sábado. 20.04.2024
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La revista más prestigiosa del mundo acaba de lanzar una edición de pago en Internet. “The New Yorker” cobrará a sus lectores 60 dólares anuales por acceder tanto a sus artículos online más actuales como a su extenso archivo. Nicholas Thompson, editor de “Newyorker.com”, asegura que el tráfico web no se está viendo afectado e, incluso, que ha mejorado.

La redacción de “The New Yorker” se ha dirigido a sus lectores para explicarles que a partir de ahora, solo los abonados podrán acceder libremente a los contenidos de la edición online de la revista.

A finales de julio, la revista decidió poner en marcha una estrategia para permitir que cualquier internauta pudiera leer todos los contenidos de la revista de manera gratuita. Esta decisión tenía como objetivo llamar la atención de la audiencia hacia sus contenidos y tentarles para que fructificara una segunda fase que se inicia ahora: implementar un muro de pago a un precio que califican de “justo”.

Los lectores de “New Yorker” podrán leer seis artículos al mes de manera gratuita, ya sean blogs, historias actuales o números más antiguos. A partir del séptimo artículo, el usuario tendrá que suscribirse si quiere tener acceso a todos los contenidos. Una suscripción a la edición impresa o solo a la digital cuesta 60 dólares al año, mientras que el acceso completo son 70 dólares (hay una oferta de lanzamiento que permite pagar un dólar a la semana durante las 12 primeras).

El responsable de “Newyorker.com”, Nicholas Thompson, aseguró en una entrevista a “Poynter” que el tráfico web no se ha visto afectado por esta medida, incluso llegó a afirmar que había mejorado respecto a la semana anterior, con hasta un 50% de visitas llegando desde dispositivos móviles. Los responsables de la revista confían en que un gran número de lectores se abonen a la edición digital, conscientes de que, de esta forma, están contribuyendo a que la compañía pueda seguir realizando un periodismo de calidad.

Rosa Muñoz | Media-Tics. Información y comunicación de la era digital

'The New Yorker' levanta un muro de pago