jueves. 28.03.2024
El CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, testifica ante el Subcomité Judicial de la Cámara sobre Derecho Antimonopolio, Comercial y Administrativo en Capitol Hill, en Washington. MANDEL NGAN/POOL REUTERS

Artículo publicado en La Marea por Ekaitz Cancela


Mostrándose ante la palestra virtual de la audiencia antimonopolio del Congreso de los Estados Unidos con trajes de ejecutivo al uso y paredes de fondo blanco celestial, los CEO de Apple (Tim Cook), Amazon (Jeff Bezos), Google (Sundar Pichai) y Facebook (Mark Zuckerberg) negaron de forma educada la existencia de la figura empresarial del monopolio. Con ello, los cuatro jinetes del apocalipsis reconocieron de manera explícita la existencia de una intensa competencia en el mercado global, especialmente contra las empresas chinas. 

Por eso, las declaraciones cocinadas y revisadas hasta la saciedad por expertos en relaciones públicas consiguieron su fin: que el acto no fuera más que un show. Los enclenques argumentos de los legisladores revelan que no es tan sencillo mantener la posición de EE.UU en el globo y regular a las plataformas que sostienen su hegemonía.

Desde el inicio de la comparecencia, Pichai hizo un enaltecimiento orwelliano de la innovación para expresar que las preocupaciones de la opinión pública sobre la privacidad –las cuales todos coincidieron que deben regularse– son posibles precisamente debido a que existe un proceso de competencia que expande la tecnología hacia todas las personas. “La competición es oportunidad”, indicó al tiempo que apelaba a la manera en que el acceso a sus dispositivos había mejorado la vida de los americanos.

El hecho de que más del 90% de los usuarios utilice el sistema operativo de Google o Apple tampoco disuadió a Cook de apelar a la fiera competencia a la que se expone en el negocio de los smartphones con compañías como la mencionada, Samsung, LG o Huawei. De hecho, incluso dejó airear que el ecosistema de su compañía es equivalente al propio mercado cuando afirmó que “los desarrolladores fijan precios para sus aplicaciones”. “Si la App Store es el guardián, nosotros la hacemos extensible a todos los compradores”, señaló refiriéndose a las pequeñas y medianas empresas gracias a cuya existencia avaló la presencia de competencia. En definitiva, “la competencia da a los consumidores mayor capacidad de elección”.

Jeff Bezos, que testificó ante el Congreso por primera vez 26 años después de fundar su empresa, llevó dicha retórica neoliberal sobre la soberanía del consumidor y la idea de que el papel de las empresas en servir fielmente a esas preferencias hasta su último exponente. «La obsesión del cliente [por comprar en Amazon] explica nuestro éxito», expresó sobre el hecho de que 95 millones de estadounidenses compren diariamente en su plataforma.

Ante el ataque de un demócrata en el Congreso por haber utilizado de manera inapropiada datos sobre productos de terceros para desarrollar sus propias marcas y eliminar la competencia, el hombre que gana 215 millones al día frunció el ceño y dejó entrever los peligros de la autorregulación. “Tenemos una política interna para evitar que el uso de datos de los vendedores contribuya a nuestro negocio, pero no puedo garantizar que esa política no se haya violado nunca».

Por su lado, Mark Zuckerberg dijo que las empresas no son malas porque sean grandes, y lo justificó con una idea presente en la obra de Marx: muchos gigantes han desaparecido debido a que no han sido capaces de competir en el mercado. Solo un dato necesitó para apelar a los legisladores de Capitol Hill: hace una década, las diez empresas con mayores ingresos eran estadounidenses; a día de hoy, casi la mitad son chinas. De hecho, la mayoría de sus intervenciones resaltaron la importancia de que una compañía de redes sociales americana plante cara a las chinas. La geopolítica estuvo presente en todo momento.

Por otro lado, respecto a la posición de poder sobre la que goza la empresa en el mercado publicitario, el fundador de Facebook expresó que “por cada dólar gastado en anuncios en Estados Unidos, tan solo diez céntimos van a parar a nosotros”. ¿Dónde está el monopolio?

Patriotismo estadounidense

En general, la estrategia de los capitalistas fue más o menos la misma: apelar al patriotismo. Bezos no sólo describió a su empresa como representante de lo que podría llamarse el sueño americano, sino que la asoció nada menos que con la propia idea de Estados Unidos. De igual modo, Pichai hizo alusión a que nació en India para tratar de ganarse a la audiencia con todo tipo de soflamas sobre cómo tuvo acceso por primera a un ordenador cuando llegó a Estados Unidos para estudiar y la manera en que este país a expandido las oportunidades a lo largo y ancho del globo.

Por su lado, Tim Cook describió a su compañía como una «compañía exclusivamente estadounidense» y Mark Zuckerberg apeló al apoyo prolongado del sector público para concluir que «la industria de la alta tecnología es una historia de éxito estadounidense». Como ocurre habitualmente en saraos de este tipo, para apoyar sus explicaciones se apoyaron en datos con un efecto directo en el público estadounidense: entre las cuatro tienen un valor de mercado combinado de 5 billones de dólares y emplean a más de 1 millón de personas en el país.

Tibieza entre los reguladores

En el lado de los reguladores, las problemáticas señaladas fueron bastante pobres en general. Si los demócratas se centraron en gran medida en la cuestiones sobre la competencia en el mercado, la mayoría de los republicanos expresaron sus quejas acerca de que las firmas tecnológicas censuran las voces conservadoras y no son demasiado contundentes con China, pues aún mantienen sus actividades comerciales en la zona.

Probablemente, el suceso más inquietante en este último bando fue protagonizado por el representante Jim Jordan, de Ohio. En pocos segundos señaló que «las grandes tecnológicas están persiguiendo a los conservadores» basándose en datos de la Fo y exigió al CEO de Google “asegurar a los estadounidenses” que no promocionará a Joe Biden. Después de que un colega republicano caracterizara sus preguntas como «teorías de la conspiración marginal», este arremetió e interrumpió a los legisladores, quienes se vieron obligados a gritarlo en mitad del Congreso «¡Ponte la máscara!» antes de poder continuar con las preguntas. Al margen de continuar su guerra cultural contra estas plataformas mediante una apelación encubierta al “marxismo cultural”, los republicanos no sustentaron sus afirmaciones de argumentos económicos de peso.

Por si no fuera suficiente con la lección anterior de excentricismo, el presidente Donald Trump desafió al Congreso a tomar medidas enérgicas contra las empresas, a las que ha acusado, sin pruebas, de parcialidad contra él y a los conservadores en general. “Si el Congreso no aporta justicia contra las Big Tech, algo que deberían haber hecho hace años, lo haré yo mismo con órdenes ejecutivas”, tuiteó.

En el lado demócrata destacó por su fuerza retórica David Cicilline, presidente del Comité Judicial de la Cámara y representante de Rhode Island. En un momento de su intervención llegó a afirmar que “nuestros [padre] fundadores no se inclinarían ante un rey. Tampoco debemos inclinarnos ante los emperadores de la economía en línea«. Cicilline lidera un equipo –entre los que se encuentra la académica Lina Khan y el director de políticas de Public Knowledge Phillip Berenbroick– que ha realizado decenas de cientos de horas de entrevistas y ha recopilado casi un millón de documentos sobre las prácticas de estas firmas.

Principalmente, la preocupación de los demócratas fue de orientación neoclásica y se asentó en la idea de que el capitalismo es un sistema perfecto. De hecho, en todo momento sugirieron que las empresas tecnológicas disrumpen la economía debido a que han creado monopolios en torno a áreas como el software, el hardware, el mercado de la publicidad o el comercio electrónico. Un dato al que suelen agarrarse para sostener sus afirmaciones es que, desde 2005, Alphabet (matriz de Google), Apple, Amazon y también Facebook han adquirido 385 compañías estadounidenses. La máxima contraria -el capitalismo es un sistema caracterizado por la existencia de una intensa competencia- fue la expuesta por el fundador de Facebook. «Competimos duro, competimos de manera justa, competimos para ser los mejores», afirmó tras ser acusado de haber comprado Whatsapp.

Ciertamente, esta frase sirve para explicar la aparente divergencia con los legisladores demócratas, quienes confunden con frecuencia las tácticas llevadas a cabo por las empresas tecnológicas con la desaparición de la competencia. De ahí que buena parte de ellos las acusaran de emplear la ventaja del mercado que les granjean el control de los datos del consumidor para asegurar la rentabilidad de sus operaciones comerciales a largo plazo, sean cuales sean los métodos para conseguirlo. Esto es, como ha demostrado el trabajo del economista heterodoxo Anwar Shaikh en Capitalism: Competition, Conflict, Crises, la competencia es la característica central del sistema capitalista.

“Podemos escoger entre democracia o riqueza en manos de unas cuantas personas, pero no ambos”, señaló Cicellibe en la madrugada española. Sea como fuere, la declaración de los CEO de las firmas de Silicon Valley está lejos de desembocar en algo así como cambios en su modelo de negocio. La búsqueda de rentabilidad, como indica Shaikh, marca los límites tanto de la actuación de los Estados como de las firmas.

En definitiva, el sistema capitalista seguirá su curso, aunque no cabe duda de que tras las elecciones se abrirán más investigaciones sobre el poder de las plataformas, sumándose así a las aún pendientes. Desde las pesquisas del Departamento de Justicia sobre las presuntas violaciones antimonopolio de Google en relación a la publicidad en línea hasta la que mantiene la Comisión Federal de Comercio sobre Facebook, centrada en comprobar si eliminó la competencia con las adquisiciones de Instagram y WhatsApp para mantener una posición de monopolio.

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