jueves. 25.04.2024

 A pesar de que el Génesis se dirigía urbi et orbi, incumplir el mandato divino de "Tendrás hijos con dolor" parece normal en muchas partes del mundo. Y, por unas razones o por otras, hay mujeres que quieren tener hijos sin pasar, no ya por soportar dolor, sino, incluso por gestar ellas mismas la criatura. Así las cosas, los hombres hemos aprovechado la situación y ya podemos hacer como aquel personaje de La Vida de Brian que culpaba a la opresión romana de no poder tener hijos a pesar de carecer de matriz. Subrogamos y ya está.

Para ello, es necesario, además de un semen adecuado, encontrar una mujer que aporte su vientre y nueve meses de su vida, con molestias y dolores incluidos, para que se subrogue en la posición natural, es decir, como Dios manda. Hace unos días parece que se ha dado el primer caso en la historia de España y, naturalmente, se ha iniciado un debate nacional no interrumpido ni siquiera por la eliminación copera del Barça a pies del Real Madrid. Pues bien, quisiera participar en ese debate aportando algunas reflexiones.

Hace poco hemos sido testigos de cómo Santiago Abascal se subrogaba en un jubilado para presentar un voto de censura al presidente del Gobierno de España

En primer lugar, avisando de que, siempre al parecer, no peca quien quiere sino quien puede, ya que la subrogación tiene su precio, y no barato. Si la producción es americana, dada la fama que tienen los productos de aquel país, la cosa puede estar justificada, pero ello no impide que, si quieres subrogar, tienes que tener posibles. En ese caso, y respecto del hecho de tus culpas, debes recordar la dificultad que tiene el que un rico, o rica, pase por la puerta de los cielos, superior a la de que un camello pase por el ojo de una aguja. Pero, bueno, que te quiten lo "subrogao". Y lo "publicao" en las portadas de algún semanario de tronío.

En segundo lugar, ese mandato bíblico no es el único que proscribe subrogar. Otra parte del mismo Génesis dice que "Ganarás el pan con el sudor de tu frente" y, quien puede (¡siempre quien puede!) se escaquea de ese mandato. La esclavitud, la explotación, la desigualdad de las leyes o el simple echarle cara a la vida, son solo algunas modalidades para que alguien se subrogue en el sudor que te corresponde. Es verdad que, cada vez, hay más medidas correctoras, como la abolición de la esclavitud, la prohibición del trabajo infantil, las sucesivas reformas laborales o el trabajo de los sindicatos. Pero también es verdad que cada vez hay mayor diferencia en la rentabilidad del sudor entre los que más y los que menos sudan. Se mide con el índice de Gini.

Pero, esto de subrogar se da en las mejores familias de, casi, cualquier sector de las actividades humanas. Hace poco hemos sido testigos de cómo Santiago Abascal se subrogaba en un jubilado para presentar un voto de censura al presidente del Gobierno de España. Y, lo curioso, es que, al contrario que en el caso de Ana Obregón, el que ha ocupado las portadas ha sido Ramón Tamames, "el vientre de alquiler", en lugar del propio Abascal que era quien hacía el encargo.

Aunque, la verdad es que, en política, se da mucho eso de subrogar. En ningún otro sector es más verdad eso de que "Unos cardan la lana y otros se llevan la fama". Y, algunos, también se llevan "la lana". Es esta, la de la política, una actividad en la que lo importante no es tanto lo que se hace como lo que se vende, aunque no sea de producción propia. Es muy de aplicación eso de "Se hace lo que se puede y, lo que no, se compra hecho" y, distinguir una cosa de otra no está al alcance de todo el mundo, sobre todo si hay buenos asesores de por medio.

Pero esto de subrogar el talento está, como el antiguo Nodo, al alcance de todos los españoles con la utilización del meme. Basta con ser ágil de dedos para transmitir el producto de alguna mente genial a cualquiera del que se tenga su número de teléfono. No hay forma más sencilla de decir a alguien: Mira que ocurrente soy. Ni más sencilla, ni más estúpida.

Así que, en una economía de mercado como la que regula la actividad humana, no entiendo por qué hay que asombrarse tanto de que alguien subrogue algo, incluso, o sobre todo, la capacidad de pensar. Siempre nos quedará la IA.

Subroga que algo queda