jueves. 18.04.2024

En la mitología griega la figura de Penélope va íntimamente ligada a la de Ulises. Era hija del rey Icaro de Esparta y de la ninfa Periboa. Casada con Ulises, rey de Itaca, con el que tuvo un solo hijo, Telémaco. Su marido Ulises estuvo veinte años fuera de Itaca (ver mi artículo en Nueva Tribuna, Síndrome de Ulises: Análisis histórico/psicológico). Durante ese largo período Penélope fue cortejada por numerosos pretendientes, ante la sospecha de la muerte de Ulises por su larga ausencia. Poseía como su marido, una considerable astucia. Ante la insistencia de sus pretendientes los prometió a cada uno de ellos que se casaría cuando terminara en su telar una tela. Tela que ella tejía de día y destejía de noche. Así durante veinte años tuvo entretenidos a sus pretendientes hasta el regreso de Ulises.

El término complejo o síndrome de Penélope fue acuñado por la psicoanalista Maria Langer, nacida en Viena en 1910. Se licenció en medicina y se especializó en psicoanálisis. En 1936 junto a su marido, cirujano, se apuntaron en las brigadas internacionales como médicos y participaron en la guerra civil española. En 1937 ante la situación de la anexión nazi de Austria, no pudieron regresar a su país, por lo que primero emigraron a Uruguay y posteriormente a Argentina.

¿Que situaciones encontramos en la clínica con este síndrome de Penélope?. Especialmente son mujeres que pasan por dos tipos de situaciones. Una, después de rota la pareja, esperan sine die la vuelta de él. Otra, mujeres que esperan de forma indefinida el cambio de comportamiento de su pareja hacia ella. Aunque este síndrome es de predominio en el sexo femenino también lo padecen los varones, cada vez con una mayor prevalencia

Así pues, el síndrome de Penélope se asienta sobre una conducta de aplazamiento, es decir de procastinación. W. Knaua en su libro “Superar el hábito de posponer”, describe las características de las personas con tendencia a la procastinación o postergación. Son personas que tienen una pobre autoimagen y autoconcepto. Por tanto, presentan una baja autoestima, además son perfeccionistas y con un gran miedo al fracaso, muy autoexigentes y con metas poco realistas. En general, suelen entrar en un bucle de ira/rebelión que afecta sobre manera a su funcionamiento diario,

Son personas que por su baja autoestima tienen la necesidad de sentirse queridas, basando su valía como personas, en la aceptación y atención recibidas. 

Otra dificultad que presentan las personas con este síndrome es la dificultad en jerarquizar prioridades. Ello hace que se les acumulen las tareas y entren en el bucle de rumiación, obsesividad, ansiedad e irritabilidad.

Algunos psicólogos teóricos de la motivación consideran que este hábito de aplazar responde a un fondo afectivo, con dificultad para manejar estados de ánimo negativos en torno a una determinada tarea.

Quería recomendar una sencilla pauta que  puede ayudar a sobrellevar este problema, que puede acabar en un hábito crónico. Es muy útil la regla de los dos minutos, se refiere a qué si estamos planificando una tarea de una duración menor a 2 minutos, no la planifiquemos, hagámosla. Posteriormente se puede extender este tiempo a 5 o 10 minutos. Con esto conseguiremos hacer de esta regla un nuevo hábito, que nos permitirá hacer un montón de tareas diarias sin posponerlas.

Podemos resumir todo lo anterior dicho en una viñeta del recordado Quino. Felipe el amigo de Mafalda le expresa a esta: “y si antes de empezar con lo que hay que hacer empezamos por lo que tendríamos que haber hecho”.

Por último, quiero compartir con los lectores de Nueva Tribuna esta reflexión de Benjamin Franklin: “Tú podrás retrasarte, pero el tiempo no lo hará”.

El síndrome de Penélope