubiertas en un nivel aceptable necesidades básicas como la salud y la educación nos permite vivir las dificultades con optimismo y avanzar hacia el futuro.

Ahora bien, ¿esta situación puede ser permanente? ¿se mantendrá igual mientras dure la crisis? ¿Qué pasaría en caso de que las circunstancias económicas y sociales empeorasen? Siguiendo con los postulados científicos parece claro que no ha de mantenerse invariable, y que ,aún cuando las fortalezas individuales nos permiten ser optimistas y confiar en el futuro, si las necesidades básicas no están cubiertas no habrá más remedio que trabajar para satisfacerlas. Y ello hará que toda nuestra energía y nuestras fortalezas sean utilizadas para lograr este fin y no para cubrir las necesidades más elevadas en la pirámide que tienen que ver con la autorrealización; lo esperable es que la puntuación pueda bajar.

Muy interesante para profundizar en cómo afectan las políticas estatales y la dimensión del sector público en el bienestar de la población es el libro “La economía política de la felicidad” escrito por Benjamin Radcliff. En el se analiza, para los países de la OCDE, la incidencia que tienen en la felicidad de las personas los servicios públicos prestados por el estado, la cantidad de dinero invertida en los mismos así como ser gobernados por partidos del espectro izquierda o bien por la derecha.

Esta es la razón por la que celebrar un Dia D dedicado a la felicidad es importante. Nos permite realizar una fotografía de la situación pero también analizar las puntuaciones obtenidas relacionadas con los distintos indicadores, tanto a la población como a nuestros representantes y dirigentes. Así puede verse hacia donde dirigir las futuras actuaciones. Actuaciones que, en el caso de los dirigentes, irán encaminadas a procurar los servicios que cubran las necesidades básicas de toda la población.

Conviene, por tanto, dar importancia a esos instrumentos y no ser complaciente. Lo que hoy es una buena puntuación puede ser nefasta el año que viene. Todo depende de la medida en que evolucione -hacia un lado u otro-  la cobertura de las necesidades básicas, lo que en España quiere decir cobertura de necesidades básicas prestada por Servicios Públicos universales.

¿Es usted feliz?