viernes. 19.04.2024
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Vivimos tiempos complicados, nadie puede dudarlo, un período histórico donde la distopía se ha instalado con toda naturalidad, época en la que el individuo se ve atacado por todo aquello que puede traerle desgracia en los aspectos más sustantivos de su existencia social y biológica, hasta el punto que le puede costar la vida misma. Como expresó un poeta anglosajón de otra edad crítica hay que ser todo un héroe para enfrentarse a la cotidianidad. Desde la caída del muro de Berlín, el capitalismo posmoderno y su metafísica abolicionista de las ideologías emancipadoras, de enviciamiento del progreso humano hasta reducirlo a incidentes fragmentarios sin razón histórica, de conceptuación autoritaria de una sociedad compuesta de individuos enfrentados desigualmente entre sí, ha roto la posibilidad de cualquier sistema de convivencia basado en los valores de la solidaridad, la igualdad, la libertad y la justicia.

Con estos factores instrumentales de control social, las grandes mayorías padecen la pandemia, las crisis económicas, las grandes desigualdades, los empleos precarios, los salarios por debajo del nivel de subsistencia, la ruina de la pequeña y mediana empresa, como objeto de depredación social y económica, eyectados de la hegemonía cultural del sistema y sufriendo la dramática paradoja de que la depresión de la economía o su crecimiento siempre supondrá el aumento de la pobreza de las mayorías sociales. La crisis de la Monarquía, con los casos de corrupción y falta de ejemplaridad de la parentela real y la beligerancia política del actual monarca que pone en la almoneda el poder arbitral del Estado, la quiebra del bipartidismo y la configuración parlamentaria de una mayoría rupturista que sostiene al Gobierno de coalición, ha supuesto una grave crisis del régimen del 78, cuya arquitectura constituyente hace aguas por todos lados.

La derecha intenta salvar los escombros de la transición apelando a la deslegitimación de las fuerzas democráticas rupturista y por extensión al Gobierno utilizando sin escrúpulos los trazos más gruesos de la diatriba política y reduciendo la confrontación ideológica a los imbornales del orden público. Y para que todo sea excepcional y paradójico en la vida pública española, junto a esa derecha carpetovetónica, con sus mismos argumentarios de gruesa invectiva, se encuentra una parte del PSOE con cabezas significativas como Emiliano García Page o Susana Díaz Pacheco. No hay que olvidar el papel destacado que ambos tuvieron en la operación para la defenestración de Pedro Sánchez precisamente para evitar que accediera a la presidencia del Gobierno con una mayoría parlamentaria parecida a la actual y facilitar la continuidad de Rajoy al frente del ejecutivo.

Son tiempos de potenciales cambios profundos que se están escenificando por la ruptura del consenso de la transición por parte de las fuerzas mayoritarias que sostienen al Gobierno de coalición

Pronto comenzará un período congresual y de primarias en el Partido Socialista. El caso de Andalucía es algo singular, ya que después de haber sido desautorizada por la militancia en las primarias en las que venció Sánchez y por el electorado al perder el gobierno de la Junta, Susana Díaz decidió bunkerizarse en el sur con la volátil promesa, en un alarde fariseazo, de recuperar todo lo que perdió a pulso. Díaz sigue confiando en su red clientelar que ella amoldó a esa obediencia de San Ignacio que dio su pleno sentido a la Contrarreforma y al barroco y cuya expresión más escalofriante era la de “obediencia de cadáver.” Aunque es posible que esa devotio hispana de sus agnados, cognados, afines o parásitos se esté reblandeciendo como los relojes de Dalí.

Sin embargo, no hay que minusvalorar la fuerza de las bases andaluzas del Partido Socialista. Con las agrupaciones cerradas, las redes sociales son un hervidero de ideas y planteamientos políticos, las plataformas han vuelto a revitalizarse después del papel determinante que jugaron en las primarias que devolvieron a Sánchez a la secretaría general, hay un clima de cambio que trasciende al mero trasunto de caras, a resituar gente del aparato con poca capilaridad con la militancia, Son tiempos de potenciales cambios profundos que se están escenificando por la ruptura del consenso de la transición por parte de las fuerzas mayoritarias que sostienen al Gobierno de coalición y la posible superación de Suresnes -cuyos representantes son los miembros del PSOE coéquipiers de la derecha- por unas bases socialistas que en Andalucía pueden dar el aldabonazo definitivo a un tiempo político destinado a pasar.

Socialismo andaluz y ruptura democrática