jueves. 28.03.2024
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”La hija de la guerra y la madre de la patria”, ediciones Destino

 “Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos
que Dios apoya a los malos
cuando son más que los buenos”

Verso que según cuenta Rafael Sánchez Ferlosio habría recitado ante un auditorio público el veterano senador socialista José Prat, presidente del Ateneo cuando él le conoció.


Todo comienza en 2003

Los días 27 y 28 de junio de 2003 Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez que cinco días antes había tomado posesión de sus actas de diputados en la Asamblea de Madrid  como consecuencia de su inclusión en la lista del PSOE, siguiendo punto por punto el plan urdido por un entramado corrupto de constructores, concesionarios y comisionistas,  impidieron, con su abstención en el Pleno de investidura, que la mayoría de izquierdas surgida de las urnas se tradujera en voluntad parlamentaria, con la elección del candidato del PSOE Rafael Simancas como Presidente y la subsecuente formación de gobierno.

Propiciaron con ello la repetición de elecciones cinco meses después, y facilitaron la entrega de la Presidencia de la Comunidad a Esperanza Aguirre, dando así comienzo a un periodo ya nunca interrumpido de gobiernos del Partido Popular. No fue el primer episodio de ‘transfuguismo’ en Madrid, puesto que antes ya habían tenido lugar dos, de signo inverso y de menor notoriedad. Uno primero en la Comunidad y, tras él, otro -que acabó en percance- con la perdida para la izquierda de la Alcaldía y del gobierno de la Capital. Pero ese nuevo bautizado como el ‘tamayazo’, además de funcionar ya en adelante como sinécdoque de futuros episodios de transfuguismo más o menos encubierto, fue el más señalado. Convertido en el hito que inauguró todas las Gürtell que en Madrid han sido, reunió méritos más que suficientes para ganarse un lugar destacado en la Historia General de la Infamia.

Ayer

Lástima que tantos ‘ayusers’ que nacieron por entonces o poco antes y que ahora habrán votado por vez primera, no hayan podido llegar por razones de tiempo- como ha sucedido siempre en el aprendizaje escolar de la Historia- al conocimiento de las últimas páginas de la asignatura, esas a las que se relegan los hechos contemporáneos, algunos de muy señalada relevancia y trascendencia política, como el del pasado que brevemente acabamos de reseñar. 

Casi veinte años después, el martes 4 de Mayo del año en curso, ni la pandemia ni el voto en día laborable supusieron merma para una afluencia en masa de votantes a unas elecciones que la saliente Presidenta había anticipado e ideado- como poco- para convertirse en ganadora y Presidenta entrante. De ese modo podría proseguir su irresistible ascensión, libre el camino de antiguas compañías que, además de tornarse innecesarias, no suponían ya más que un estorbo.

Murcia fue, además del detonante, el desencadenante de todas las tormentas. 

En el día señalado se consiguió batir en Madrid, con amplísimo margen, un récord de participación jamás logrado en anteriores comicios autonómicos. Votó un 76,3% de los electores convocados, superando así en más de 10 puntos la cifra promedio (66,2%) de la serie temporal 1983-2019, seis puntos por encima del valor más alto registrado en la misma (70,4% en 1996) [1].

Y sucedió lo inesperado. O mejor dicho, más allá de la esperable victoria de la autora de la convocatoria, el resultado causó asombro y desolación no ya por inesperado sino sobre todo por la envergadura con la que se produjo: la brecha de las 3 izquierdas en conjunto -PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos- respecto a las derechas, se ensanchó hasta casi 600 mil votos de desventaja. Distancia algo más de seis veces mayor que la de dos años atrás (96 mil votos) cuando las izquierdas quedaron muy próximas al empate con las derechas; y aún más lejos todavía de aquellos 60 mil con que las primeras aventajaron a las segundas en 2015, aunque sin poder traducirlo en mayoría parlamentaria por los votos perdidos de Izquierda Unida, al no alcanzar el umbral del 5%.

Así, a primera vista, la consideración de ambos datos -participación más alta y retroceso de las izquierdas- llevó de inmediato a no pocos a deducir que la causa principal de su derrota sin paliativos, residía precisamente en el incremento de participación, al haberse traducido ésta en un retroceso en vez de un avance, contrariamente a lo pretendido por la izquierda con sus mayores esfuerzos de movilización y en contra asimismo de lo que algunos desde esa misma posición política habíamos venido sosteniendo.

Sin embargo, analizados los resultados con más detenimiento que los que se requieren para la fabricación de “titulares”, la cuestión reviste mayor complejidad, sin que pueda despacharse sin más a partir de lo que esas apariencias indican. Examinados los resultados, por ejemplo, en el mayor detalle que permite su desglose territorial, las conclusiones a extraer distan de ser inequívocas. Sin duda la mayor movilización lograda entre los votantes de izquierdas ha resultado insuficiente, visto que las derechas habían conseguido aumentar todavía más su ya alta participación tradicional. Pero las principales razones del descalabro sufrido por las izquierdas y su simétrico éxito arrollador de las derechas, es de otra naturaleza. Por varios y diversos motivos hay que buscarlas en otro lugar y por otros caminos.

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Y por encima de todo, ha de hacerse poniendo en primer plano algo que ocurrió ajeno a los niveles de participación, algo  inusitado y por nadie esperado en las proporciones en que se ha producido: el hundimiento del PSOE , pieza esencial de la izquierdas,  con 274 mil votos perdidos, nada menos que un 30% de los que obtuvo hace ahora dos años en las anteriores elecciones autonómicas a la Asamblea de Madrid. Una caída de 10,5 puntos porcentuales en su peso relativo en el voto popular ( y 13 diputados menos).

¿A dónde fueron a parar esos votos perdidos?¿Se esfumaron?¿Viajaron hacia la abstención como se ha venido afirmando sin base alguna?¿O más bien se torció su destino y fueron a parar donde pocos imaginaron?

En próxima entrega avanzaremos alguna hipótesis razonada al respecto.


[1] Por lo demás, esa cifra récord en unas elecciones autonómicas coincide milimetricamente con la alcanzada. en promedio (76,2%) en Madrid .en las elecciones generales, lo cual es una muestra más del carácter y alcance que han revestido en esta ocasión unas elecciones locales. Votaron 407 mil electores más que en las autonómicas de 2019

Los nuevos tránsfugas