viernes. 29.03.2024
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Desde los inicios de la AIT o Asociación Internacional de Trabajadores la primera Internacional, es decir desde el origen del movimiento obrero la paz, la oposición a las guerras entre imperios y estados ha sido una constante. Los obreros y las obreras organizadas, los sindicatos y partidos obreros sabían que las guerras eran tan solo para defender los intereses de las diferentes burguesías y monarquías nacionales, expandir sus imperios coloniales u oprimir a pueblos sin estado. La posición ideológica de marxistas socialistas o anarquistas era muy clara. Ya en puertas de la I Guerra Mundial en la Conferencia de Basilea los partidos obreros y socialistas se comprometen a no ir a la guerra y a que en caso de haberla promover la huelga general y oponerse a ella.

Cuando estalla la gran guerra europea, la unidad socialista se rompe a pesar de la oposición a ella de sectores del socialismo francés con Jaures a la cabeza, varios líderes laboristas, Rosa Luxemburgo y la izquierda del SPD alemán.

Otros partidos socialistas como el PSOE se oponen rotundamente a la entrada de sus países en la guerra. La gran guerra europea de 1914 a 1918 fracturó al movimiento socialista gravemente y muchos partidos de la Internacional como los rusos liderados por Lenin (El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso) fueron muy beligerantes contra ella. En el caso del PSOE si bien es cierto que hubo una fracción minoritaria que apoyó a la República Francesa por ser una democracia y una república, no cedió y la posición en contra de la Guerra de Pablo Iglesias prevaleció. Pero el caso más ejemplarizante fue el alemán. El SPD era el partido socialista y de clase más importante del mundo, hasta el último momento abogó por la paz, pero llegada la hora de la guerra apoyó los créditos militares con la excepción de Rosa Luxemburgo y Liebknecht que votó en contra, esto trajo consecuencias nefastas para el movimiento socialista internacional que todavía duran. A pesar de ello y ante la sangría bélica un sector del SPD liderado por Hasse y Kaustky que habían votado a favor del presupuesto bélico, sin embargo en 1917 se escinden del SPD y votan en contra de los créditos de guerra, salvando la cara del socialismo y aludiendo al internacionalismo crean el Partido Socialdemócrata Independiente al que se suma Luxemburgo y los espartaquistas como corriente organizada dentro del mismo partido. Es decir el sector más coherente y marxista del partido, reacciona y pasa a oponerse a la guerra.

La guerra civil española como respuesta a un golpe de estado fascista y monárquico y con un claro contenido de clase sí que une al movimiento obrero en defensa de la República, en una guerra que ellos no provocan, sino Franco y su insurrección con parte del Ejército y el apoyo nazi y fascista italiano. Los dos presidentes de gobierno durante prácticamente toda la contienda son los socialistas Francisco Largo Caballero y Juan Negrín.

La segunda guerra mundial si bien en su origen sigue siendo una guerra imperialista y de expansión del nazismo alemán pronto adquiere el sentido de una guerra antifascista. Los partidos socialistas y en el caso italiano pronto lo ven, antes que los comunistas europeos que esperan hasta la invasión de la Unión Soviética por Alemania. Los socialistas italianos curtidos en el antifascismo desde el asesinato del diputado Mateotti están en la clandestinidad y organizan las brigadas partisanas con el nombre del diputado mártir del fascismo. En 1945 será Sandro Pertini uno de quienes firman la orden de ejecutar al dictador Mussolini. La II Guerra mundial adquiere pues también el carácter de lucha de clase y el compromiso ideológico de comunistas y del resto de la izquierda actúa con resistentes y partisanas y partisanos en Europa de forma decisiva.

Tras este periodo el movimiento socialista vuelve a dividirse y el apoyo de los partidos de la II Internacional a la OTAN es claro. Cierto es que los partidos socialistas son partidos democráticos y que la Unión Soviética no era precisamente un ejemplo de libertad. Pero la postura del socialismo oficialista europeo a favor de la OTAN excepto en casos muy determinados, tiene también consecuencias ideológicas y es la sumisión al sistema de valores capitalistas y la paulatina derechización de las socialdemocracias europeas.

Caída la Unión Soviética y disuelto el Pacto de Varsovia la OTAN deja de tener sentido más allá de defender los exclusivos intereses de los EE.UU y mantener el capitalismo aunque sea con las armas. Porqué la estrategia de la OTAN no es solo militar, es económica, es imperialista y neocolonialista y es la de buscar enemigos de Occidente cristiano y vender armas, sostener el complejo militar industrial que gobierna en los EE.UU y de paso dominar el mundo, si pueden, siendo su objetivo inicial el Atlántico Norte algo ya superado.

La función crítica y reivindicativa de cualquier socialista pasa por analizar el conflicto mundial desde la óptica de la clase trabajadora y sus intereses. Desde un internacionalismo solidario y no desde la caridad racista

Tras la derrota de la OTAN en Afganistán y ante el enemigo potencial, la China, la guerra de Putin, es decir la guerra inspirada y deseada por Biden al objeto de volver a ser la potencia mundial dominante, la OTAN insisto, vuelve a aparecer en el horizonte como solución. Ucrania la mártir, es sacrificada en beneficio de los intereses de las oligarquías globalistas norteamericanas y su deseo de controlar todos los mercados e imponer sus productos o esquilmar en propio beneficio las riquezas de Ucrania, el petróleo del mundo o todo lo que se pueda, dominando de paso Europa y convirtiéndola en un protectorado colonial.

Ante esto lo que debe analizar un socialista es que hay tras la OTAN realmente, cuál es su verdadero interés y sus objetivos y si estos coinciden o no con los de las clases obreras y trabajadoras, nacionales e internacionales. Desde luego los de las oligarquías rusas caminan en sentido igualmente inverso.

Por lo pronto es la estúpida dirigencia de la UE la que está sacrificando a las clases trabajadoras en beneficio de los intereses de un bloque militarista y del comercio de su hegemón los EE.UU y Biden. Europa está pagando los platos rotos y esto solo se sustenta en una publicidad escandalosa sobre el conflicto ucraniano y la ilegitima invasión rusa. Un relato construido a base de la mentira, las medias verdades y el racismo. Una Europa obligada a adquirir gas y petróleo más caro y prescindir de trigo, abonos y múltiples minerales de los que muy pronto habrá escasez con todas sus consecuencias y como remate obligada a adquirir más armas y equipos militares estadounidenses. Todo en medio de protestas sociales que obedecen a la oposición aunque sea sin saberlo a la especulación y el robo con la energía y los alimentos que provocan las multinacionales y los bancos. Más pronto que tarde se sabrá la verdad.

Somos los de siempre quienes pagamos su guerra. Somos las y los de siempre las que vamos a pagar la competencia con China y la escalada contra China, que ese es el objetivo final.

Por tanto la función crítica y reivindicativa de cualquier socialista pasa por analizar el conflicto mundial desde la óptica de la clase trabajadora y sus intereses. Desde un internacionalismo solidario y no desde la caridad racista. Desde la exigencia de paz para que nuestras hijas y nuestros hijos tengan futuro. Para ello es necesario volver a reconstruir el socialismo internacional.

Es curiosa la miopía del socialismo o socialdemocracia europea que dejando de serlo, consuma la traición del socioliberalismo y ver que los únicos que están al menos vislumbrando la situación, son las y los socialismos americanos, africanos y anglosajones, si, entre ellos personajes como Corbyn o Sanders, las acertadas criticas del DSA de los EEUU o de los británicos de Momentum, mientras las élites cobardes del socioliberalismo europeo dilapidan la herencia socialista y se entregan a la causa de la OTAN o de la injusticia, es decir aplastar más a los y las de siempre.

Por tanto lo lógico sería un encuentro internacional, no contra la OTAN, sino más allá, por la paz.

Socialistas y guerra